Con gran satisfacción personal he recibido la invitación para colaborar con un artículo en este espacio que responde al tema “La unam y yo”. La intención es compartir mi experiencia y trayectoria en nuestra Universidad, pero también conmemorar y reconocer la importante función que desempeña la Fundación UNAM a. c. Es un honor que se me haya distinguido con esta encomienda. Un mérito también muy especial corresponde al periódico EL UNIVERSAL (“El Gran Diario de México”) por haber creado y sostenido (desde 2014) este espacio editorial para el respaldo a esa organización tan loable y que ha convocado a plumas muy reconocidas y prestigiadas. Es motivo de gran orgullo saber que la Fundación UNAM ha llegado a tres décadas de existencia fructífera, “haciendo posible lo imposible”, en apoyo de estudiantes de escasos recursos que han tenido la fortuna de poder matricularse en nuestra Máxima Casa de Estudios. La UNAM y la Fundación han logrado materializar en millares de casos el viejo adagio de que “de pantalones remendados salen buenos ciudadanos”.

Yo tengo el enorme privilegio de ser titulado de la Facultad de Derecho de la UNAM, heredera histórica de la antigua Facultad de Jurisprudencia. Aunque tenía la posibilidad de estudiar en muchas instituciones alternativas, mi padre, abogado de profesión, insistió en que yo ingresara a nuestra Alma Mater. Fue el mejor consejo que pudo haberme dado y siempre se lo he reconocido con gran orgullo. En mi memoria permanece imborrable el recuerdo de los grandes doctrinarios que nos impartieron cátedra y la formación profesional de calidad que se nos ofreció. Pero, sobre todo, hay en mi recuerdo un elogio de la ética de puertas abiertas que ahí se cultivaba. Puertas abiertas para el crisol de clases y de orígenes zonales. En esa Facultad de Derecho se convalidó en realidad cotidiana y solidaria el término de “universidad” y en mi caso personal fue la simiente para el compromiso de servicio colectivo que desde entonces me ha guiado.

Como en muchas otras experiencias de compañeros, la Facultad de Derecho no únicamente me ofreció una oportunidad irrepetible en diversos ámbitos para una formación profesional sólida, sino también se concretó en un trampolín para el salto a la vida laboral. En mi caso, mediante un muy ilustre maestro de la materia Derecho Bancario (en ese entonces optativa), Francisco Navarro Ortiz, quien me convocó a ingresar al Banco de México. La Facultad de Derecho, la Fundación UNAM, el Banco de México y la Universidad en su totalidad representan cuatro instancias de trascendencia que confirman la tremenda importancia que han tenido y tienen en la construcción de nuestro México las instituciones de excelencia.

El elemento común que enlaza mi paso por la Facultad de Derecho y mi trayectoria en el Banco de México, que se alarga ya por casi 35  años de antigüedad, es precisamente la vocación de servicio y el respeto por la institucionalidad. No por casualidad fue en las entrañas del Banco de México donde conseguí escribir mi tesis para graduarme de abogado. Dentro del Banco de México la ética ya afianzada de servicio público fue también inspiración para una larga carrera de esfuerzos y, por qué no decirlo, de lucha y de competencia. Volviendo con nostalgia la vista atrás, no hay en mi conciencia el menor resabio de duda: si volviera a nacer, no dudaría en volver a estudiar leyes y lo haría en la Facultad de Derecho de la UNAM. De igual manera y en parecido sentido, posiblemente también elegiría al Banco de México como la institución para mi desenvolvimiento laboral.

Desde mi trinchera en el Banco de México, el derecho, la legalidad y la certeza jurídica, así como la probidad y honradez en todos y cada uno de los asuntos que me ha correspondido atender y solucionar son los principios y valores que siempre recibí de mi familia, pero también de la Facultad de Derecho.

De tiempo atrás, en lo personal he colaborado a la difusión del perfil de la Fundación UNAM y a convocar la aportación de donaciones para apoyar su noble causa. Ha sido un honor para mí actuar de esa manera. Igualmente he desplegado esa promoción en círculos de profesionistas e incluso sociales. Se trata de una red de apoyo que, a mi juicio, no sólo compete a los universitarios sino a todos los mexicanos de buena voluntad. Del buen funcionamiento de esa entidad no únicamente se beneficia nuestra querida Universidad, sino la sociedad mexicana como un todo. Celebro mucho que la Fundación UNAM haya cumplido tres décadas de existencia fructífera. Aprovecho para felicitar a sus creadores y a quienes han trabajado para impulsarla. Hago votos por que siga prosperando viento en popa en beneficio de nuestro país.

Titular de la Unidad de Auditoría del Banco de México

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