Hannah Arendt dijo alguna vez que “la educación es el punto en que decidimos si amamos al mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes, sería inevitable”. En esta frase, que Arendt plasmó en “La crisis de la educación”, encuentro la esencia misma de nuestra Universidad.

La UNAM, más que un simple espacio educativo, es el lugar donde miles de personas –incluyéndome– hacemos tangibles nuestros sueños y donde gestamos las aportaciones que ofrecemos a la sociedad con la esperanza de construir un mundo más justo y habitable. Ésta es mi perspectiva de la UNAM, mi Casa de Estudios, a la que siempre estaré profundamente agradecida.

Desde 1979, cuando ingresé a la Escuela Nacional Preparatoria Número 5, hasta el presente, mi trayectoria en la UNAM ha sido una constante fuente de formación en valores y aptitudes. Entre 1982 y 1986 cursé la licenciatura en la Facultad de Derecho, institución que me proporcionó las bases de mi carrera académica y profesional. Años más tarde tuve la oportunidad de continuar mis estudios en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad, hasta obtener el título de doctorado en Derecho Fiscal.

Al mismo tiempo he tenido el honor de servir a la UNAM desde diferentes posiciones y retribuir un poco de lo mucho que me ha dado. He fungido como técnica académica; profesora de asignatura y de carrera; y, dentro de la Facultad de Derecho, me he desempeñado como directora de Seminario, secretaria académica, secretaria general y, actualmente, como directora.

En estos años de servicio a mi Alma Mater he llegado a comprender profundamente la trascendencia de las luchas colectivas, el trabajo en equipo y el esfuerzo continuo para contribuir a una sociedad mejor. He dedicado el 60% de mi vida a esta gran Universidad y no cambiaría esta realidad por nada.

Ser testigo del crecimiento, los cambios y los avances de la UNAM  y ver de cerca el impacto del acceso a una educación pública, gratuita y plural me ha permitido apreciar aún más el valor de pertenecer a ella. Cada experiencia vivida en esta institución ha valido la pena y mi compromiso con ella es un reflejo de la confianza en su misión y en su habilidad para transformar vidas.

Estimo necesario subrayar que, desde mi punto de vista, el impacto social, cultural, político y económico de la Universidad, así como su fuerza transformadora y su capacidad de adaptación se deben principalmente a los integrantes de su comunidad universitaria, en especial a sus estudiantes. La UNAM es la UNAM por sus alumnos, los depositarios de sueños, anhelos, visiones y luchas.

Así como Arendt creía firmemente que la renovación constante depende de la llegada de los nuevos y los jóvenes, yo considero que la permanencia y el futuro de la Universidad Nacional Autónoma de México radican en sus estudiantes. Por ello, es crucial contribuir a la formación de sus generaciones actuales y venideras.

Al colaborar con la Fundación UNAM no sólo aseguramos el futuro de las y los educandos que forman parte de esta Casa de Estudios, sino también el de la sociedad democrática, igualitaria, solidaria y justa a la que aspiramos como mexicanos y mexicanas. Éste es un compromiso que debemos aceptar colectivamente.

Contribuyendo al fortalecimiento de la educación a través de la Fundación UNAM demostramos que amamos al mundo lo suficiente como para asumir una responsabilidad por él.

Directora de la Facultad de Derecho, UNAM

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