Mi relación con la UNAM comenzó en 1980, cuando ingresé al Centro de Iniciación Musical de la entonces Escuela Nacional de Música (hoy Facultad de Música), justo cuando estrenaba su nueva sede en Coyoacán tras su traslado desde el histórico edificio Mascarones, en San Cosme. En ese momento inicié una relación de vida con una institución que, con el tiempo, se convirtió en mi casa académica y profesional.
A lo largo de mis estudios fui acompañada por maestros excepcionales, como Aurelio León y Luisa Durón, quienes no sólo me formaron como pianista y clavecinista, sino que me inspiraron por su calidad humana y musical. Sus enseñanzas y ejemplo fueron decisivos para que, desde muy joven, yo también quisiera dedicarme a la docencia y al quehacer musical, siempre con una perspectiva universitaria.
Con gran orgullo puedo decir que mi vida académica y profesional ha estado profundamente ligada a la Máxima Casa de Estudios: a los 20 años comencé a trabajar como ayudante de profesor; después me convertí en profesora de asignatura. Más adelante, gracias al apoyo de la UNAM, a través de una beca de la DGAPA, realicé estudios de posgrado en el New England Conservatory of Music, en Boston. A mi regreso concursé y obtuve una plaza de tiempo completo en la Facultad de Música, y en 2013 terminé el doctorado en la misma institución. Desde 2021 tengo el honor de ser directora artística de la Academia de Música Antigua de la Universidad, un ensamble integrado por jóvenes instrumentistas y cantantes que reciben becas otorgadas por la propia UNAM.
A lo largo de mi trayectoria he tenido el enorme privilegio de recibir algunos de los reconocimientos más significativos que brinda nuestra Universidad: las medallas Gabino Barreda y Alfonso Caso, la Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos y el Reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz. Cada uno de estos galardones ha representado, en su momento, una confirmación entrañable y trascendente de que el trabajo constante, el compromiso con la docencia y la pasión por la música pueden tener un eco duradero en la vida universitaria. Cada premio ha sido un impulso: una invitación a seguir creciendo, compartiendo y contribuyendo con la sociedad mexicana desde mi espacio académico y artístico. La UNAM nos forma, nos inspira y nos reconoce. Y ese reconocimiento, en particular para quienes venimos de una educación pública, tiene un valor incalculable.
Amo profundamente mi trabajo y agradezco cada día la oportunidad de pertenecer a una Universidad que transforma vidas. Y justamente porque he vivido esa transformación en carne propia, mi experiencia personal me permite distinguir y valorar la enorme labor de Fundación UNAM, que brinda apoyo a jóvenes alumnos para que puedan terminar sus estudios y cumplir sus metas. Cada beca representa una posibilidad de cambio, una puerta que se abre, un camino y una vocación por descubrir y un talento que se proyecta hacia el futuro.
La música y las artes en general son, sin duda, factores fundamentales que transforman vidas. En un país como México, donde el acceso a la educación y a la cultura aún enfrenta grandes retos, iniciativas como las de Fundación UNAM resultan indispensables. No sólo permiten que los jóvenes accedan a una formación de excelencia, sino que siembran esperanza, construyen comunidad y generan oportunidades reales de desarrollo.
Por eso, cuando hablamos de la UNAM y de Fundación UNAM, no hablamos sólo de instituciones: hablamos de compromiso, de solidaridad y de la certeza de que la música y las artes pueden cambiar destinos y enriquecer el alma de un país entero.
Profesora de la Facultad de Música de la UNAM. Directora artística de la Academia de Música Antigua (AMA-UNAM)
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