Mi nombre es Enrique Romero Frasca. Soy egresado de la maestría en Ingeniería Ambiental de la UNAM, en la cual fui candidato para la Medalla Alfonso Caso. Actualmente curso mis estudios de doctorado en el Laboratorio de Investigación en Procesos Avanzados de Tratamiento de Aguas en el campus Juriquilla de la UNAM. En 2016 fui reconocido como parte de los Mejores Egresados en Ingeniería por la Asociación Nacional de Facultades y Escuelas de Ingeniería y, más recientemente, fui galardonado con el 2° lugar en la Primera Edición del Premio Rotoplas-FUNAM 2021 por mi tesis de maestría, Generación de biomasa microalgal crecida en agua residual doméstica para la producción de bioetanol empleando levaduras silvestres.

Transcurrí los primeros años de mi vida entre Venezuela e Italia, país de origen de mis abuelos, hasta que a los 17 años la vida me trajo a México. Durante el último año de bachillerato tomé la decisión de estudiar Biotecnología, pues me apasionaban la biología y la química. Me encantaba conocer más acerca de los microorganismos y la gran variedad de bioproductos que se podía obtener de éstos. Comenzar mi formación universitaria en la UNAM como futuro investigador ha sido una de las cosas más valiosas e inesperadas que me han sucedido en los últimos años. Desde que visité Ciudad Universitaria en 2016, debido a una estancia de investigación otorgada por la Academia Mexicana de Ciencias, quedé impresionado no sólo por los proyectos de investigación que realizaba el Instituto de Ingeniería (donde ahora realizo mis estudios de posgrado) sino también por toda la oferta cultural, formativa y deportiva que ofrecía el campus. Actualmente trabajo con algas microscópicas o microalgas —estos pequeños seres que producen entre 50% y 70% del oxígeno que respiramos y que representan una ventana hacia un futuro sustentable por su variedad de usos—, las cuales estoy muy entusiasmado de estudiar más a fondo.

Durante mi formación académica me he enfrentado con diferentes desafíos, desde el hecho de hacer vida como estudiante foráneo —y, sobre todo, extranjero— en una metrópolis como la Ciudad de México, hasta la demanda y autocrítica constante respecto a mi trabajo de investigación. A pesar de ello, las satisfacciones han sido muchas, ya sea poner a prueba mis conocimientos de oratoria en congresos nacionales e internacionales, o realizar estancias de investigación en Europa, donde el idioma, muchas veces, era una barrera difícil —más no imposible— de vencer. Hoy me encuentro satisfecho con mi trayectoria y contento por haber encontrado mi pasión en la enseñanza, sobre todo en procesos de tratamientos de aguas residuales e investigación para resolver la gran problemática que nos aflige: la crisis del agua.

Pese a los retos, he tenido diversos logros y puedo afirmar que éstos no serían los mismos sin la formación personal y profesional que me ha otorgado esta gran institución. Desde un inicio, la UNAM me ha regalado un gran sentido de propósito, pertenencia y admiración, que aún persiste.

Finalmente, expreso mi más grande reconocimiento a Fundación UNAM por su noble e importante labor: impulsar el desarrollo académico de jóvenes mexicanos y extranjeros, ya sea a través de reconocimientos o apoyos financieros, y ser parte de muchas historias de éxito. ¡Goya!

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