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Cristina Pacheco describía su infancia como una época complicada, debido a que nació en un núcleo de escasez económica, sin embargo, fue la misma carencia, en la que germinó su instinto de escritora, pues de ese modo, desprovista de juguetes y espacios para entretenerse, desarrolló su gusto por escribir acerca de lo que la rodeaba, como aquél árbol de eucalipto que veía frente a su ventana, en la pequeña casa que construyó su padre, en la que pasó sus primeros años, en su natal San Felipe Torres Mochas, Guanajuato.
En una entrevista para "En corto", Pacheco rememoró cómo vivió sus primeros años, antes siquiera de que pisara la Ciudad de México, que se convertiría en uno de los objetos de su escritura a lo largo de su trayectoria. Para la escritora (QEPD), la infancia estuvo rodeada de privación económica, a tal grado que equiparó la forma en que lucía su casa con un dibujo infantil, el cual está trazado sólo con lo esencial; dos ventanas y una puerta.
"Fue una infancia difícil porque la pobreza nunca es fácil, fue una infancia llena de descubrimientos maravillosos porque tuve la fortuna de crecer, parcialmente, en el pueblo y luego en el racho, estar cerca de la naturaleza me regaló cosas maravillosas", destacó.
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A pesar de que la escritora se dedicó a la crónica urbana y plasmar en su obra cómo vivían su día a día las y los capitalinos, ella nació en un municipio de Guanajuato, San Felipe Torres Mochas, del que siempre guardó un entrañable recuerdo, como lo fue un árbol de eucalipto, plantado en las inmediaciones de su hogar, al que le dedicó varios de sus textos más entrañables, de acuerdo con lo que ella misma relataba.
"Era un eucalipto que estaba frente a mi casa, que era una casa muy modesta, construida -tengo entendido- por mi padre, tenía dos ventanas, era muy pequeñita y muy elemental, parecía un dibujo escolar, (y) podía ver ese árbol que me encantaba y me sigue encantando, le he dedicado muchos textos e, inclusive, un texto infantil", cuyo título es "El eucalipto Ponciano".
Pero no pasó mucho tiempo para que Cristina y su familia se mudaran a San Luis Potosí, donde tuvo su primer acercamiento a las letras, pues en el extrarradio de su casa, estaba instalada una imprenta, que solía visitar para ver las hojas de papel volar; Pacheco recordó así como una de las primeras sensaciones satisfactorias que la acercaron al mundo de los libros, pues desde muy joven supo que quería dedicarse a contar historias.
"Había en la esquina una imprenta, a donde me gustaba ir porque había una máquina que arrojaba los papeles impresos, y era muy bonito ver cómo volaban, olorosos a tinta; era precioso el lugar, no se si lo vería igual, si ahora volviera... tenía yo tres o cuatro años, sólo me gustaba ver los papeles que salían de la máquina, que salieran de colores, eran volantes que se repartían en las calles, supongo... me gustaba el olor", rememoró.
Y aunque algunas de las personas que trabajaban en la imprenta, se incomodaban con la curiosidad de la pequeña Cristina, nunca se olvidó de la amabilidad que recibió de don Florencio, el señor que cuidaba el negocio, pues destacaba que él siempre le daba la bienvenida y le permitía presenciar el proceso de impresión que llevaban a cabo.
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Su paso por la ciudad potosina fue corta, pues a la edad de cinco años, Cristina y su familia se trasladaron a la Ciudad de México, de la que quedó prendada por las luces de neón, características de la urbanidad de la capital.
Fue aquí donde forjó su formación en educación básica, en la que realizó sus pininos literarios, pues desde pequeña creyó cabalmente que la existencia tenía que ser narrada, pues su madre fue una gran referente para ella, a quien siempre describió como una narradora nata.
"Crecí en un mundo que lo más valioso es contar, cuando no tienes nada, cuando no tienes diversiones ni juguetes, ni posibilidad de salir, ni dinero y, a veces, ni comida, contar es algo muy importante porque te distrae, no tuve cuentos, de papel nunca tuve, pero tuve los cuentos de mi familia y, sobre todo, los cuentos que mi madre, que era una narradora realmente excepcional", contó.
"Nos contaba todo, nuestra vida, nuestra historia, lo que pasaba en el rancho o lo que había pasado muchos años atrás, ahí me di cuenta que contar la vida vale la pena", ahondó.
Otra gran referente para la periodista fue su maestra de cuarto de primaria, que se acercó a hablar con ella cuando se enteró -por los compañeros de Pacheco-, para señalarle la importancia de disciplinarse para lograr su objetivo, pues le dejaba lecturas adicionales, corregía minuciosamente sus textos y hasta la inscribió en un concurso nacional de oratoria, en el que quedó en el tercer lugar.
melc