Mis padres son alemanes, los dos de Berlín. Emigraron a México en 1957, por lo que nací y crecí en Tuxpan, Michoacán. Soy mexicana de nacimiento y de corazón.

Mi relación con la UNAM inicia cuando ingresé a la Facultad de Ciencias del campus central en la Ciudad de México a estudiar Biología en 1978. Fueron unos años maravillosos durante los que conocí a amigas del alma que sigo teniendo a la fecha. Fuimos a muchos lugares por las prácticas de campo que se hacían desde el primer semestre en todas las materias, y es donde aprehendíamos el conocimiento teórico visto en clase. Eso fue lo mejor de la carrera. Casi al finalizar tomé la asignatura de Edafología, que me acercó al suelo y ahí me quedé: es mi tema de trabajo hasta hoy en día. Mi relación con el suelo es mi conexión con la Tierra misma.

Como venía de provincia, mi hermana que ya tenía varios años estudiando en la UNAM caminó conmigo el primer recorrido por Ciudad Universitaria, este campus hermoso con su paisaje volcánico tan característico, el cual yo en ese momento no apreciaba, pero el tiempo me haría acercarme a él. En esa época, 1982, se peleó por el territorio para proteger el ecosistema originario que se desarrolla sobre la lava del volcán Xitle, y se logró preservar una pequeña porción firmando un acuerdo de reserva en 1983. Muchos de mis compañeros de generación estuvieron en esa lucha. Yo no participé, seguramente por desinterés y poca consciencia. Sin embargo, ahora, muchos años después, estoy como secretaria ejecutiva (SE) de la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA) dando continuidad a ese esfuerzo realizado por el pedregal y por la vida silvestre que sostiene nuestra propia vida.

Continué con la maestría en la Facultad de Ciencias. Entré como técnica académica al Instituto de Geografía (IGg), donde tuve la oportunidad de conocer más sobre la contaminación que sufren los suelos por diversas actividades humanas, y eso me animó a hacer un doctorado en Alemania con el gran privilegio de contar con una beca de la DGAPA, lo que me aseguraba una plaza de investigadora al regresar.

Así, en 1994 me reincorporé con dicho nombramiento al IGg para abordar muchos temas relacionados con el suelo, sus funciones ecológicas, actividades humanas que lo degradan y las prácticas de conservación para protegerlo. He sido jefa de laboratorio, secretaria académica, profesora, tutora, asesora, etcétera, y siempre ha habido en todos estos quehaceres áreas de oportunidad para seguir adquiriendo conocimientos y experiencia. He participado en un sinnúmero de proyectos que me han llevado a muchos lugares de México para realizar trabajo de campo. Todos han dejado huella, pero entre los más relevantes está el Geoparque Mixteca Alta, donde reforcé mi conexión y respeto por la Madre Tierra, porque en ese territorio estos valores se practican día con día. El asunto al que me dedico actualmente es el suelo en las zonas urbanas, todo un reto ya que requerimos asilvestrar nuestras ciudades y reconocer las funciones ecológicas tan importantes que cumplen los suelos. El suelo sustenta la vida también en las urbes.

Desde hace siete años estoy en la SEREPSA, un periodo que me ha permitido ver más allá de la academia y los lados no tan brillantes de mi Alma Mater. Con los colegas de la SEREPSA he aprendido mucho sobre la importancia de convivir y ser parte de la naturaleza, de ser congruente con principios éticos, de estar atenta a lo que me rodea, de identificar este ecosistema originario único que se desarrolla sobre el derrame lávico del Xitle, de caminarlo y de desesperarme por encontrar soluciones a tantos factores de presión que enfrenta día con día por la ignorancia e inconsciencia que tenemos los seres humanos frente a la vida silvestre nativa.

La Universidad Nacional me ha dado mucho, pero es un dar y recibir mutuo. Dar para recibir; es un eterno trueque en todas las facetas de la vida. Aporto con actitud positiva y compromiso en la colaboración de actividades académico-administrativas, también donando a la Fundación UNAM para contribuir con un granito de arena a la gran labor que realiza.

Mi vínculo con la UNAM es amplio, largo, multifacético, desde diversas perspectivas: visitante, alumna, técnica, mamá, investigadora, académica-administrativa. Me ha permitido mirar hacia diferentes ángulos y profundidades, y hay cosas muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas. El asunto es con qué actitud abordarlas. Eso es decisión de cada una de nosotras, al igual que poner manos a la obra para tratar de lograr cambios.

Investigadora titular B del Instituto de Geografía

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