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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Sara Sefchovich es categórica con una convicción que sabe polémica. La ensayista afirma que la crónica es lo mejor de la literatura mexicana. Su certeza la respalda en 12 años de investigación y análisis sobre centenares de obras de autores de crónica y de literatura que van de Salvador Novo a Manuel Gutiérrez Nájera, de Carlos Monsiváis a Elena Poniatowska, de José Joaquín Blanco a Juan Villoro, de Cristina Pacheco a Hermann Bellinghausen.
La escritora y colaboradora de EL UNIVERSAL que ha publicado La suerte de la consorte, un repaso por las primeras damas de México, y ¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México, que es un análisis profundo sobre la violencia, la delincuencia y la desigualdad en el país, abandonó la ficción hace más de 25 años y desde entonces se ha dedicado al ensayo, la investigación y a indagar sobre la realidad dura y pura del México desigual, pobre y violento.
Su nuevo libro, Vida y milagros de la crónica en México (Oceáno) es un profundo ensayo sobre la crónica en nuestro país, un género que documenta desde el Popol Vuh y las crónicas de Hernán Cortés, pasando por todas las épocas de la historia mexicana. Durante la época prehispánica, la Conquista española, en las tres centurias de la Colonia, en tiempos de la Independencia y todo el siglo XIX, en la Revolución, a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI.
“La crónica es literatura y es el género literario más importante de México y el que más ha gustado y le dice cosas a los lectores. En la UNAM hay gente que dedica su vida entera a estudiar crónicas del siglo XIX y del siglo XX, que ni quiera sabíamos que ahí estaban, nombres de cronistas que desconocemos. Tenían muchísimos intereses en hacer literatura, en hablar bien, en escribir bien, en narrarle una historia al lector de una buena manera y eso es muy interesante. Por eso digo que hay crónicas que son mejores que muchas novelas y poemas que elogiamos y por eso empiezo diciendo que es el mejor género de la literatura mexicana”, afirma Sefchovich en entrevista.
¿La crónica es literatura que nos cuenta nuestra realidad?
Lo más tremendo de todo es que la crónica que estamos viendo es de un país que está en una situación muy terrible, pero hay mucha gente en algunos lugares que sigue diciendo que todo está bien porque en la televisión te anuncian: “Venga a conocer Acapulco, miré qué bonitas vistas”. Pero la crónica nos está diciendo no hay nada así, la cosa es completamente distinta y lo que pasa es muy terrible. La crónica en México siempre está diciéndote lo que otros discursos no quieren o no pueden decir.
Dejó de hacer ficción para contar la terrible realidad de México, ¿en esa vocación inscribe este libro?
Sí, tengo esa tristeza porque hoy no podría escribir novelas como las que escribí hace 25 años, el ensayo en este momento me está dando la posibilidad de hablar, por eso en el libro Vida y milagros de la crónica en México hago un recorrido histórico, realmente empiezo con las primeras crónicas de México desde hace más de 500 años. La conclusión es que la crónica siempre ha sido el género más libre para decir lo que se quiere, justamente porque es el género al que nunca nadie le hizo caso; ahora como que está un poco más vigente, más de moda, pero prácticamente en México nadie le ha hecho. Y eso le dio una enorme libertad al género para poder decir lo que querían, como querían y contar una cantidad de cosas que no hacía la literatura, por eso ahora su rescate me pareció tan significativo.
¿A la crónica la consideran género menor por estar en periódicos?
Porque en general se publicaba en periódicos y revistas que mueren al día siguiente o la semana siguiente y no en los libros que en la cultura mexicana tienen el aura de lo sacrosanto, pero además porque los propios cronistas la devaluaron mucho. Novo decía que escribir en los periódicos era prostitución; Gutiérrez Nájera decía: “yo lo hago solamente para comer”. No es cierto porque al final se escribían cosas muy interesantes. También se escribió mucho sobre temas muy frívolos, por eso la crónica ha sido tan ninguneada, por sus temas, por sus modos de escribir, por lo que los propios escritores dicen, por el medio donde se publica pero eso está cambiando de manera significativa.
¿Le interesan muchos temas pero siempre está México?
Siempre está México y siempre está la cultura mexicana, y siempre está nuestra manera de pensar, actuar y funcionar como sociedad, y siempre están las mujeres, son mis temas de obsesión a lo largo de toda mi vida y, claro, aparentemente cada libro dice: “¿esto de dónde salió?, no tiene nada que ver con el anterior”, pero no, todo se conjuga en eso mismo.
¿Reconoce a autores que no gozaban de reconocimiento?
Yo sí considero crónicas varios libros que no los consideraban crónicas, incluso voy más lejos, digo polémicamente que toda la literatura mexicana puede funcionar como crónica, la mayoría de las novelas, la mayoría de los poemas pueden funcionar como crónicas porque están explicándote lo qué es el país y tratándote de describir y contar su realidad, y al revés, muchísimas crónicas pueden funcionar como novelas y como literatura porque parecería que lo que cuentan no es real. Esa es la otra cosa, la crónica nos está dando por adelantado un país que no veíamos venir y que de repente aquí está.
¿Qué le parece que la crónica se centre sólo en el narcotráfico?
Me es cuestionable para la crónica y me es cuestionable para la novela que todo el tiempo esté queriendo darnos eso como si México solamente fuera eso. El narcotráfico se ha convertido en el tema de México, a los escritores les interesa para vender, para ser leídos y porque lo han convertido en una manera muy fácil. Si te pones a revisar los textos estructural y estilísticamente, la mayoría son, francamente muy malos, tanto en las crónicas como en las novelas, y reitero mi voluntad de polemizar, quiero que alguien me demuestre que no es así.
¿Cómo ve a México en este momento y cómo lo ve hacia 2018?
No debería opinar, mi pesimismo no creo que sea muy conveniente de ser reproducido. Francamente tengo mucho miedo, mucha desilusión, mucha desesperación y siempre me acuerdo del siglo XIX mexicano como lo cuento en La suerte de la consorte: en algún momento del siglo XIX el país era un desastre, nadie sabía a dónde íbamos, había asaltos por todos lados, no había un gobierno que gobernara, era un desastre y de repente un día no hubo más todo eso. Y cuando le pregunto a los investigadores “¿me pueden decir cómo salió México de ese hoyo?”, todos me contestan: “De milagro”; y me lo dicen los historiadores más serios de México. Espero que ese milagro nos vuelva a ocurrir pero ahorita no parece estar en la puerta.
¿Le interesan las elecciones?
Las elecciones no cambian un país, las elecciones son el esfuerzo que hacemos los ciudadanos con nuestro voto por pensar que otro candidato puede mejorar las cosas. Y definitivamente hay unos mejores que otros y los habrá porque todavía no conocemos a la mayoría. El tema es que el gobierno no resuelve el tema de la sociedad con tanta facilidad, o sea, cuando tú tienes esta delincuencia desatada, esta pobreza, estas carencias, estos problemas con la justicia, no es tan fácil que alguien llegue y por él todo vaya a modificarse.
Como a mí me interesa ver a México de abajo para arriba, de la sociedad hacia el gobierno y no al revés, por eso no tengo toda esa preocupación ni toda esa esperanza puesta en las elecciones como todos aquellos que solamente están viendo de arriba para abajo, como si un gobierno realmente pudiera cambiar las cosas. Yo no lo creo, yo creo que lo único que cambia las cosas es una sociedad verdaderamente harta, verdaderamente enojada y verdaderamente dispuesta a jugarse todo para cambiar, y honestamente nosotros todavía no lo estamos. Hay mucha gente que está muy contenta y muy beneficiada con la delincuencia, con la corrupción ¿por qué habrán de querer que eso cambie? No hemos tocado fondo y mientras tantos estén muy contentos con esto ¿por qué se habría de acabar?
¿Le interesan las candidaturas ciudadanas?
No pienso en las elecciones honestamente, me dan idéntico, no encuentro diferencias. Por eso digo que una entrevista conmigo no es buena cosa que la lean los jóvenes, estoy profundamente desilusionada. O sea, los sistemas pueden más que las personas, por muchas cosas importantes que hagan las personas. Creo mucho en que la acción individual puede cambiar a la sociedad, pero una acción individual que se va volviendo colectiva, solito uno puede ser un gran gobernante. Esas es la parte difícil, encontrar en esta sociedad los muchos que quieran cambiar las cosas. Monsiváis y Elena Poniatowska, por ejemplo, a pesar de que te describían situaciones muy difíciles de México, tenían esperanza porque veían a los luchadores sociales y a los estudiantes, tenían la esperanza, una utopía de un México que caminaba hacia la democracia. Se logró al final del siglo XX hacer un país menos autoritario, con más libertad de expresión, con más respeto a los derechos humanos, no es que hayamos llegado a donde queríamos llegar pero sí se avanzó muchísimo y ahora todo eso se está echando para atrás. Me falta un Monsi que me interprete todo esto, porque la crónica nueva lo está contando, pero no me está interpretando nada.
Usted es optimista pese a todo.
Vengo de una generación que cambió realmente a este país y me cuesta mucho trabajo no pensar que se puede, mi tema es que no creo que se pueda como estamos creyendo que se puede. Ni porque el Ejército hace ni porque elegimos un candidato diferente; mientras la sociedad no sea la que lo tome en sus manos, no veo cómo. No hubiera varios libros si no tuviera un grano de optimismo y esperanza.
Perfil. Mujer de vocaciones
Sara Sefchovich (1949) es socióloga, historiadora, escritora y catedrática en la UNAM.
Ha escrito novela y ensayo, entre sus libros destacan La suerte de la consorte, ¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México, Demasiado amor y La señora de los sueños.
Labor. Se desempeña como investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM desde 1973 y del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) desde 1985. Obtuvo la beca Guggenheim y es colaboradora de EL UNIVERSAL.