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El jueves 11 de abril de 1929 Alfonso Reyes arrancó la escritura de Landrú, una opereta fársica —que concluyó hasta los años 40— inspirada en Henri Désiré Landru, el asesino serial francés que fue juzgado, sentenciado y ejecutado en la guillotina en 1922. Curioso por querer saber hasta qué punto Alfonso Reyes, en cierto modo, fue capaz de identificarse con este personaje al grado de escribir una obra, Adolfo Castañón arrancó con una investigación que derivó en el ensayo “Landrú, la opereta de Alfonso Reyes”, que hoy a las 13 horas se transmitirá como parte de las “Lecturas estatutarias de la AML”.
El ensayista y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua asegura que su interés es saber qué tanto Reyes se identificó “con este monstruo y, en cierto modo, compartir su antropología bárbara y su perverso humanismo”, señala Castañón en entrevista, donde agrega que se planteó otra pregunta ¿Tenía Reyes una faceta oculta de Barba Azul?”
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“Todo esto me lleva a una conclusión: uno no termina de leer nunca a un autor y este autor, en el caso Reyes, para mí en relación con Landrú, nos revela una posibilidad de lectura novedosa para abrir un flanco en el conocimiento de su obra, que tiene que ver con el flanco de lo prohibido, con textos prohibidos, textos licenciosos, textos que tienen que ver con Árbol de pólvora, con La fábula de las abejas, que tradujo don Alfonso de Mandeville, o el mismo Canto del Halibut. De alguna manera a mí me remiten a este horizonte juguetón y carnavalesco de Alfonso Reyes que estaba nutrido en la cultura renacentista y eventualmente hasta de la Edad Media, y que de pronto resucita a este personaje de las páginas de la nota roja en una farsa que tiene algo de medieval y que es precisamente una opereta”, asegura.
El estudioso de Alfonso Reyes, que es autor de libros como Alfonso Reyes en una nuez y Caballero de la voz errante, define este ensayo como “un ejercicio de filología radical”, en el sentido de sacar todos los trastes, las raíces y las diversas posibilidades del texto y darle la vuelta para “ver hasta qué punto Reyes estaba en cierto modo movido por una pulsión sensual, erótica, quizás de un erotismo infantil, y que siempre estaba en el horizonte de tocar raya, de estar llegando al límite y ese límite lo representaría Landrú, creo que ese es un reverso de la solemnidad que despliega Reyes en textos como figenia cruel y otros, y es un reverso jocoso, carnavalesco y en cierto modo salutífero, porque nos hace salvar a Reyes de la monumentalidad que él mismo buscó”, afirma Castañón.
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Tras la investigación que surgió a partir de la petición que le hicieron Javier Perucho y Cathy Fourez, para una ficha del diccionario de la ficción policial en México, que trabajan, Castañón indagó en esta opereta que no llega ni a 15 páginas y que está publicada en el tomo 23 de sus Obras completas, y tras la cual confirma que hay una identificación con la cultura viva y con la cultura moderna.
En su búsqueda, Castañón dice que la historia de Landrú pudo llegar a Reyes a través de los surrealistas que estuvieron en ese juicio, pues en realidad Reyes no estaba tan ajeno al universo del surrealismo y de la vanguardia, “en su propia obra hay textos que tienen que ver con este horizonte relacionado con el crimen y con la investigación policial como El suicida“, concluye Adolfo Castañón.