"La literatura no te debe dejar inmune. Yo no necesariamente sobrevivo a la creación de estas criaturas, estas historias, estas marionetas que a veces parecen los personajes; sí me toca padecer lo que ellos padecen, sí sufro" asegura el (Zapotlán el Grande, Jalisco, 1988) al hablar de las historias de dolor, violencia y deshumanización que dejan sus nueve cuentos reunidos por Era Ediciones en de relatos duros, descarnados y violentos que exponen homicidios, humillaciones, crueldades y amarguras.

El narrador, periodista y profesor de Literatura, que es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y maestro en Estudios de Asia y África por El Colegio de México, asegura que la literatura nos permite explorar y ver esas oscuridades que en la realidad a veces no podemos ahondar, profundizar e iluminar, pero que son parte de nuestra naturaleza.

El escritor que ha sido becario del PECDA Jalisco y del Fonca, dice que hay historias que nunca ha vivido en carne propia y que de todas maneras lo afectaron. "Por ejemplo, el primer cuento de una niña prostituida, no porque yo no haya vivido la experiencia de ser prostituido o de haber contratado sus servicios, quiere decir que no me afecte la situación. A mí me aterra pensar en la cantidad de chicas, niños y niñas que son producto del comercio sexual en los principales centros turísticos de nuestro país", afirma y asegura que de hecho este cuento surgió de la crónica de "Acapulco Kids".

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"Nosotros acá en Jalisco tenemos Puerto Vallarta, parece ser que en todos estos lugares maravillosos donde llegan gringos y europeos con lana y deseos de probar cosas que en sus países no se atreverían, pues surgen todos estos temas, comercio, prostitución y pornografía infantil, etcétera. Muchos de los protagonistas de estos temas son gente extranjera, pero también gente nacional" señala Ruvalcaba, quien afirma coincidir con Stephen King quien dice que la literatura de terror nos gusta por el placer que nos provoca porque que nos acerca a experiencias terribles de las cuales no tenemos que pagar las consecuencias.

Reconoce también que sus historias siempre generan inquietudes y angustia. "Yo no había caído en la cuenta hasta que algunos de mis amigos y lectores me hicieron reconocer que yo escribo algo muy cercano a la literatura de terror, que a lo mejor en mis historias no hay una sensación de miedo latente, pero hay una sensación de angustia en muchos de mis textos que yo reconozco como mi huella. A mí me gusta provocar esa sensación".

Otro asunto del que es consciente es que en este libro no hay un descanso, una tregua para el ector, "en otros libros he tratado de poner algún cuento que sea más ligero, que calme un poquito la borrachina de la angustia, pero para mi estreno con Era, dije, 'pues ahí va toda la chinga y que los lectores se metan a este universo y salgan jodidos', porque la verdad es que la experiencia de 'Los inocentes' sí está pensada para sacudir", afirma el también autor de "Los niños del agua" (2021) y la novela "Todo pueblo es cicatriz" (2023), ganadora del Premio Amazon Primera Novela y del Premio Filiberto a Mejor Novela Negra 2023.

Para Hiram Ruvalcaba la literatura cumple una función que no puede cumplir el periodismo ni el boca a boca, que es conducir a la gente a los espacios donde ocurren las cosas. "Yo nunca he ido a un prostíbulo, pero quiero a través de la literatura acercar a los lectores a esta experiencia, que sepan qué se siente estar ahí, que sufran o padezcan lo que esta chica ha visto y vivido, que también padezcan la indecisión de este cabrón que va a tratar de contratar sus servicios, y esto aplicado a todos los cuentos, me parece que es la búsqueda estética que yo estoy realizando en este libro".

Sus historias están protagonizadas por personajes al borde del abismo, que reaccionan a sus deseos oscuros y a la maldad, y sin embargo dice, "yo tengo esperanza de que dentro de todos nosotros exista mucha luz y me parece maravillosa su existencia. También creo que el ciudadano de a pie carga dentro de sí mucha oscuridad. Lo que me interesa es ver ¿hasta dónde podemos rastrear la oscuridad que traemos dentro y hasta dónde somos dueños de un real raciocinio que nos permita elegir no actuar en pos de nuestros más bajos instintos?".

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Cuenta que tiene muchos años escribiendo y situándo sus historias en Tlayolan, que es un pueblo que podría ser Zapopan el Grande, pero que también se ubica en una región de todo el sur de Jalisco. "Para mí Tlayolan es Sayula, es San Gabriel, es Tamazula, es Pihuamo, es una zona más o menos amplia que yo he recorrido porque a eso se dedicaron mis papás, a ser maestros rurales. Me tocó conocer esto y a mí me parece que la vida del pueblo expresa con toda claridad las cosas que a mí me interesan como autor de literatura".

Ruvalcaba es de la idea de que un buen cuento acaba, pero no termina, es decir, el lector llega a un punto final, pero la trama, el argumento tiene que seguirse resolviendo en su imaginación y lo tiene que dejar pensando por lo menos un par de días o meses o años después de leer el relato.

"Si uno como autor logra esto, ya está del otro lado porque quiere decir que el relato fue significativo y que afectó al lector de manera transversal. Yo creo que los finales de 'Los inocentes' o los finales que yo busco en general con todas mis historias, tienen esta pretensión, yo intento que el lector diga, "Chale, güey, pasó esto, pero luego que se plante: ´¿qué les pasa a estos personajes? ¿A dónde van? ¿Qué pasa al día siguiente?’. Ese día siguiente yo tengo la esperanza de que lo complete el lector", concluye Ruvalcaba.

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melc

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