Javier Cercas, el escritor español que fue parte de la expedición que el papa Francisco hizo a Mongolia, en septiembre de 2023, y de la que nació su novela "El loco de Dios en el fin del mundo" (Random House), reconoce que este libro le ha cambiado toda la visión de la Iglesia y del cristianismo; sin embargo, apunta que tras ese viaje en el que entrevistó al Papa, recogió decenas de testimonios de cristianos católicos y condensó un panorama muy amplio de lo que hoy representa El Vaticano y la Iglesia católica, regresó siendo “igual de ateo que cuando me fui y más anticlerical”.
De visita en México para promocionar esta novela que 485 páginas que deambula entre el ensayo, la crónica de viajes, la biografía y la autobiografía, y que presentará hoy en una conversación con Juan Villoro en el Auditorio del Museo Memoria y Tolerancia, a las 19 horas, el también autor de Anatomía de un instante, El impostor y Soldados de Salamina dice que cuando le llegó la invitación de viajar con el Papa para escribir un libro sobre él, lo convenció la posibilidad de preguntarle a Francisco sobre si existe la resurrección de la carne y la vida eterna. Una certeza que dominaba a su madre a los 92 años y pregunta que la crítica ha celebrado como la razón que se les había olvidado a los católicos, pero que es el corazón del cristianismo.
Ateo y anticlerical, laicista militante e impío riguroso, un hombre que perdió la fe a los 14 años y que no sabe si podrá recuperarla, Javier Cercas fue a esa aventura “con la mirada limpia y desprejuiciada” y siendo un loco sin Dios fue a tratar de entender quién era ese loco de Dios, como se hacía llamar el papa Francisco. “Yo desde tiempo atrás quería saber ¿qué hacemos con la religión y qué hacemos con la tradición católica? en un mundo sin Dios y en un tiempo en que en Europa el catolicismo va en retirada, lo mismo que va en retirada en América Latina, que ha sido el gran granero del catolicismo. Sé que esa es una herencia fundamental, y entonces ¿qué hacemos con esa herencia?” Aunque fueron muchas más sus preguntas, Cercas quiso en este libro híbrido y mestizo intentar entender, pero no justificar, qué pasa en la Iglesia, que es lo que pasa en el Vaticano y quién era el papa Francisco. Un hombre, que, dice, no tiene nada que ver con ese personaje plano, edulcorado, el Papa de la caridad y de la misericordia, sino que Javier Cercas describe como “un hombre en lucha consigo mismo. Un hombre muy consciente de sus defectos, de sus limitaciones, de sus carencias, de sus pecados, que, como diría él, luchó a brazo partido a lo largo de toda su vida para ser el mejor que podía llegar a ser. Y quizás lo logro”, afirma el narrador.
Con todo, al final esta es una novela de gran luminosidad.
Es verdad. No es que yo me haya propuesto hacer una defensa de la Iglesia católica ni tampoco un ataque. Pero al final lo que hay es esperanza, no sé por qué. Quizás porque está mi madre. Yo creo que me he pasado la vida intentando entender a mis padres.
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Este es un libro que va contra los clichés. Los clichés son mentiras, al fin y al cabo. Y escribir es escribir contra la mentira. Y en este caso yo he ido contra la mentira, infinidad de mentiras que se cuentan sobre la Iglesia, pero no por afán de defenderla sino por afán de decir la verdad. Lo bueno, lo malo, lo regular, eso es lo que pretendía hacer, es mi obligación como escritor ser respetuoso y contar la verdad.
¿Es que hay gente interesada por sus semejantes, por ejemplo, los misioneros?
Los misioneros y las misioneras a mí me han impresionado mucho, son gente extraordinaria, son la parte más limpia de la Iglesia, son los que encarnan el cristianismo de Cristo, es decir, los que hacen cosas extraordinarias, lo que hacía Cristo y los que le siguieron a él, o sea, abandonar tu casa, tu familia, tu todo y tus ambiciones e irte al fin del mundo a 50 grados bajo cero a echar una mano, a estar con los que no tienen donde caérse muertos, con los alcohólicos, con las mujeres maltratadas. Entonces, es imposible no sentir admiración por esa gente. Por eso Francisco creía que los misioneros eran la mejor parte de la Iglesia, creía en una Iglesia misionera, creía que el cristiano tenía que ser misionero, tenía una visión muy radical de la Iglesia, pero muy exacta. O sea, o la Iglesia es eso o no es nada.
¿Una novela sobre la Iglesia católica y el cristianismo en pleno siglo XXI donde han perdido su fuerza?
Sí, es una reflexión de un loco sin Dios, en un mundo sin Dios, porque ya no vivimos en un mundo con Dios, Dios ya no ordena al mundo al que había ordenado siempre, entonces ¿qué hacemos con eso? Esa es la gran pregunta. Nosotros que todavía vivimos en un mundo cercano a eso, porque nuestros padres todavía vivían en ese mundo... Mi padre, mi madre vivían en un mundo ordenado por Dios. Nosotros ya vivimos en un mundo que no es así.
Cierto, parece un libro extemporáneo en el sentido de Nietzsche, que dice que hay que salir de su tiempo para entender su tiempo, ser extemporáneo o intempestivo. Es un libro raro, un libro extemporáneo, excéntrico. Incluso en su forma es excéntrico.
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¿Un libro que tenía que escribir este que eres hoy?
No se puede entender el presente sin el pasado. Y en este caso también. Yo no he escrito novelas históricas nunca. A mí el pasado no me interesa por sí mismo, me interesa en la medida en que forma parte del presente. El pasado es una dimensión del presente sin la cual el presente está mutilado. Y la Iglesia ha sido absolutamente determinante en los últimos 2 mil años de historia y sigue siéndolo en muchos sentidos, porque somos hijos de esa gran revolución que fue el cristianismo. Yo lo que intento es mostrar la realidad en toda su infinita complejidad. La realidad de los seres humanos, la realidad de la historia y hay una dimensión que es la dimensión religiosa que nosotros creemos haber extirpado, pero que no hemos extirpado, que sigue ahí presente. No sabemos de qué manera, no sabemos hacia dónde va, pero está ahí. Eso es lo que yo intento entender, y para entender lo uso todo, para empezar, el sentido del humor, que es fundamental, yo creo que el sentido del humor es lo más serio que existe, es un instrumento de conocimiento, es una de las cosas que hace este libro un libro distinto.
¿Una historia desde tu perspectiva y lenguaje?
Un libro sobre la Iglesia escrito con sentido del humor, un libro sobre la Iglesia escrito con un lenguaje distinto, con un lenguaje mucho más directo, gamberro, tenso. Con mi lenguaje. La Iglesia tiene un problema con el lenguaje, su lenguaje es viejo, gastado, poco interesante y con eso no van a llegar a ninguna parte. Cristo tuvo éxito porque su lenguaje era atractivo, estaba vivo. Este libro cuenta la Iglesia con un lenguaje distinto.
El lenguaje de Francisco era un lenguaje muy coloquial, eso lo hacía distinto, poco solemne, poco ornamentado, poco impregnado de los latiguillos de la iglesia, muy directo. Yo lo que he hecho es contarlo con mi lenguaje, con mi forma de ver las cosas, no he intentado reivindicar la lengua de Francisco, que no es la mía ni la de nadie, sino simplemente con mi lenguaje tratar los temas, los temas más complejos, la fe y la razón.
¿Si hoy es un mundo sin Dios, qué queda para las generaciones con tanta tecnología?
Nietzsche pensaba que la razón y la ciencia habían acabado con Dios. Tenía razón. Y entonces, ¿qué hay ahora? No lo sé. Creo que el papa Benedicto tenía razón cuando dijo que el futuro de la Iglesia tal vez sería una institución mucho más pequeña y mucho más militante. Es decir, a los cristianos se les reconocerá más por su actitud, por su forma de vida, pero será infinitamente más pequeña. La Iglesia creció demasiado. Ese es su problema. Murió de éxito.
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En nuestros países, la Iglesia ha estado en todas partes y ya no lo está. Y es bueno que no lo esté. Los papas ya no tienen poder. La gente sigue pensando que los papas tienen poder. No tienen poder político. No lo tienen y es mejor así.
Cuando el catolicismo y el cristianismo cayó o entró en crisis vinieron otros relatos a intentar explicarlo todo, el marxismo, el psicoanálisis, que tampoco lo han explicado todo. Y ahora vivimos en un mundo en el que ya no existen explicaciones colectivas. Explicaciones globalizantes, los grandes relatos han caído. Ya no hay un relato que lo explique todo. Hay que saber vivir sin certezas, pero siempre habrá gente que necesite los relatos globales, que quiera vivir de esa manera y hay que respetarlo.
¿Cómo serenar hoy la violencia, las acciones humanas?
Tenemos que ser nosotros. Eso Dios no puede arreglarlo, ni la Iglesia católica, tenemos que ser nosotros, con racionalidad, con sentido común, con virtudes modestas. Además, esto de que vivimos en un mundo violento, sí, pero el mundo siempre ha sido violento, mucho más de lo que es ahora. Necesitamos virtudes modestas, la verdad es importante, una cosa tan sencilla y al mismo tiempo tan desacreditada como la verdad es útil para vivir en un mundo más civilizado. El respeto a la verdad, el respeto a los demás, a que cada uno haga lo que quiera, la democracia, que significa el poder del pueblo, que la gente participe en la vida pública. Cosas modestas son las que creo yo que hacen un mundo más civilizado. Yo no creo que el mundo hoy sea más violento de lo que lo era. Ni siquiera México es más violento de lo que lo era.
¿Qué representa esta novela en tu literatura?
Es un libro muy importante. Es el libro de mi madre, en "Anatomía de un instante" estaba mi padre; aquí, mi madre. Son intentos de entender a mis padres. Y desde luego es un libro que no se repetirá, es un libro muy extraño, único y eso lo hace muy singular.