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Todo comenzó un día en el que Roberto Ruiz comía un mole de olla y quedó fascinado por el hueso del chambarete. Para aquel entonces, Ruiz –nacido en Oaxaca en 1928, pero que residió en la Ciudad de México– ya era conocido como “El Escultor” y trabajaba la madera y el barro. Ese fue el comienzo de una carrera como escultor en miniatura que lo llevaría a ganarse el Premio Nacional de Artes en 1988 y a hacerse amigo de Carlos Monsiváis, el máximo comprador de su arte y cuya colección ahora se exhibe en la muestra "Roberto Ruiz. El gigante de la miniatura", en el Museo del Estanquillo.
La exposición cuenta con 600 mini esculturas en hueso, ya sea de res, costilla de manatí o incluso semilla tawa, considerado el “marfil vegetal”. “Él dijo ‘yo tengo muchas ganas, desde hace mucho tiempo, de trabajar el hueso, pero no sé de qué forma lo voy a hacer, pero lo voy a lograr’”, recuerda Abraham Ruiz, hijo del artista.
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Al descubrir las herramientas necesarias para trabajar el hueso –motor con chicote y maneral y un esmeril– Ruiz comenzó una travesía por el tallado en la que plasmó escenas históricas, con Miguel Hidalgo y Benito Juárez como protagonistas, recuerdos familiares, animales, cráneos diminutos, nacimientos y escenas protagonizadas por la calavera garbancera –se consideraba alumno indirecto de José Guadalupe Posada, quien lo cautivó con sus grabados cuando tenía seis años.
“He encontrado mi mármol”, fue la expresión dicha por Ruiz cuando supo que el hueso era su medio de expresión ideal, afirma su hijo.
Carlos Monsiváis conoció el trabajo de Roberto Ruiz en el Museo de Culturas e Industrias Populares a finales de los 60, en la tienda del museo adquiría sus esculturas y un día finalmente le presentaron al autor de la obra.
“Vino a la casa y le dio una demostración personal. Mi papá le puso un banco al lado de su restirador y se puso a trabajar. Monsiváis, con libreta, pluma en mano y su cámara, cuenta mi padre que no pudo escribir ni una sola línea ni mucho menos una fotografía, dice que en cuanto empezó a esculpir, Monsiváis casi dejó de respirar para no perder detalle. Obra que terminaba mi padre, obra que ya estaba comprometida con Monsiváis. Así empezó una enorme amistad que duró décadas”, narra Abraham Ruiz.
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El hijo del artista explica que lo que más sorprendió al escritor fue que el proceso de escultura es a mano alzada. No hay dibujo que funcione como guía. Pero de esa misma forma trabajan ahora Abraham y José Manuel, conocidos en el medio como “los hermanos Ruiz”, quienes conservan la tradición de la mini escultura en hueso y la realizan, al igual que su padre, en Ciudad Nezahualcóyotl.
Roberto Ruiz, cuya obra forma parte de colecciones como el Fondo Nacional de Artesanías; el Fondo Cultural Banamex, y el Museo de Culturas Populares del Instituto Mexiquense de Cultura, fue quien rescató y perfeccionó la escultura en hueso. El legado del creador –que falleció en 2008– de cuidar esa forma de trabajo continúa con sus hijos, quienes cuentan con la certificación mundial de la talla de hueso por parte de la Craft Encyclopedia.
Roberto Ruiz. Gigante de la miniatura estará abierta al público hasta finales de noviembre.