Me siento muy orgulloso de ser producto de la educación pública mexicana, laica y gratuita, y, en particular, de ser parte de la Fundación UNAM.

Entré a la UNAM como estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria número 5, en Coapa, en 1959. En aquel tiempo, la Prepa 5 se encontraba en un lugar rural, cerca de Xochimilco, con un ambiente de libertad y creatividad, cualidades que caracterizan a nuestra Universidad. Tuve excelentes profesores y desde entonces me empecé a interesar en el campo de las matemáticas. No sabía que la carrera de Matemáticas per se estaba disponible y para mí lo más cercano era la ingeniería (en sus diversas variantes). Por eso decidí ingresar a la Facultad de Ingeniería en 1961. Después del primer año, en el que obtuve buenas calificaciones en la parte matemática, me enteré de que la licenciatura en Matemáticas existía en la UNAM, ya que un amigo me contó que, junto a la Facultad de Ingeniería, había un lugar maravilloso: la Facultad de Ciencias. Tenía maestros excepcionales que explicaban temas difíciles de la matemática de una manera accesible (se refería a Alberto Barajas, Carlos Graef, Emilio Lluis, Guillermo Torres, entre otros). Además había un café con un gran ambiente, lleno de estudiantes discutiendo ciencia, arte, política y, en general, de todo.

Me inscribí en la Facultad de Ciencias en 1962 (manteniendo las dos carreras: Ingeniería y Matemáticas) y desde el inicio ese lugar me fascinó. Al final del primer año conocí al profesor Harold V. McIntosh, un físico estadounidense y experto mundial en informática. Gracias a él obtuve una beca para ir por dos meses a la Universidad de Florida, en Gainesville, para el desarrollo de LISP. Ese año abandoné mis estudios de Ingeniería y me dediqué sólo a las matemáticas. En el verano de 1964 tuve la gran fortuna de coincidir con el catedrático Solomon Lefschetz de la Universidad de Princeton, uno de los mejores matemáticos del siglo xx, quien jugó un papel fundamental en la evolución de las matemáticas en México, y asistí a su seminario sobre sistemas dinámicos. Creo que me fue bien en su curso, pues al final del año recibí una carta de él sugiriendo que fuera a realizar mi doctorado en la Universidad de Brown. Seguí su consejo y me doctoré en 1973, después de pasar dos años en el IMPA, en Brasil, y regresar a México como docente del CINVESTAV (1971-1986). Posteriormente, por sugerencia del doctor James Eells, de la Universidad de Warwick, fui elegido como coordinador de la Sección de Matemáticas del Centro Internacional de Física Teórica (ICTP)  en Trieste, Italia (1986-1993), el cual tenía como director al profesor Abdus Salam, premio Nobel de Física.

El ICTP  es un centro de muy alta categoría que tiene, entre otras cosas, el objetivo de impulsar la ciencia en países en desarrollo, organizando escuelas, conferencias y actividades de primer nivel con programas de profesores y científicos que pueden visitarlo por periodos largos.

En ICTP tuve la oportunidad de conocer e interactuar con una gran cantidad de científicos, en particular matemáticos de todas partes del mundo, incluyendo a algunos galardonados con premios como el Nobel, la Medalla Fields y la Medalla Dirac. Durante mi estancia ahí hubo una participación notable de matemáticos mexicanos, lo cual tuvo un impacto muy positivo en México.

Finalmente, antes de reintegrarme a México, fui profesor de la Universidad de Lille en Francia (1993-1998).

Desde 1999 hasta el momento me he desempeñado como investigador del Instituto de Matemáticas, Unidad Cuernavaca, de la UNAM. Todos estos años en la Universidad, mi Alma Mater, han sido maravillosos y me han permitido interactuar con colegas y estudiantes estupendos. He visto el desarrollo de la Unidad de la que formo parte a un nivel de prestigio internacional y me gustaría pensar que he contribuido en el mismo.

Creo que la investigación en matemáticas es una de las actividades humanas que ofrece más libertad creativa, y el ambiente de la UNAM incentiva la creatividad. La Universidad es el espíritu de México y ha jugado un papel fundamental, en todos los aspectos, en el país.

Durante mis siete años de trabajo en el ICTP, constaté, en tiempo real, la importancia que tiene una institución que provee de becas a científicos de bajos recursos provenientes de países en desarrollo, pues he visto el enorme impacto que puede provocar. La Fundación UNAM juega un papel similar en México y sus contribuciones se notan. Es una organización que nos debe enorgullecer y a la que hay que apoyar sin reservas.

Investigador titular C del Instituto de Matemáticas

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