Al pensar en el consumo de carne humana en la historia reciente, más de una persona puede incomodarse o sorprenderse. Las últimas décadas están marcadas por casos delictivos que se volvieron mediáticos, en el que ciertos criminales devoraron a sus víctimas en supuestos actos de locura o pasiones desbordadas.
¿Qué explicaciones hay sobre el canibalismo? El consumo de carne humana, también conocido como antropofagia, es un acto que ha acompañado a los hombres desde tiempos remotos. La llegada de la modernidad y la influencia de la religión católica en parte del mundo cambió la concepción de la vida y la muerte y, por ende, de la acción y concepción de comer carne humana.
En el caso del México prehispánico, particularmente de la cultura mexica, la antropofagia era una acción bastante común, usada en rituales y festividades. Para Patricia Ledesma Bouchan, directora del Museo Templo Mayor, el consumo de carne humana acompañó al hombre desde hace milenios.
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“Es importante señalar que la tradición del consumo de carne humana nos acompaña desde que somos seres humanos. Se han encontrado evidencias de que los neandertales realizaron canibalismo, no es sólo una cuestión prehispánica, sino que se observa incluso en Europa; es normal que nos inquiete el tema ahora porque la tradición occidental separó la vida de la muerte, esta inquietud tiene que ver con lo que hoy en día consideramos bueno y malo”, explica la arqueóloga.
Con ese antecedente, se ha estudiado a fondo la acción de la sociedad mexica de comer carne humana. Códices como el Florentino, el Tudela, el Magliabechano y el Borgia relatan rituales en que individuos eran sacrificados, desmembrados y consumidos.
Gracias a los avances tecnológicos, hoy en día se puede conocer con mayor detalle las formas de desmembramiento que los mexicas utilizaron para descarnar cráneos y otros restos óseos de hombres y animales, específicamente algunos hallados en las exploraciones arqueológicas del Proyecto Templo Mayor (PTM).
Las nuevas evidencias, recopiladas por la arqueóloga Karina López Hernández, apuntan a que los sacerdotes que formaron parte del recinto sagrado de Tenochtitlan hervían los cráneos de prisioneros de guerra, para luego descarnarlos y enterrarlos como ofrenda a Huitzilopochtli, el dios de la guerra y patrono solar de los mexicas.
¿La carne de esos cráneos era consumida?, ¿y el resto del cuerpo? En entrevista con EL UNIVERSAL, Karina López Hernández da respuestas sólidas a estas interrogantes. La arqueóloga de 31 años de edad es egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y forma parte del PTM, bajo la dirección del arqueólogo Leonardo López Luján.
López Hernández explica que es poco probable que la carne de muchos de los cráneos ubicados en entierros y en tzompantlis en el Templo Mayor fuese consumida, pero no se puede descartar esa posibilidad. Lo que sí se logró comprobar es que cráneos y otros restos óseos de animales fueron hervidos para ser descarnados posteriormente.
La arqueóloga detalla que el cráneo era una parte del cuerpo sagrada para los sacerdotes mexicas, de ahí la explicación de los entierros en el recinto sagrado.
“El hervido de cráneos estaba relacionado con el descarne para exponer el hueso; también encontramos punzones de animales, específicamente de jaguares, al lado de algunos entierros de cráneos, lo que nos llevó a pensar que estos vestigios también fueron hervidos”, indica.
Aunque fuentes dan cuenta del canibalismo de la sociedad mexica, poco se había comprobado de forma científica. Por ello, López Hernández decidió hacer arqueología experimental, disciplina de reciente creación, en la que los investigadores determinan, con elementos actuales, las formas y costumbres de las civilizaciones pasada y enumeran estos pasos.
La especialista utilizó huesos de cerdo para emular el hervido de cráneos. En una cacerola se hirvieron diferentes partes óseas de cerdo, a diferentes temperaturas y con distintos ingredientes.
“De acuerdo con varios especialistas que consulté para mi proyecto de tesis, los huesos de los cerdos son los más parecidos a los de un ser humano. Tuve la idea de cocerlos con diferentes ingredientes, de acuerdo con diferentes fuentes, cómo códices, que consulté. Los cocimos a una, cuatro y seis horas, con ingredientes como maíz, sal y chiles”, detalla la especialista.
Después de tener los huesos de cerdo hervidos, López Hernández los iluminó con luz ultravioleta.
“La técnica de la luz ultravioleta se ha utilizado para analizar vestigios de momias; y entonces procedí a comparar los huesos experimentales con los arqueológicos para analizarlos”.
Detalla que comparó nueve cráneos de entierros y tzompantlis y 38 punzones elaborados con huesos de lobo y jaguar provenientes de 20 entierros, de lo que fue la capilla de Huitzilopochtli, con los huesos hervidos de cerdo. “Al comparar los huesos experimentales con los restos arqueológicos elegidos pudimos ver que se iluminaron de forma similar”, explica.
El siguiente paso consistió en aplicar arqueometría, disciplina científica que emplea métodos químicos para los estudios arqueológicos. Se utilizaron cuatro técnicas arqueométricas para analizar los restos que mostraron mayor iluminación a la luz ultravioleta.
“Usamos espectrometría Raman, espectrometría infrarroja, microscopia electrónica de barrido y EDS. Básicamente estas técnicas nos dejan ver las cantidades en los elementos, es decir, cómo se modificó la estructura del hueso con el hervido; nos arroja una especie de gráficas que dan cuenta de la cantidad de fósforo y carbono, elementos que son modificados con la cocción. Cuando hierves un hueso, se modifica la estructura orgánica y estas técnicas nos permiten medir eso”, explica.
Sobre los punzones analizados, López Hernández concluye que probablemente estos fueron hervidos porque sirvieron como herramienta de autosacrificio. “Creemos que los tlatoanis utilizaron estos punzones para herirse y sangrar como una ofrenda a los dioses; se hervían para darle mayor dureza al artefacto, eso lo comprobamos con arqueometría”.
“La mayoría de los sacrificados en esa época eran cautivos de guerra. En la casa del captor se realizaba la cocción del cuerpo, pero en variadas fuentes se menciona que la cabeza se apartaba para los sacerdotes”, detalla.
Y agrega que el cuerpo era consumido para adquirir ciertas características: “Se dice que el consumo de carne humana por parte de los mexicas era para obtener las características del ser comido, la carne de jaguar para curar enfermedades, pero ahora podemos comprobar que el descarne fue un paso en este complejo sistema de rituales”, concluye.
Aunque el consumo de carne humana es un tema controversial actualmente, fue una tradición importante en Mesoamérica. “Todos los pueblos de Mesoamérica realizaron rituales y sacrificios, de hecho, el propio Hernán Cortés permitió que los indígenas aliados realizaran sacrificios humanos: los tlaxcaltecas aliados capturaron a guerreros mexicas y se los comieron, estos ritos los realizaban todos los pueblos de la época”.
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