En 1932 en la Unión Soviética, recuerda el violonchelista mexicano Carlos Prieto, se le dio un gran impulso a un grupo llamado Asociación de Músicos Proletarios, que alcanzó un poder monopólico, al grado que los conservatorios de música atravesaron épocas de gran intolerancia y de discriminación de clase, los estudiantes que tenían antecedentes burgueses eran expulsados y la mayor parte de los compositores del pasado quedaron en una lista negra.
A propósito de su Lectura Estatutaria de la Academia Mexicana de la Lengua, titulada “Las músicas prohibidas en la Unión Soviética en el siglo XXI”, que dictó ayer jueves y fue transmitida por las redes sociales de esa institución, el destacado músico, asegura en entrevista que durante esa época se les pidió a los jóvenes intérpretes dejar de tocar obras de compositores importantísimos.
“Les impidieron interpretar a Beethoven y a Liszt, a quienes calificaron como autores ajenos al proletariado; a Schumnan lo calificaron como antisocial y ultraindividualista, a Chopin como esteta de salón, a Scriabin como oscurantista y místico. A Bach lo calificaron como hombre de la iglesia y a Rachmaninov bandido guardiablanca. Al final solo se salvaron Beethoven porque dijeron que su música expresaba la esencia democrática de la Revolución Francesa y Mussorgsky por ser el fundador de la tradición popular y revolucionaria en la música rusa”, señala Carlos Prieto.
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El integrante de la Academia Mexicana de la Lengua dice que cuando llegó el proletariado a la Unión Soviética, llegaron grandes ignorancias, y que debido a esa ignorancia, ocurrió esto que ocurrió. “Un compositor ruso genial como Dimitri Shostakovich fue objeto de gran intolerancia y censura”, señaló y recordó la forma en que la obra de este compositor ruso fue retirada de todos los repertorios por Stalin.
Carlos Prieto cita un claro ejemplo de esa censura, cuenta que en 1964 se estrenó la ópera de Shostakóvich llamada “Lady Macbeth de Mtsensk”, que tuvo un gran éxito inicial en la Unión Soviética y en países como Inglaterra y Estados Unidos. En 1936, Stalin expresó el deseo de ver la ópera que había tenido tal éxito y asistió a una fusión de “Lady Macbeth”, el director adjunto del Teatro Bolshoi llamó a Shostakóvich para pedirle que asistieran a la interpretación de “Lady Macbeth” porque estaría presente Stalin.
Shostakóvich fue y estuvo atento a las reacciones que había en el palco de honor, no podía ver a Stalin, pero sí a sus acompañantes, quienes en los momentos críticos soltaban carcajadas terribles y giraban el rostro para compartir sus risas con Stalin.
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“Se pensó que Shostakovich sería llamado al palco de Stalin durante el primer intermedio, pero no ocurrió así y en el segundo intermedio tampoco. Y cuando terminó la ópera, Stalin salió del palco sin saludar a nadie y exclamando: ‘Esto no es música, sino caos’. Unos días después apareció un editorial en el periódico ‘Pravda’, que era el órgano oficial del Partido Comunista Soviético y que es un periódico muy importante en Rusia, una editorial que cambió la vida de Shostakóvich y alteró el rumbo de la música soviética”, cuenta Prieto.
El título del artículo fue “Caos en vez de música” y Carlos Prieto señala que se pensó que el autor del artículo era nada menos que Stalin.
Prieto cita el artículo: “Desde el primer minuto el auditor queda desconcertado por una corriente confusa, deliberadamente disonante de sonidos. Aparecen fragmentos de melodía y frases embrionarias solo para perderse nuevamente en el ruido, los rechinidos y los gritos. Estos fuegos incomprensibles pueden terminar muy mal”.
Luego recuerda: “ante esas críticas la ópera de Shostakóvich, ‘Lady Macbeth’, tan elogiada poco antes, fue retirada del repertorio de Moscú, de Leningrado y de toda la Unión Soviética. Y a los pocos días aparecieron furibundas críticas contra Shostakóvich y todas sus obras fueron retiradas del repertorio. Esto fue un ejemplo de la intolerancia terrible hacia compositores geniales como como Dimitri Shostakóvich”.
El destacado violonchelista que comenzó a tocar el violonchelo a los cuatro años, estudiando con el chelista húngaro Imre Hartman, y posteriormente con Pierre Fournier en Ginebra y Leonard Rose en Nueva York afirma que las consecuencias de esa censura y prohibición a la música fueron terribles porque durante algún tiempo los compositores de más talento de la Unión Soviética fueron completamente echados de lado.
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“Los compositores del Oeste fueron prohibidos, como el dodecafonismo de Schöenberg, compositor genial, o la música de Hindemith, los que llamaban el constructivismo de compositores como Darius Milhaub, Honegger o los caminos heterodoxos de Stravinski que fue un compositor ruso, pero que salió de Rusia antes de la revolución. O Béla Bartók, compositor genial, compositor húngaro. Fueron todos denunciados como formalistas y como compositores ajenos al concepto socialista del arte”, relata.
Dice además que, aunque sí hubo un desarrollo musical en esa época, fue incompleto y limitado por la censura. Compositores como Shostakóvich tuvieron que componer obras completamente ajenas a su manera de componer, lo mismo que Prokofiev y la composición sufrió muchísimo, sobretodo durante la época de Stalin.
“Fueron prohibiciones no por los cambios de gobierno, sino con gobiernos dictatoriales como fue también el gobierno de la Alemania nazi o como fue el gobierno de la República Popular China”, afirma Carlos Prieto, quien señala que este ensayo sobre “Las músicas prohibidas en la Unión Soviética en el siglo XXI”, está contado en su reciente libro titulado “Mi vida musical” (DGE Equilibrista), que en unos días saldrá la traducción al inglés con el título “My Musical Life”; una obra que tiene “un magnífico prólogo del grandísimo chelista Yo-Yo Ma”, concluye Prieto y quien dice que el libro tiene tres QR para escuchar algunas de sus interpretaciones, dos de ellas con Yo-Yo Ma.
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