Miriam Kaiser (México, 1936) cumplió 87 años el pasado 15 de julio y aun con 50 años de trayectoria como gestora cultural dice no estar dispuesta a dejar de trabajar. Quien fuera directora del Museo del Palacio de Bellas Artes, subdirectora técnica del Museo Nacional de Arte, directora de la Sala de Arte Público Siqueiros y del Polyforum Siqueiros ahora es objeto del libro Miriam Kaiser: una guerrillera por amor al arte (Universidad Autónoma de Nuevo León), en donde la periodista cultural Angélica Abelleyra recopila sus memorias y plantea una reflexión sobre la gestión cultural en México, hasta la actualidad, con la Cuarta Transformación.
Kaiser, quien recibió la Medalla Bellas Artes 2020, se consolidó como una de las expertas en gestión cultural en el país mucho antes de que esta se pudiera estudiar en las universidades. Su formación como custodia del arte, adquirida de forma empírica al trabajar junto a personalidades como Inés Amor, Max Aub, Fernando Gamboa y el artista Héctor Xavier (quien fue su esposo), la llevó a ser, en toda la extensión de la palabra, una servidora pública; una “especie” que quizás hoy está en peligro de extinción.
De acuerdo con la definición de Kaiser, un servidor público significa trabajar para servir. “Atender a la gente, atender a los trabajadores, a los superiores y a los inferiores”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL. Ahora, la exdirectora del Museo Palacio de Bellas Artes reconoce que ese concepto ha cambiado, pues los servidores públicos sirven pero sólo a sus jefes superiores y los funcionarios no funcionan como deberían. Situación que hoy es palpable en la gestión cultural del gobierno del presidente de Andrés Manuel López Obrador, señala.
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Escribir sobre la vida y obra de Miriam Kaiser terminó siendo un ejercicio que de forma paralela relata la historia de la gestión cultural en México y sus instituciones. Por eso para Abelleyra resultó imperante aprovechar el tiempo cedido por Kaiser —le llevó años convencerla para la realización de este libro— y entrevistarla sobre la situación del sector cultural bajo la Cuarta Transformación.
“No podemos quedarnos en la naftalina, teníamos que hablar de lo que está pasando, que es mucho. Yo no quería hacer un libro nada más biográfico de Miriam Kaiser, sino dar el temperamento de una época, de lo que pasó antes y lo que pasa ahora”, dice Abelleyra en entrevista para este diario.
En el capítulo “De Víctor Flores Olea a la 4T” se hace un recorrido del cambio de Conaculta a la Secretaría de Cultura. Aquí, Kaiser cuestiona situaciones como la reducción de presupuesto, el impago a traba ja dores capítulo 3000 de Secretaría de Cultura —tipo de contrato que define como “corrupción promovida por el propio Estado”— y el “desaseo” general.
“Nunca a la cultura le han dado su lugar ni los presupuestos. Jamás viví en bonanza, pero no recuerdo una exposición mal puesta. La diferencia con el presente es que hay una mística distinta y unas autoridades de cultura que debieran defender a su sector y no a sus jefes superiores”, dice Kaiser en el libro sobre los actuales servidores públicos.
En este capítulo se hace referencia a la carta que en 2020 envió Kaiser a la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, sobre el Proyecto Chapultepec Naturaleza y Cultura. En el documento, Kaiser señala que el presupuesto de 10 mil millones de pesos para ese proyecto debería ser distribuido en los museos y recintos culturales del país que tanto lo necesitan, en especial en el contexto de la pandemia, y que no tenía nada de malo repensar el proyecto. Hasta la fecha no ha habido respuesta. Sobre este tema, Kaiser dice en el libro que al ver que los funcionarios no están dispuestos a dialogar, se siente preocupada por la falta de disposición a escuchar y el desconocimiento.
De acuerdo con Abelleyra, cuando entrevistó a Kaiser sobre la gestión cultural del gobierno actual, lanzaba expresiones de sorpresa e incomodidad como “estoy hablando de más” y “qué barbaridad”; “pero cuando ya estás más allá del bien y del mal, qué importa. Sabemos que hay casos de cierta repercusión por hacer críticas. Pero a Kaiser le vale porque ya no está en las instituciones”, cuenta la autora.
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Aun cuando formó parte de las instituciones, Abelleyra resalta que Kaiser hacía crítica ante situaciones que consideraba que no eran correctas. Por ejemplo, renunció a su puesto como directora del Museo del Palacio de Bellas Artes porque su superior le pidió que le dijera a un artista que tendría que pagar prácticamente la pintura y los clavos para colgar su obra para poder llevar a cabo su exposición.
“Tenía el valor civil de decir que no estaba de acuerdo y de decir que si no se podía arreglar, ella se iba. Antes había una posibilidad de disentir. Me parecía que era una servidora pública que honraba ese ejercicio de servir al público y funcionar como funcionaria. (...) Hay que poner atención en lo que dice Miriam, desde su experiencia, para mejorar las cosas. Si de algo puede servir este libro es para hacer una lectura crítica, para seguir construyendo y mejorar”, agrega Abelleyra.
En tiempos de un muy adelantado combate electoral entre precandidatos y consciente de que los tiempos sexenales son el “talón de aquiles” de los proyectos culturales –“en México los tiempos sexenales no te permiten el largo aliento”, afirma en el libro–, Kaiser sólo tiene una petición para el futuro:
“Lo único que puedo esperar, ya sea del color que sea o de donde sea, es que entiendan que la cultura es primordial, necesaria y que los que estamos atendiendo la cultura no somos más que custodios. Recibimos equis producto, ya sea teatro, danza, salas de museos o lo que sea, y lo tenemos que atender como se debe, tener las mejores condiciones para atenderlo. La cultura es tan necesaria como comer”.
Más allá de la política
Miriam Kaiser: una guerrillera por amor al arte sigue siendo la biografía de una mujer irreverente e inquieta que ha dejado su huella en la cultura mexicana. Y aunque sea la línea actual, Abelleyra explica que el libro no tiene un tono feminista, porque era “muy forzado”. “Miriam dice que nunca se sintió hecha a un lado por ser mujer”, señala.
El libro comienza desde la infancia de Kaiser, cuenta sus inicios en el arte al trabajar en la Galería de Arte Mexicano con Inés Amor durante 10 años, hasta su repentina ruptura laboral (uno de los pocos temas de los que se rehúsa a hablar); aborda las travesuras que realizó como funcionaria pública (era de las pocas en confrontarse con el sindicato de trabajadores), los ases bajo la manga para lidiar con el restringido presupuesto —“Se acabó el dinero, que empiece la imaginación” es uno de sus lemas— y las polémicas que le tocó sortear. Entre las más destacadas está el pleito que sostuvo con la mecenas Dolores Olmedo, quien la denunció ante la PGR porque un cuadro de Diego Rivera que prestó al INBAL regresó con una rasgadura. Otro caso fue el de los “tibolazos” que recibió, es decir, artículos en los que la periodista Raquel Tibol cuestionaba la autenticidad de obras de Frida Kahlo, Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros que se llegaran a exhibir en recintos del INBAL.
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“Fue una mujer imprescindible. Claro, un día te podía decir querida y adorada y al rato te gritoneaba”, dice Kaiser en el libro, donde recuerda la anécdota de cómo Tibol se puso como “pantera”, pues en 1992 no se desmontó una obra de Kahlo que según ella era falsa.
“Ahora que lo leo, me doy cuenta de las barbaridades que dije. Fue un trabajo muy impactante el recorrer mi vida”, concluye Kaiser.
“De veras es una guerrillera del arte, no en el sentido beligerante, sino en el sentido de insumisión y crítica. Siempre ha sido propositiva y de guante blanco con el que deja 100 tuertos al mismo tiempo, como el sindicato, viudas metiches, artistas poco profesionales”, agrega Angélica Abelleyra.
“Miriam Kaiser: una guerrillera por amor al arte”, de Angélica Abelleyra, está disponible en la tienda oficial de la Universidad Autónoma de Nuevo León https://n9.cl/0mbkv y en Amazon https://n9.cl/l2kqv .