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Jordi Soler
vuelve a La Portuguesa , esa plantación cafetera en la selva veracruzana en cual él nació y vivió su infancia y donde está su universo literario. Esta vez regresa para contar una nueva historia que tiene como protagonista a Tikú, el hijo del caporal de la hacienda, quien desde niño escucha voces y siente en su interior una fuerza salvaje, brutal y desconocida que aflora en violencia y muerte .
Sin embargo, más allá de Tikú, del hijo del hacendado que narra la historia y de Lucio Intriago, el terrateniente vil y despiadado, está la selva como protagonista de “Los hijos del volcán” (Alfaguara, 2021), un espacio agreste y salvaje habitado por chamanes y tribus ancestrales, supersticiones y hostilidad que genera una historia en la que prevalece la desigualdad social , la violencia , la inseguridad y el deseo de poder que corroe al Veracruz actual.
“La novela quizás es también una metáfora de la violencia que sucede en Veracruz y en cualquier sitio del país, aquí quizás de una manera más aguda en la selva”, señala en entrevista Jordi Soler (La Portuguesa, Veracruz, 1963), el también autor de “Usos rudimentarios de la selva”, “La fiesta del oso”, “Los rojos de ultramar” y “La última hora del último día”, en varias de las cuales ha perseguido su genealogía familiar que salió de Barcelona después de la Guerra Civil y que llegó a La Portuguesa, Veracruz, en busca de mejor fortuna.
¿Vuelves a La Portuguesa para contar ese universo que vive entre lo místico y la violencia?
La fuerza que mueve a esta historia es una fuerza telúrica. Imagino que hay fuerzas que salen del centro de la Tierra y que tienen todo el tiempo arrinconados a los personajes que van apareciendo y el volcán es la boca del agujero por el que sale todo ese universo qué está debajo de la tierra. Es una historia nueva que comparte escenografía con otras historias, pero aquí hay un personaje que es la chamana que sería como la embajadora de todo ese universo qué campea entre lo místico, lo mágico y en general lo prehispánico, eso nos pasa siempre a los que hemos nacido en México, siempre tenemos una percepción especial para la otra realidad qué no pasa en otros países.
Yo tengo años en Europa y una de las cosas que más extraño es ver más allá de lo evidente .
¿Una historia de desigualdades sociales, que podría ser el corazón de la novela?
La novela está atravesada por estas fuerzas y al mismo tiempo también borda sobre este tema que había sido una inquietud en otra de mis novelas y que aquí es quizás el vector principal: una persona que nace en un círculo social desfavorecido del que no puede escapar o no puede escapar fácilmente.
La desigualdad en México además de ser muy aguda coincide con el aspecto físico de las personas, a diferencia de otros países donde también hay desigualdades, en México y en general en los países latinoamericanos, la desigualdad económica coincide con el aspecto físico, si naces con facciones indígenas tienes mucho más complicado salir de tu condición que si naces con facciones europeas, aún cuando el indígena sea más listo que el que tiene facciones europeas. Tikú, mi personaje, además de haber nacido en un círculo desfavorecido y no poder trascender y que comparte con todos sus ancestros, oye voces que le dicen qué hacer.
¿Lo mueve el resentimiento social?
En toda la novela tenemos ese resentimiento, que es un resentimiento desbocado, porque también hay sexo salvaje, hay una violencia tremenda en esas fuerzas, elementos que componen a cualquier comunidad aquí están totalmente salidas de su cauce durante toda la novela. Es una historia que aun cuando sucede en el siglo XXI podría suceder fácilmente en el siglo XVI, el mapa sociológico de esta región del país sigue siendo muy parecido al que había en la época de la Colonia, parece que hay unos cuantos para los que trabajan los muchos, parece la época de la encomienda, donde están los encomenderos y los encomendados.
¿Es literatura pero es la realidad de Veracruz?
Es que toda la gente que tiene algún poder en esta zona, los políticos digamos, se comportan como los virreyes, están muy lejos de la metrópoli y hacen lo que quieren, no están fiscalizados por nadie, pero por supuesto que se les podría fiscalizar. Están también las huestes violentas que transitan todo el tiempo por las faldas del volcán, hay narcotraficantes, paramilitares, gente de la guerrilla, las milicias de los caciques , el cacique que es uno de los personajes de la novela; todo esto parece que fuera otro siglo, el siglo XVI pero está pasando ahora, incluso empeora la situación, no solo aquello sigue siendo como en el siglo XVI, sino que todas estas lacras del siglo XX han ido a reproducirse
ahí.
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¿Es la ambición, la violencia y el poder, y una metáfora de la actualidad?
La novela es también una metáfora de la violencia que sucede en cualquier sitio del país, aquí quizás de una manera más aguda en la selva. Discrepo con los nuevos gurús que invitan a meterte en la naturaleza y abrazar un árbol y convivir con los animales, yo nací ahí y sé que en cuanto te descuidas la selva te devora, te pica un bicho, te muerde un animal, te sale un malvado con un machete detrás de un árbol. Es una metáfora cualquier violencia puede existir en el país, la novela está escrita a partir de esta violencia de la naturaleza , es una novela que va creciendo de manera orgánica, se va extendiendo, es una especie de enredadera, van creciendo los matojos, hay una especie de jungla, de manigua que todo el tiempo va creciendo y reproduciéndose de una manera muy rápida. La prosa, y fue mi intención cuando comencé a escribir esta, novela tenía que ser y creo que al final lo es, una representación de esa selva una novela que va creciendo y va tirando ramas por todos lados.
¿Una novela que avanza y se va complicando?
Nunca hago guiones previos para escribir mis novelas, ni tomo demasiadas notas, acaso alguna nota en una tarjeta; en realidad en la medida en que voy escribiendo mis novelas, las 12 o 14 que he escrito, siempre salen de una sola imagen y lo qué hago durante los años que me toma escribirlas es ir desplegando esa imagen hasta que llega el final, y esto a la hora que se lee da precisamente está sensación de que la trama se va enredando y complicando porque así ha sido escrita, yo mismo me voy sorprendiéndome igual qué mis lectores de lo que va pasando.
¿Por eso la segunda parte de la novela es mucho más salvaje?
A la mitad de la novela mi personaje ya estaba consolidado. Tikú ya se podía mover solo, ya estaban construidos todos sus anhelos, sus miedos, sus terrores, ya se había dado cuenta de todas sus carencias y sus capacidades. Esto está claramente condicionado por el sitio donde nací y por la infancia que tuve ahí como persona y como escritor. Como persona todos los días extraño aquella selva, todos los días en la medida en que voy cumpliendo años y voy escribiendo novelas voy extrañando todavía más aquello aún cuando ya no existe ni el lugar físico ni el niño que vivió ahí, ahora es un adulto pero es un adulto que se refugia cada día durante la escritura de esta novela en la selva .
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¿Seguirás en ese universo literario?
De pronto pienso que escribo sobre ese territorio porque es la única manera que tengo de regresar a él, por ejemplo cada vez que me siento muy bien físicamente, con cierta plenitud pregunto sobre la altitud, sobre el nivel del mar del sitio en el que estoy, invariablemente me dicen 850 sobre el nivel del mar que es la altura de La Portuguesa. Mi condicionamiento empieza como persona, mi cuerpo fue condicionado desde entonces, yo creo mucho en esto que dice el filósofo francés Gastón Bachelard de que uno pasa el resto de su vida condicionado por las coordenadas en las que tu madre parió y además por la altitud que había en ese sitio donde naciste y por las condiciones atmosféricas.
¿Es también una historia sobre el destino?
Es el destino pero desde el punto de vista de esta familia en donde el padre de Tikú es caporal de la plantación y en todo universo moral de esta novela. Es claro que la gente que está haciendo lo correcto o por lo menos que lo intenta es la familia del narrador, así está diseñada la novela, pero la otra parte dentro de este universo moral es la de Lucio Intriago, el otro dueño y con poder que explota a sus empleados sin ningún escrúpulo. Es evidente que no le interesa el destino de alguno de sus empleados, que le da igual, pero por desgracia, el dueño de La Portuguesa es visto por sus trabajadores de la misma manera, pertenece al mismo círculo social de Lucio Intriago que es un desgraciado. A los ojos de la gente que trabaja para los dos, son la misma clase de bicho, una persona que tiene dinero, poder y manda.
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