A 11 semanas de que termine la administración actual, el proyecto de descentralizar la Secretaría de Cultura federal hacia el Palacio de Cultura de Tlaxcala de Xicohténcatl (Juárez 62, Centro), es un proyecto fallido. No muestra cambios en las condiciones bajo las que el inmueble opera, y menos en su impacto en la vida cultural del Estado; tampoco es una historia diferente a la registrada por EL UNIVERSAL en su visita anterior, hace casi un año.
A pesar de que el inmueble, que antes fuera el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, se atiene a una superficie de 14 mil 140.90 metros cuadrados —según la Secretaría de Cultura federal— en un lapso de media hora puede verse quizá a 10 personas rondando el sitio, caminando por sus pasillos o dirigiéndose hacia uno de los dos Semilleros Creativos que allí se albergan: el de Artes Visuales, que recibe a alrededor de 60 niños y jóvenes de entre cinco y 20 años; y el de Circo, con un promedio de 40 niños.
La Secretaría responde, también, que allí hay 65 trabajadores. A las cuatro de la tarde, a finales de la semana, quienes laboran en el edificio dicen que no saben con certeza cuándo puede encontrarse a la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, con el argumento de que no manejan su agenda.
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Es sabido públicamente que las áreas que realizan sus funciones en el Palacio de Cultura son 11: la Oficina de la secretaria, Subsecretaría de Desarrollo Cultural, Unidad de Asuntos Jurídicos, Dirección de Operación, Control y Seguimiento, Dirección de Gestión de la Información, Coordinación Administrativa, Oficina de Atención Ciudadana (Oficialía de partes), Oficina de Comunicación Social, Dirección general de Vinculación Cultural y los ya mencionados Centro INAH y La Colmena. Ramificaciones y anexos que no atenúan la condición de edificio muerto, y en los que sólo es notorio el trabajo de La Colmena Centro de Tecnologías Creativas.
Su vocero, Abel Benítez, estima que el año pasado se congregó un promedio de 40 mil asistentes a laboratorios, talleres y festivales. El objetivo es, dice, “el uso lúdico y creativo de la tecnología y terminar con la brecha digital”. La mención aparte que se hace a La Colmena se debe a que el proyecto emana del Centro de Cultura Digital, continuación del legado de su fundadora, Grace Quintanilla.
La necesidad de convocar mayores públicos —reto ineludible en la vida cultural de las provincias— se remarca en la exposición de ropa tradicional, dentro de uno de los salones de la planta principal, a la que asisten menos de 10 personas de la tercera edad; en las clases de danza, con menos de cinco personas a la vista, o en el recital de música experimental que ofrecieron esa tarde los artistas Miguel Francisco, Fabián Rangel y Ángel Flores con un público que no ocupa más de un par de hileras de sillas con 20 personas.
En los comercios de alrededor, la gente dice que, en los días de eventos especiales, puede verse un flujo de 100 personas que entra y sale del inmueble.
No se duda de la convocatoria que puedan tener ciertos festivales y eventos más ambiciosos, pero las cifras se diluyen cuando la Secretaría de Cultura informa, al solicitarle datos acerca de los talleres que se ofrecen en el Palacio de Cultura, así como el número de visitantes que hay, en promedio, por día, mes y año, que “se realizó una búsqueda exhaustiva y no se tiene información al respecto”.
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En la infraestructura, las afectaciones no son mayores. Incluso, las grietas visibles hace 11 meses, y que tomaron forma tras un periodo de fuertes lluvias, en el camino hacia la Oficialía de partes, ya no están; persisten las que se encuentran en el pasillo de la planta principal, del lado de La Colmena, y que, al ser resanadas, exhiben una marca que recuerda los puntos que deja la sutura de una herida.
Esta grieta bien podría representar la dificultad de enfrentarse, un año después, a un escenario casi inmóvil, cuyo cambio más notorio parece haberse dado un par de horas atrás. Un sitio donde podría creerse que ha transcurrido un día desde la última visita.
Para el periodista y analista de políticas culturales Gerardo Ochoa Sandy, la descentralización es “una más de las ocurrencias de AMLO, el presidente relecto el pasado 2 de junio vía interpósita persona, fue la descentralización de las secretarías de Estado. Sólo Alejandra Frausto simuló tomárselo en serio. Lleva cinco años que anunció la mudanza y aún está inconclusa. Eso sí, beneficia desde 2023 a los propietarios del inmueble con el pago de 203 mil pesos de renta al mes, más gastos de mantenimiento. La propiedad vacía causa hilaridad. El traslado, además, si ocurre alguna vez, se limitará a los trabajadores de Reforma 175, no a los de Arenal, que acepten mudarse a Tlaxcala. Los demás se reubicarían en otros edificios de la Ciudad de México. Espero que la próxima titular acabe con este y otros disparates. Tan sólo con ello trascendería su gestión”.
Llama la atención que, aunque el ambiente general en Tlaxcala —confirmado por artistas, periodistas y gestores culturales que prefieren reservar su identidad— es el de moderar sus críticas en medio de la transición gubernamental, la comunidad cultural también resiente el paso de los años; que, aunque casi nadie quiere hablar, los testimonios recabados confirman la falta de representación en la utopía de descentralizar la cultura.
Un problema medular fue que el Taller de Estampa Básica y Avanzada “Camaxtli” (TEBAC) fuera absorbido por la licenciatura de Artes Visuales y Artes Plásticas del Centro de las Artes del Estado de Tlaxcala (CEDART).
Un grupo de artistas, que pide guardar su identidad, recuerda que tras un encuentro fallido, hace dos años, en el que se le expuso al entonces secretario de Cultura de Tlaxcala, Antonio Martínez Velázquez, la situación no mejoró, sino que se volvió más hostil.
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Cuando el TEBAC surgió, hace 24 años, tuvo como padrinos a artistas plásticos de la talla de José Luis Cuevas y Felipe Ehrenberg. Sin embargo, en el marco de la descentralización, hizo un tránsito hacia la licenciatura del ya citado CEDART, se mudó hacia la localidad de Apizaquito —cuyo traslado no es práctico tanto por distancia como por los precios del transporte público, explican— y los artistas empezaron a ser limitados en su acceso a un lugar que les dio presencia y comunidad. Algunos habían donado, por ejemplo, materiales que, en el traslado, terminaron por perder y aún queda la incertidumbre del inventario de obra que poseía el Taller.
Un caso paralelo al de la EMET (Escuela de Música del Estado de Tlaxcala), registrado ya por EL UNIVERSAL. En el cambio gubernamental, dicen los artistas, la Secretaría local quedó acéfala.
Por último, la Secretaría de Cultura responde que el presupuesto con el que cuenta para operar la sede del Palacio de Cultura es: “Compra de material para trabajos de carpintería, fabricación de mobiliario requerido para la sede de la Secretaría de Cultura en Tlaxcala por un monto de $20, 549.90 m.n. Así como un monto de $16,172.41 m.n. para la adquisición de material para la fabricación de mobiliario. Asimismo, se precisa que la información proporcionada es responsabilidad de la Unidad Administrativa que la emite”.