Nueva York. —Al referirse a su obra (Paloma blanca deja volar), que expone en la 81 Bienal del Whitney, Eddie Rodolfo Aparicio, artista angelino de padres salvadoreños, ha explicado que aunque usa el archivo en su obra, este no le interesaba como algo estático y terminado. Esa forma de relación con el archivo, como una memoria que se visita para conversar sobre el presente y pensar el futuro, está en muchos de los trabajos en la , que permanecerá en exhibición hasta el 11 de agosto.

La del Whitney es la más antigua de las bienales de América, inició en 1932 como exposición anual pero en 1973 se volvió bienal. En esta edición participan 71 artistas y dos colectivos, seleccionados por las curadoras Chrissie Iles y Meg Onli, bajo el lema “Even Better Than the Real Thing” (Aun mejor que la real), que retoma una canción de U2 que remite a la actulidad con la Inteligencia Artificial, si bien las obras expuestas no necesariamente aluden a esta.

Algunos artistas usaron archivos concretos y físicos; otros tomaron obras de arte previas, olvidadas o silenciadas, para tornarlas en documentación y entablar nuevas conversaciones sobre temas inconclusos y difíciles, como hacen Isaac Julien y Sharon Hayes.

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De Carmen Winant, The Last Safe Abortation (El último aborto seguro),  un gran tapiz de 2 mil 500 fotos que se centran en el apoyo, cuidado y atención al aborto. Foto: Sonia Sierra
De Carmen Winant, The Last Safe Abortation (El último aborto seguro), un gran tapiz de 2 mil 500 fotos que se centran en el apoyo, cuidado y atención al aborto. Foto: Sonia Sierra

Junto al archivo y la memoria, el género y el cuerpo en transformación, la polémica sentencia sobre el aborto en EU, el cuidado y la solidaridad, la enfermedad, la vejez y la inclusión de otras formas de lenguaje acalladas son motivos en las obras en el Museo Whitney.

Las curadoras enmarcan su propuesta en cómo este es un tiempo donde la IA complica la comprensión de lo que es real, y donde la retórica alrededor del género y la autenticidad son usadas política y legalmente para perpetuar la transfobia y restringir la autonomía corporal. Por ello proponen la Bienal como un espacio para dar voz a artistas que abordan esas discusiones.

Figuran creadores que cada vez más trabajan desde la interdisciplina, que combinan teatro, escritura, música y cine, como Ligia Lewis, Clarissa Tossin o el mismo Isaac Julien. Se incluyen artistas indígenas y creadores de otros territorios con quienes se propone un diálogo sobre el arte y los dilemas ambientales y políticos, desde sus lugares, como son Seba Calfuqueo, de Chile; Siku Allooloo, de Canadá, y Zulaa Urchuud, de Mongolia.

Acudir al archivo o a la memoria para construir nuevas narrativas frente a formas de ver que han sido hegemónicas es lo que hace la artista Carmen Winant con The Last Safe Abortation (El último aborto seguro), obra muy elocuente tras la revocación en EU de la sentencia Roe vs. Wade, en 2022, que desde 1973 otorgaba el derecho constitucional a las mujeres para interrumpir su embarazo. La pieza de Winant es un gran tapiz de 2 mil 500 fotos en la pared, de archivos personales, de organizaciones y de instituciones del Medio Oeste que se centran en los actos de apoyo, cuidado y atención al aborto.

Sharon Hayes expone la cuarta parte de su serie Ricerche, una videoinstalación donde replicó el ejercicio de Pasolini en Comizi d'amore; como el director italiano, Hayes salió con su cámara a hacer preguntas a grupos específicos sobre el amor y la sexualidad. Para Ricerche: four interrogó a 35 adultos mayores de tres grupos LGBTQIA. Es una obra donde trae el poder de la voz de cada persona y su generación. Con ello construyó un ejercicio político, su arte, ha declarado, busca el desmantelamiento de la heteronormatividad patriarcal blanca. Este trabajo se expone de la manera como fue creado: en un círculo, donde los espectadores sentados escuchan. Hayes quiso así recuperar la conversación, algo roto después de la pandemia y por el uso de las redes sociales.

Junto a la obra de Hayes está Lacunae, de Mary Kelly, autorretrato de cenizas en la pared a modo de almanaque para hablar del envejecimiento y muerte. En esa sala, en su instalación escultórica de botiquines con vaselina, Toilette (Baño), Carolyn Lazard cuestiona la privatización de la medicina y del cuidado.

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Ricerche, una videoinstalación de Sharon Hayes con la que busca el desmantelamiento de la heteronormatividad patriarcal blanca. Foto: Sonia Sierra
Ricerche, una videoinstalación de Sharon Hayes con la que busca el desmantelamiento de la heteronormatividad patriarcal blanca. Foto: Sonia Sierra

Más adelante está White Dove Let us Fly, de Eddie Rodolfo Aparicio; es una obra hecha en ámbar que se ha ido transformando dejando ver las huellas, materiales y memorias con que fue creada, que son elementos relacionados con archivos de la masacre de El Mozote, en El Salvador en 1981.

Atrás de la obra de Aparicio se aprecia una de las piezas más poderosas visualmente en la Bienal: Ruins of Empire II or The Earth Swallows the Master’s House (Ruinas del imperio II La tierra se traga la casa del amo), de Kiyan Williams, una escultura de la fachada norte de la Casa Blanca, hecha de tierra y llena de fisuras, inclinada casi al punto de caerse, con la bandera estadounidense izada. Williams consigue hacer un retrato de la fragilidad del sistema político estadounidense en uno de sus momentos más complejos. Para la Bienal el artista ha incluido una estatua de la activista trans Marsha Johnson, a quien ubica atestiguando la caída y las grietas en el centro del poder político del país.

Esa Casa Blanca frágil se expone en la terraza del Whitney, desde donde se ve parte de Nueva York y del río Hudson.

Desde una terraza es posible ver un espectacular creado por el colectivo People who Stutter Create (PWSC, Las Personas que Tartamudean Crean) con una frase en español, chino e inglés, con espacios en blanco como las pausas en el lenguaje de la tartamudez: “La tartamudez nos ofrece tiempo”.

Una obra que ha recibido muchos visitantes es Once Again… (Statues Never Die) (Una vez más... Las estatuas nunca mueren), una videoinstalación con sonido envolvente, en blanco y negro, con un selecto grupo de actores, que realizó Isaac Julien. En ella, el artista nacido en Londres y con residencia entre esa ciudad y California construye varios planos de imágenes y de relatos con el fin de generar conversaciones sobre el coleccionismo, la sustracción de piezas de sus contextos culturales, el legado de artistas negros y su lugar en los museos, el poder y el deseo queer.

La conversación central es entre el filósofo, crítico cultural y promotor del llamado renacimiento del Harlem, Alain Locke (1885-1954), y el coleccionista Albert C. Barnes (1872 -1951), fundador de la colección Barnes en Filadelfia, que entre otras piezas coleccionaba arte africano; pero en otros planos están también la relación entre Locke y el escultor Richmond Barthé, de quien se incluyen obras en la videoinstalación, al igual que aparecen esculturas contemporáneas de Matthew Angelo Harrison.

Once Again trae de vuelta una conversación que había abierto una película de Chris Marker y Alain Resnais, Les estatuas meurent aussi (Las estatuas también mueren), de 1953, que fue prohibida en Francia por su sentimiento anticolonial y que planteó dudas sobre la adquisición y exhibición de obras africanas en museos europeos.

El artista Isaac Julien quiere evidenciar que hay preguntas que se habían abierto hace más de medio siglo pero que siguen sin obtener respuesta.

En cuanto a la participación de artistas mexicanos, en la 81 Bienal se encuentra Debit (Delia Beatriz), de Monterrey, que vive y trabaja en Nueva York.

Ella participa con un performance que presentó en abril de su álbum The Long Count (La cuenta larga), que es resultado de una investigación sobre los instrumentos de viento mayas del posclásico tardío, a partir de los cuales creó instrumentos digitales y compuso música para ellos, si bien no existe ningún sistema de notación musical de esta cultura.

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Once Again… (Statues Never Die) (Una vez más... Las estatuas nunca mue en), una videoinstalación que realizó Isaac Julien con varios planos y relatos. Foto: Sonia Sierra
Once Again… (Statues Never Die) (Una vez más... Las estatuas nunca mue en), una videoinstalación que realizó Isaac Julien con varios planos y relatos. Foto: Sonia Sierra

En la Bienal se expone otra propuesta que coincide en la exploración de sonidos para instrumentos musicales mayas, es de la brasileña residente en Los Ángeles Clarissa Tossin. Su película se llama Mojo’q che b’ixan ri ixkanulab’/ Antes de que los volcanes canten/ Before de Volcanoes Sing y pretende dar cuenta de cómo a través de la recreación y la recuperación se activa la cultura maya contemporánea.

Finalmente, también está presente ektor garcia, quien vive y trabaja entre la Ciudad de México y Los Ángeles, y que presenta portal DF/NOLA, dos piezas tejidas en crochet, una artesanía que aprende y practica, que asocia a los tiempos y a la condición del viaje que es parte de su historia y lugar como artista entre dos países y dos culturas.

La 81 Bienal del Museo Whitney se podrá visitar hasta el próximo 11 de agosto.

White Dove Let us Fly (Paloma blanca deja volar), de Eddie Rodolfo Aparicio. Foto: Sonia Sierra
White Dove Let us Fly (Paloma blanca deja volar), de Eddie Rodolfo Aparicio. Foto: Sonia Sierra
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