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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
“Todos los poetas son de un sitio, de una lengua, de una cultura. Pero si el cometido de la poesía es contemplar el mundo con otros ojos, volver a examinar y descubrir las cosas frente a las que todo el mundo pasa de largo sin darse cuenta, parece lógico entonces que el ‘sitio’ del poeta resulte muchas veces desconocido para el resto de nosotros”, afirmó Paul Auster en la Apertura del Salón Literario de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Antes de recibir la Medalla Carlos Fuentes, que le fue impuesta por Silvia Lemus, viuda de Fuentes, Paul Auster dedicó su conferencia a hablar de Edgar Allan Poe y su relación de ida y vuelta con los poetas franceses como Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé y Guillaume Apollinaire, entre varios más, y de sus compatriotas Walt Withman y Frank O’hara.
En su ponencia titulada “Los huesos de Poe. Charla sobre los viajes de la poesía y su regreso final”, el narrador estadounidense dijo que los poetas se ponen a mirar esa pared de ladrillo, esa montaña o esa flor y meditan sobre ello más que nosotros, “de modo que, cuando nos lo cuentan, hay buenas posibilidades de que nos sorprendan, de que nos digan cosas en las que no hemos pensado hasta oír sus palabras, y por tanto esas palabras pueden parecernos extrañas. Para entenderlas puede que tengamos que escuchar por segunda vez. Puede que por centésima vez —o durante 100 años— antes de que comprendamos lo que están diciendo”.
Luego de una ida y vuelta por poetas franceses que reconocieron la maestría de Edgar Allan Poe, estudiosos que escribieron sobre el cuentista y poeta norteamericano, Auster citó a Baudelaire para señalar que Edgar Allan Poe era el ejemplo más puro de lo que era un autor moderno y también que para Poe, Estados Unidos era una jaula enorme.
Y es que el punto de arranque de esta imagen que Paul Auster compartió en la Feria, fue la de 1875, en la ceremonia inaugural de su tumba en Baltimore. Y a ese punto regresó para hablar de la obra narrativa del autor de Eureka y El cuervo.
“Edgar Allan Poe, el hombre que no encajó en Norteamérica, pero norteamericano de todas formas. Y más profundamente americano que los poetas que se negaron a asistir en 1875 a la ceremonia celebrada en su memoria: Longfellow y Whittier, a quienes años antes había calificado justamente de imitadores y farsantes. Tuvieron que ser los franceses quienes rescataran a Poe de la oscuridad. Pero desde entonces hemos sido capaces de reclamarlo como nuestro”, afirmó Paul Auster.
Ante un auditorio amplio de sus lectores y admiradores que aplaudieron con energía su discurso y luego cuando recibió la Medalla Carlos Fuentes, Paul Auster dijo que la atracción de Baudelaire por Poe era algo más que una simple admiración literaria. “Poe constituía para él una figura enteramente heroica, el más puro ejemplo de escritor contemporáneo, el escritor como paria, el genio enfrentado a las restricciones de su propia sociedad”.
Auster afirmó que para Poe, Estados Unidos era una espaciosa jaula, un gran empresa de contabilidad, y que durante toda su vida hizo denodados esfuerzos para escapar de la influencia de esa atmósfera hostil.
Y agregó que opiniones como esa condujeron en Estados Unidos a la creciente sensación de que Poe no era realmente un escritor norteamericano, sino un autor francés que escribía en inglés.
Paul Auster reiteró en su charla que Poe fue un escritor que está directamente comprometido con Norteamérica, que en su época significaba encarar la novedad del país, su enorme tamaño, el frenesí materialista que impulsaba a sus ciudadanos, pero también el sueño utópico de que en cierto modo estaba destinado a convertirse en un segundo Edén.
“Whitman, desde luego, trata todo eso en su obra, mientras que Poe lo rehúye, horrorizado por la falta de tradición del país, su vulgaridad, su entusiasmo por dar siempre la última palabra al dinero. Sin embargo, nadie que no fuese norteamericano podría haber escrito la obra de Poe, lo mismo que Baudelaire y Mallarmé —dos colosos igualmente enamorados de Poe— no podrían haber sido de otro sitio que no fuera Francia”, afirmó.
Fue ante su público que Auster dio cuenta de las idas y vueltas entre la poesía y Estados Unidos y Francia, que tienen como enlace la poesía y, desde luego, a Edgar Allan Poe.
El escritor añadió que en Estados Unidos prevalecía demasiada tradición, demasiado pasado, demasiados monumentos que saturaban el presente, sin regiones inhabitadas ni espacios en los que perderse, en los que reinventarse.
Por eso, “empezando por Baudelaire, la historia de la poesía francesa ha sido de corrosión, un intento de desgastar esos monumentos y despejar un espacio nuevo en el que respirar. Creo que por eso sentía Baudelaire tanto entusiasmo por Poe: porque estaba enfrentado con su territorio. Pero también por eso atrajo Whitman a tantos poetas franceses de épocas más tardías: porque los inició en el mito del aire libre…”, concluyó el escritor que ha sido considerado al Premio Nobel de Literatura.
Auster fue presentado por Elena Ramírez, editora de Seix Barral, quien celebró la literatura del escritor estadounidense y aseguró que los tres momentos determinantes en la vida de Auster son: cuando un rayo fulminó a un compañero suyo en un campamento, y que podría haber sido él; el día en que puso punto final a su primer libro, el mismo día en que falleció su padre; y una tarde de 1982, cuando conoció a su esposa Siri Hustvedt en una lectura de poesía, “ese género bendito que siendo muy chico le hizo sentir que algún día podría llegar a ser escritor”.
Elena Ramírez habló de los temas más recurrentes y que dan forma a toda la obra de Auster: “Las posibilidades divergentes de los caminos que se abren en la vida y la irrupción de la muerte están muy latentes en su nueva novela 4 3 2 1”. Paul Auster, dijo, es uno de los narradores contemporáneos que mayor unanimidad ha suscitado entre la crítica y lectores de más de 40 países.
Ayer, el escritor volvió a ser el chico que a los ocho años descubrió la poesía y pensó entonces, soñó entonces, con que algún día, quizás, podría convertirse en escritor. Repasó sus pasiones por la poesía y los poetas que leyó y sigue leyendo, franceses o norteamericanos; enlazó historias comunes de poetas, tendió puentes entre países y tradiciones poéticas; demostró que la poesía va, pero siempre regresa, y rindió un homenaje a Edgar Allan Poe.
“Cuando un poeta busca inspiración en un creador de otro país es porque busca algo que de inmediato no encuentra disponible en su propia lengua o literatura, porque pretende liberarse de los confines de su propia cultura; pero siempre, en definitiva, para hacerlo suyo, para llevarlo de vuelta a su propio lugar”, señaló el escritor en su ponencia.