Caminar por la colonia Guerrero es dar un recorrido por la historia de la Ciudad de México. Desde la calle Héroes, que conecta con la Casa Rivas Mercado, una mansión que data de 1893, hasta llegar a la Parroquia de Nuestra Señora de Los Ángeles —que todavía luce los estragos del terremoto de 2017—, o terminar en el Salón Los Ángeles, un recinto cultural que enaltece la tradición del danzón.
En palabras de sus habitantes, ser de la Guerrero es un orgullo, es formar parte de una colonia que cumple 150 años de vida y que alberga y resguarda costumbres populares.
“Vivir en la Guerrero es bueno y malo a la vez; es bueno porque la gente que conozco y con la que crecí aquí se mantiene, nos resistimos a dejar nuestras calles, y malo, porque de unos años para acá hay mucha inseguridad, pero es cómo todo, si buscas la mierda, la encuentras en cualquier lugar”, dice Federico Martínez, taxista y vecino de la Guerrero desde hace 50 años.
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Para la señora Imelda Gutiérrez, vivir en la Guerrero es una ventaja porque cuentan con todos los servicios, además le permite estar en contacto con las personas con las que creció. Afuera de su casa, cerca del mercado Martínez de la Torre, tiene un puesto en el que vende quesadillas y gorditas. “Creo que la colonia se mantiene igual, no ha cambiado mucho desde que yo era niña. Lo que sí ha cambiado es la gente que la recorre, a veces hay mucha gente que viene a hacer cosas malas, pero no nuestra gente, aquí nos conocemos y cuidamos”, expresa.
En la actualidad, caminar por las calles de la colonia Guerrero es dar un vistazo al pasado de los primeros cuadros de la Ciudad. Parece, en ciertos sentidos, que el tiempo no avanzó mucho. Lo popular, urbano y cultural de la CDMX están en la Guerrero, sitio que, según los historiadores, se inauguró formalmente en abril de 1876.
Algunas partes actuales de la Guerrero primero formaron parte de su colonia vecina, Buenavista, en terrenos que el entonces regidor del Ayuntamiento de México, Rafael Martínez de la Torre, cedió para que las personas de bajo nivel socioeconómico pudieran instalarse cerca de la capital.
En la edición del 29 de junio de 1874 del diario El Monitor se relata el evento de inauguración de la colonia Buenavista, en el que estuvo presente el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, así como Rafael Martínez de la Torre.
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Dos años después, de acuerdo con el libro La Ciudad de México, Tipografía y Litografía, de José María Marroquí, se relata que, en los primeros días de abril de 1876, una representación de vecinos decidió llamar Guerrero en donde hoy es el Panteón y Museo de San Fernando “y hasta 12 calles de sur a norte a continuación las unas de las otras, comenzando la numeración con el número más próximo al centro”.
“Los fieles de esta colonia no quisieron vivir sin templo cercano, por lo que dispusieron de una humildísima capilla con paredes y techos de lona en la cual hacían los actos más indispensables del culto divino”, narra Marroquí.
Dos de los cimientos que vieron nacer a la Guerrero, la fe y hogares para la gente popular, siguen presentes, no se desprenden de lo que es la colonia.
Al igual que el relato de Marroquí, hoy la gente se congrega en una capilla y techos de lona, ya que la Parroquia de Nuestra Señora de Los Ángeles no ha podido ser restaurada por el terremoto del 19 de septiembre de 2017.
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En la calle Héroes, algunas habitaciones se rentan a precios accesibles para aquellos que quieran formar parte de la Guerrero. En el número 28 de esta calle, en un edificio de cuatro pisos, se rentan cuartos entre 2 mil y 3 mil pesos, un precio barato en una época donde la gentrificación toma más fuerza.
“Tenemos cuartos con Internet, agua, luz y todos los servicios. Casi siempre se rentan estos cuartos, la gente prefiere pagar estos precios que irse a pagar mucho más a otras colonias, pero no sabemos cuánto podremos mantener así los precios, todo sube, año con año”, relata uno de los encargados del edificio.
Enfrente de este edificio se encuentra la Casa Rivas Mercado, que se transformó en un centro cultural tras permanecer varios años abandonado y utilizado como tiradero de basura. “En la Guerrero también vivieron personas de renombre de la época de Porfirio Díaz, como el arquitecto Antonio Rivas Mercado y familias relevantes del periodo porfiriano. Poco a poco las personas deciden vivir ahí porque tenía una conexión directa con la Ciudad, con el Centro. Ya en la Revolución Mexicana las familias importantes deciden huir por seguridad, y otras familias llegan después, familias que se dedicaban a oficios, que buscaban mejorar su calidad de vida”, narra el historiador Cristóbal Arias, director de la Fundación Conmemoraciones Casa Rivas Mercado.
Arias apunta que fue hasta después de la Revolución que la Guerrero adquirió el carácter de popular, rasgo que no ha desaparecido. “La Guerrero tomó en ese momento este sabor a barrio que hasta la fecha sigue conservando”.
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El también cronista narra que la Casa Rivas Mercado fue recuperada gracias a la denuncia de los vecinos, y expresa que la inseguridad que azota a la colonia viene de personas ajenas a los barrios.
“La Casa Rivas Mercado es un epicentro que pretende recuperar la identidad de barrio de la Guerrero y toda la historia que rodea a la colonia. Es por eso que, desde el museo, tenemos una relación de complicidad con los vecinos y estamos colaborando con ellos para realizar actividades culturales para celebrar los 150 años de la colonia”, dice.
Aunque hay varias intenciones y algunos esfuerzos por preservar la identidad de barrio y las casonas históricas de la colonia Guerrero, no se está haciendo lo suficiente, señala la historiadora Guadalupe Lozada.
“No hay interés de ir rescatando los bienes muebles de la Guerrero, en todos los casos se requiere de voluntad política y de recursos económicos para hacerlo, para fomentar entre los habitantes la noción de barrios y que no llegué el problema de la gentrificación”, señala Guadalupe Lozada, quien fue encargada de despacho en la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.