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“Los mexicanos somos amantes de nuestros ancestros”, expresó el arqueólogo y director del Proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján, la noche del martes durante una charla que sostuvo con los suscriptores de EL UNIVERSAL con motivo de la publicación de su reciente libro "Arqueología mexicana. Sus orígenes y proyecciones", editado por El Colegio Nacional.
En dicha actividad, la tercera del círculo de lectura organizado por esta casa editorial, el también investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) comentó que el pasado permea todos los ámbitos de nuestro quehacer cotidiano ya que el interés por conocer sobre las culturas antiguas que habitaron el país se remonta a los siglos XVII y XVIII, cuando figuras como Carlos de Sigüenza y Góngora y Lorenzo Boturini intentaron estudiar las pirámides de Teotihuacan.
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Durante más de una hora, López Luján platicó diversidad de temas: por qué las primeras publicaciones sobre arqueología en México fueron apócrifas, cómo influyeron las excavaciones hechas en Italia para que en el país iniciaran rescates arqueológicos, quién fue el anticuario y pésimo dibujante Guillermo Dupaix, por qué el monolito de la Coatlicue causó temor a las autoridades y fue sepultado, y cómo fue trasladada la Piedra del Sol cuyo peso supera los 20 mil kilos.
“Es un libro que habla de algo en lo que los mexicanos somos líderes en el mundo: formamos parte de ese grupo de naciones que hace una arqueología de clase mundial. ¿Y por qué los mexicanos? Se oye muy presuntuoso, pero la respuesta es que hemos excavado desde 1675. Ya no somos novatos. Quienes ejercemos la profesión actualmente tenemos la fortuna de ser el eslabón más reciente de una larguísima cadena, porque la ciencia de la arqueología es un quehacer de carácter colectivo”, indicó.
El arqueólogo también comentó que su profesión, a pesar de la falta de apoyo presupuestal por parte del Estado, no tiene que ver con la imagen que se presenta en algunas películas.
“Ahí se muestra a un protagonista que trabaja solo, aislado, y es todo lo contrario, trabajamos en grandes equipos constituidos por personas de todas las edades: desde chicos que están en la prepa hasta los estudiantes de doctorado o maestros que han excavado en el Templo Mayor desde 1978, hace 47 años”, dijo.
López Luján mencionó que México compite en ese quehacer científico con países de primer mundo: Estados Unidos, Canadá y China. Reiteró que eso es gracias a intelectuales que desde el siglo XVII se preocuparon por recuperar, preservar y proteger lo que hoy es el patrimonio nacional: cerámica, edificaciones, restos orgánicos (fauna y flora), documentos y códices.
“Por ejemplo, (se lo debemos) a personajes como Carlos de Sigüenza y Góngora, sabio antes de la Ilustración que en 1675 se le ocurrió ir a hacer una excavación a la Pirámide del Sol, ésta mide 67 metros de altura, no es poca cosa, y la de la Luna no se queda atrás, mide 45, que es lo mismo que medía el Templo Mayor de Tenochtitlan. Él quería saber si la pirámide estaba hueca o no porque esperaba que hubiera dentro un gran tesoro, que es lo que todo el mundo vislumbra”, detalló.
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El invitado al círculo de lectura de EL UNIVERSAL indicó que los primeros exploradores tenían "arqueofilia", un amor por los vestigios del pasado, y enfrentaron múltiples adversidades como cruzar mares para llegar a la Nueva España, tramitar salvoconductos e invertir su fortuna en su pasión.
“Hoy uno está abrigado, ahora no hay presupuesto, pero generalmente hay condiciones para que uno pueda realizar su investigación. En aquel entonces, todos los viajeros, todos los exploradores interesados en visitar nuestras zonas arqueológicas lo hacían bajo su propia cuenta y riesgo. Ellos financiaban sus expediciones, no había ningún apoyo gubernamental ni el virrey ni el rey de España apoyaban”, narró.
Al final de la charla y antes de la firma de libros, los suscriptores preguntaron algunas dudas y curiosidades a López Luján, por ejemplo, cómo proteger los vestigios desenterrados ante la construcción del Tren Maya, si todos los hallazgos de objetos prehispánicos siempre son fortuitos y si sus padres influyeron para que estudiara arqueología.
melc