Nunca tuve dudas de que mi opción de formación era la UNAM. La Máxima Casa de Estudios de México ha sido y seguirá siendo mi referente, mi origen. En buena medida, la Universidad es responsable de la visión que tengo de nuestro país y de la conciencia sobre la pluralidad y diversidad de un contexto social como en el que vivimos.

Sólo siendo universitario se puede entender que, en el bullicio de sus aulas, en el trajín de sus alumnos de distintos estratos sociales –incluso con intereses e ideologías distintas–, en la peculiaridad de sus profesores –que bien podrían ser activistas en movimientos estudiantiles, altas autoridades en oficinas gubernamentales o ejecutivos en encumbrados despachos profesionales–, se encuentran destellos de la multiculturalidad y riqueza de pensamientos, aunque también de las grandes disparidades en nuestra nación.

Inicié mi vida universitaria en la Facultad de Ingeniería, un gran reto para cualquier preparatoriano regular que, como yo, tuvo la fortuna de sumarse a la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones, entonces tan disruptiva como lo es ahora la Inteligencia Artificial.

Ahí me forjé con grandes maestras y maestros que esparcían conocimientos no sólo técnicos o en ciencias puras, sino también en ramas como filosofía y letras. De origen diverso, algunos profesores ucranianos o rusos nos compartían, además, su visión del mundo tras la caída de la Unión Soviética. Sin importar qué bandera enarbolaran, aprendí de todos ellos su altísimo compromiso y responsabilidad social, principios que han marcado mi desarrollo profesional y laboral.

Era tal la riqueza docente en la Facultad, que tuve la fortuna de tomar clase con un astronauta y con directores e implementadores de sistemas satelitales, lo que fue tan gratificante que podría decir que ahí nació mi afición por el espacio y los satélites.

Por otra parte, mi generación, en las postrimerías de la década de 1990, hizo las veces de puente de conocimiento entre las tecnologías analógicas, que yacían frente al universo digital; y quizá esa fue nuestra lección más trascendente: la resiliencia y la apertura a los cambios.

Aún gira en mi cabeza la inquietud de qué más se puede conseguir o cuál es la última frontera del conocimiento. Me parece fascinante la ciencia de poner cosas en el espacio (rocket science) y encontrar la manera de comunicarnos más allá de lo que lo haya logrado hasta ahora cualquier humano.

Sigo pensando que, en el futuro cercano, el “nuevo espacio” y las innovadoras generaciones satelitales cambiarán nuestra forma de ver y hacer las cosas; justo como el Internet, la banda ancha y los celulares llegaron a modificarlo todo; justo como se transformó mi visión de la sociedad tecnológica.

Desde entonces, mi vocación, orientación y experiencia profesional ha sido en telecomunicaciones, especialmente en los sistemas satelitales, de la mano de grandes mentores universitarios cuyas misiones fueron tan trascendentes como negociar las posiciones satelitales de nuestro país, nada menos.

Mi formación académica y humanística en la Universidad ha sido fundamental en el desempeño de mis funciones como comisionado del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT); ha sido puerta y vínculo con otros personajes en la industria y en el gobierno, con quienes comparto el deseo de seguir abonando para que la UNAM sea, durante varias generaciones más, el crisol de nuestro México tan diverso.

Quienes hemos tenido la fortuna de estudiar en sus aulas construimos un vínculo inmune al tiempo y al espacio. Por eso, es tan natural como imperativo para mí celebrar el trigésimo segundo aniversario de Fundación UNAM y su tenaz tarea de hacer posible que un número cada vez mayor de jóvenes compartan conmigo la experiencia de ser universitario.

A la Máxima Casa de Estudios le debo muchas cosas: mi carrera, la posibilidad de estudiar un posgrado y de formar parte de un doctorado conjunto en España, mi familia –de larga tradición universitaria– y muy especialmente la vocación de servicio y de construir una mejor nación.

Mi generación me enseñó a ser puente. Hoy me corresponde erigir uno entre dos modelos de regulación para los sectores de telecomunicación y radiodifusión, y tengo la responsabilidad de hacerlo con una perspectiva técnica y humanista, tal como la que aprendí en la Universidad.

Larga vida a la UNAM y a su Fundación.

Comisionado del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT)

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios

Noticias según tus intereses