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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Harold Bloom, el célebre crítico y teórico literario estadounidense creador del canon literario occidental, que encabezan autores como Kafka, Chaucer y Shakespeare, a quien consideraba un “Dios”, murió ayer a los 89 años de edad en un hospital de New Haven, dejando una estela de libros de crítica literaria y religiosa.
El ensayista, profesor y académico, quien fuera un gran especialista en la literatura inglesa del siglo XX y una voz combativa con una carrera marcada por la polémica, es considerado por el crítico literario Christopher Domínguez Michael como una de las figuras señeras de la crítica literaria mundial, sobre todo de la última parte del siglo XX.
“Fue un gran crítico de lengua inglesa; un gran comentarista de Shakespeare y un dolor de cabeza para todos aquellos que consideran que la literatura debe estar al servicio de la política o del género o que debe de ser una ciencia”, señaló Domínguez Michael.
El colaborador de EL UNIVERSAL dijo que Harold Bloom cumplió con la parte doble de la naturaleza del crítico literario, por un lado irritó y creó polémica, y por otro lado guió a los lectores hacia lo que él consideraba las obras maestras.
“Él mismo se asumía un hombre del siglo XIX, exagerado; y desde luego muchas cosas, no todas, de la última parte del siglo XX no le gustaban. Pero le gustaba mucho esta poeta canadiense que estuvo entre las candidatas al Nobel hace unos días, Anne Carson; sin embargo, tampoco podemos coincidir con la caricatura de que era un anticuado total. Yo creo que era un hombre concentrado en vigilar la tradición, en cuidarla, pero de ninguna manera insensible a la literatura contemporánea; simplemente no se dejaba llevar por el estruendo comercial de las novedades”, señala Domínguez.
Polemista. Harold Bloom estudió en Cornell y Yale, Universidad donde fue catedrático de Humanidades y se dedicó a la docencia desde 1955; también enseñó en Harvard. En 1994 levantó gran revuelo en Estados Unidos con su obra más emblemática: El canon occidental.
El crítico nacido en el barrio del Bronx, el 11 de julio de 1930, consideraba que el pensamiento es de verdad interesante si surge del choque de ideas y conceptos asumidos. Por ello era considerado un pensador de impulso indómito.
Publicó más de 40 obras, al menos 20 de crítica literaria; también artículos, reseñas y prólogos. Desde sus primeras obras generó acaloradas polémicas en la comunidad académica; su primer libro lo publicó en 1959, le siguieron otros dos títulos que fueron innovadoras aproximaciones a los poetas del romanticismo inglés.
Christopher Domínguez asegura que Bloom tenía una idea muy anglocéntrica del canon, incluso su conocimiento de la literatura francesa era bastante pobre y no se diga su conocimiento de la literatura hispanoamericana. Aunque celebraba a pocos, entre ellos a Cervantes, en El canon occidental dijo que Octavio Paz amaba la Ciudad de México como Dante amó Florencia. “No fue insensible a la poesía y a la obra de Paz pero lamentablemente, siendo un crítico anglocéntrico, no nos leyó tanto como hubiéramos querido”.
En 2016, Bloom dijo que el Nobel otorgado a Bob Dylan era “un chiste” y que el estudio académico de la obra de Shakespeare de los últimos 50 años, un “desastre”. Bloom, dice Domínguez Michael, pensaba que la tradición debía ser preservada y que la función de los críticos literarios era mantenerla al día para los nuevos lectores.