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Amparo Dávila tenía miedo a la oscuridad y a la soledad, pero no le temía a la muerte, de niña, contaba, solía ver a través de la ventana de la biblioteca de su padre, cómo las caravanas de dolientes recorrían las calles con sus muertos sobre carretas y lomos de burros en busca de dónde ir a enterrarlos. La escritora pensaba en su propia muerte, por eso escribió un poema: “Que no muera un día nublado ni frío de invierno, y me vaya tiritando de frío y de miedo ante lo desconocido, ese mundo de sombras”. Ayer, como lo deseó, murió en un día de “primavera reverdecida”.
En ese poema, leído hace dos años en el Palacio de Bellas Artes, en el marco de los festejos por sus 90 años, titulado “Semblanza de mi muerte”, la creadora de universos que transcurren entre la fantasía y lo fantasmagórico y surreal, insistía: “Quiero irme un día soleado de una primavera reverdecida llena de brotes y de pájaros y de flores, para buscar mi jardín del Edén, mi paraíso perdido y gozar de los frutos de la vid y de la higuera, el perfume de los cerezos y los naranjos en flor, el calor del sol que no se oculta nunca”.
Ayer, en el punto más alto del mediodía, cuando el calor encendía los pastos y los pavimentos, a las 12:20, dijo su hija Luisa Coronel, falleció a los 92 años, casi recién cumplidos.
La escritora zacatecana Amparo Dávila (21 de febrero de 1928 - 18 de abril de 2020) creó cuentos de literatura fantástica, mismos que de acuerdo con los escritores Alberto Chimal y Geney Beltrán Félix, se caracterizan por retratar la situación de las mujeres.
“Incorporó temas graves que nos hablan de una situación de desigualdad e injusticia que padecen las mujeres a través de una herramienta que podemos denominar como terror psicológico. En muchos de sus cuentos se maneja una ambigüedad que hace difícil llegar a la conclusión de que si lo que se narra es algo sobrenatural o si es algo perfectamente explicable”, dijo Beltrán Félix.
La capacidad que tuvo Dávila para representar situaciones sociales, señaló Chimal, se debió a que la narrativa fantástica no está desligada de la realidad: “Sus historias reflejan las circunstancias difíciles de muchas mujeres mexicanas. Entre otras cosas, ese género expresa nuestro interior, es decir, nuestros deseos y temores. Amparo no sólo retrató todo eso de manera magistral, fue maestra de muchas generaciones. Sus creaciones han servido para establecer más firmemente que en la literatura mexicana existe una tradición potente y rica de imaginación fantástica”.
La cuentista mexicana Ampara Dávila nació el 21 de febrero de 1928, en Pinos, un pueblo minero ubicado al sureste de Zacatecas, casi en la frontera con San Luis Potosí, estado donde realizó sus estudios de nivel básico.
Años más tarde decidió mudarse a la Ciudad de México para realizar sus estudios universitarios, para después incursionas en el terreno literario. Su primer texto publicado fue “Salmos bajo la luna”, en 1950.
Cuatro años después, siguieron “Meditaciones a la orilla del sueño” y “Perfil soledades”. Para 1964 publicó “Tiempo destrozado” (1964) y “Árboles petrificados” (1977), con el que obtuvo el premio Xavier Villaurrutia.
Además del Villaurrutia, Amparo Dávila fue condecorada con la Medalla Bellas Artes 2015 y a finales de marzo de este año, fue designada ganadora del tercer Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura que otorga la Universidad de Guanajuato.
El crítico literario y traductor Geney Beltrán Félix formó parte del jurado que determinó el premio Ibargüengoitia a Dávila, además recordó que en 2018, cuando cumplió 90 años, le propusieron que le diera nombre al Premio Bellas Artes de Cuento que entrega el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
“Ella aceptó y fue una forma de reconocer su aportación al cuento. Amparo habitó un país en el que resulta muy difícil profesionalizarse como escritor y como escritora más. Creo que la falta de reconocimientos es un saldo que nos revela cierto grado de injusticia que no se resolvió de una manera más adecuada. Creo que la gran satisfacción para Amparo Dávila fue saberse leída y buscada por jóvenes autores”, señaló Beltrán Félix.
LA MAESTRA DE VARIAS GENERACIONES
Amparo Dávila centró su creación literaria en el cuento que, indicó Alberto Chimal, la posicionaron como referente en la literatura mexicana, sino de toda la lengua castellana.
“El reconocimiento como referente se tardó mucho tiempo en llegar, pero se hizo. Como su literatura está centrada en la imaginación fantástica, fue un poco echa menos por el medio literario por mucho tiempo, su recuperación comenzó hasta los años 80, pero se concretó hasta este siglo”, declaró Chimal en entrevista.
Al reflexionar sobre las formas de leer los cuentos de Dávila, Chimal sostuvo que tiene muchas puertas de entrada; sin embargo, dijo que los interesados en acercarse a las obras de la zacatecana, pueden hacerlo a través de “El huésped”.
“En ese cuento se juntan todos sus elementos: la vida de las mujeres y el entorno familiar opresivo junto con lo misterioso, porque es la historia de una mujer maltratada por su marido quien le envía algo, que no se sabe qué es, pero que se dedica a hacerle la vida imposible”.
Por su parte, Geney Beltrán Félix dijo que además de abordar la sensibilidad femenina y las problemáticas a las que se enfrentan socialmente para su desarrollo personal, también representó las situaciones de los hombres.
“Amparo tuvo una visión perspicaz sobre la masculinidad en el plano de las relaciones laborales. Es interesante cómo identifica que en el caso de las mujeres la presión del matrimonio o la presión la crianza de los hijos puede llevarlas a la alteración de la conciencia y en el caso de los varones, es la presión de que sean proveedores económicos, es decir de desarrollarse profesionalmente de tal manera que es como la única validación aceptable”, dijo Beltrán Félix.
Ante el fallecimiento de Amparo Dávila, en redes sociales, Alejandro Tello, gobernador de Zacatecas, instituciones como la Secretaría de Cultura federal, el Instituto Zacatecano de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura lamentaron del deceso de la escritora.