La muerte, la violencia, el narcotráfico, la migración, los feminicidios, los asesinatos en general, la pobreza, la desigualdad social, las crisis económicas que atosigan a su país y laten fuerte en América Latina, son parte esencial de la narrativa de la escritora argentina , pero en sus cuentos, como los que reúne en su , publicado por Anagrama, esas probemáticas están transfiguradas por la literatura, y en especial por el género fantástico y de terror “a veces, creo que son más adecuados para describir ciertas realidades, porque hay ciertas realidades que son muy horrorosas o que dan mucho miedo”.

En entrevista, la escritora nacida en Buenos Aires, en 1973, que es autora de novelas como Nuestra parte de noche (Premio Herralde de Novela 2019) y de colecciones de cuentos como Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego, asegura que como latinoamericanos compartimos la desigualdad social, que trae la corrupción y la violencia contra las mujeres, entre muchas otras cosas.

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¿La realidad, con su violencia, muerte, feminicidios, desigualdad social, es tu material?

La exploración que estoy haciendo es tomando el género fantástico y de terror, porque es el que me gusta, pero los contenidos que tiene son contenidos en general realistas y en general locales; es decir, argentinos. Igual de todos modos yo creo que en general la literatura fantástica no sale de la realidad, no podamos salir de la realidad, punto; o sea, toda literatura que hacemos tiene sus bases en la realidad, la cuestión es hasta dónde enfatizarla. Creo que a veces hay escrituras realistas, por ejemplo, que son completamente reales, pero no son sociales o políticas; creo que esa es la diferencia, porque realistas son todas.

¿Tú apuntas a una literatura con dimensión social?

A mí me interesa la dimensión social, en general. Eso puede ocurrir en cualquier género, elijo hacerlo con el género fantástico y de terror porque me gusta y me la paso bien, y porque a veces creo que es más adecuado para describir ciertas realidades, porque hay ciertas realidades que son muy horrorosas o que dan mucho miedo, pero a las que estamos muy acostumbrados. A mí el género me ayuda a ver ese horror de verdad, y no de una manera casi naturalizada o normalizada que tenemos en el día a día, de aceptar muchísimas cuestiones como son y no preguntarnos sobre ellas.

¿La literatura te ayuda a preguntarte ciertas cosas, aquí la familia, las mujeres, la violencia, las herencias?

A mí siempre me interesó, pero creo que en este momento especialmente me interesa trabajar con el trauma y con la herencia, y eso es muy fantasmagórico porque esas son cosas que ocurrieron en el pasado, que a veces no le ocurrió ni siquiera a uno mismo, pero que siguen actuando en el presente. Incluso hay situaciones traumáticas que uno vivió que si las piensa en el día a día ya no le parecen tan terribles, sin embargo hay un día que eso te acosa, que eso interfiere en tu vida, te acosa como te acosa un fantasma y a veces tiene que ver con lo que vivió tu familia, con lo que vivieron sus padres, con lo que vivió tu sociedad. En particular a mí me interesa la herencia que son cuestiones que tienen que ver con cómo opera la memoria y cómo la memoria, cuando opera, se convierten en algo muy muy tangible, aunque no sea material.

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¿La memoria fantasmagórica y el terror que marca barrios, ciudades o países?

Es la idea de que los lugares y las casas recuerdan, para mí es la idea de que los lugares y los objetos tienen historia. Los lugares donde hubo mucho sufrimiento están marcados de alguna manera. Creo que muchos de los orígenes de las historias de fantasmas, de aparecidos, de objetos malditos y todo eso tiene que ver con la historia de las cosas, o sea, una plaza donde ocurrió una masacre, 500 años después se sigue pensando que en ese lugar hay fantasmas porque ese es el recuerdo del horror. Yo trato de que mis fantasmas sean en el contexto de la historia, son reales, no son una metáfora ni una representación, pero el fantasma en sí es metafórico. Eso no quiere decir que en la realidad de estas ficciones la gente que se encuentra con ellos no sean algo real.

¿Hay una realidad latente con fascismos, dictaduras, crisis económicas?

Mis historias podrían seguir infinitamente porque es una realidad de todos los países, aunque somos muy diferentes y a pesar de que tenemos historias muy parecidas, una lengua en común, pero los problemas de violencia que tenemos son distintos. El problema de violencia que tiene México no es el problema de violencia que tiene Chile, el problema político y sus dictaduras o el neoliberalismo tal como es aplicado en Chile no son los mismos problemas que tiene México; todos los países, inclusive Brasil del que siempre nos olvidamos porque es otra lengua, tienen momentos de crisis por algún motivo y con ciertas realidades en las que hay cierto conformismo o cierta resignación sobre que hay ciertas cosas que no se van a resolver. En Argentina tienen que ver con la crisis económica, quizá en otros países tiene que ver con la violencia de las bandas armadas o la violencia política o el narcotráfico.

¿Nos hemos acostumbrados a nuestros horrores?

En Argentina nos hemos acostumbrado a convivir con la crisis económica, igual que en otros países se acostumbran a convivir con la con el contrabando, con la desigualdad, con la inestabilidad política perpetua, con la miseria. A mí esa parte de la resignación me parece que es muy complicada y creo que en muchos casos, lamentablemente, los gobiernos de derecha encarnaron cierto tipo de esperanza en el futuro para los más jóvenes y no se alcanzó. Yo que me considero dentro del campo progresista, es algo que estoy pensando, hay que pensar seriamente en eso, hay que pensar también que el campo progresista no le dio a muchísima gente una vida mejor, pero la derecha tampoco; en todo caso el problema en este momento es que le de igual a la gente más joven que no tiene la historia, que no le importa cómo fue hace 40 años. Hoy hay una cultura mucho más inmediata, de satisfacción inmediata que no puede pensar a largo plazo. Eso no está ni mal ni bien. es así. Tampoco juzgo, considero que hay que pensar sobre todo desde el campo progresista por qué les da igual.

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¿Es que se ha polarizado absolutamente todo?

Claro, pero hay que pensar por qué la gente no quiere eso. Está mal que la gente no quiera intentar desde el progresismo, creo que hay que aprender este lenguaje, y no creo que sea imposible aprender el lenguaje que a la derecha le ha funcionado, y ante todo creo que hay que hacer el esfuerzo de no despreciar, porque creo que parte del problema todo el tiempo, es la superioridad moral, que es algo de lo que el progresismo pecó muchísimo.

¿Qué compartimos como latinoamericanos, la corrupción, la desigualdad social?

Yo creo que la desigualdad social, aunque por supuesto está la violencia contra las mujeres también. Creo que la desigualdad es lo que es absolutamente estructural y que no podemos, de ninguna manera mantener. Ningún país encontró cómo solucionarlo, hay países que encontraron mejores variantes para un segmento de la sociedad, hay países que tienen mayor clase media o más ricos que otros, pero somos la región más desigual del mundo y la más violenta también, excluyendo los momentos en que hay guerras. Cuando no hay guerra somos la región más violenta y eso no puede ser, no podemos dejar de pensar que tiene que ver con la desigualdad, necesariamente una cosa tiene que ver con la otra y no lo estamos pudiendo resolver, y sí, la corrupción también claro, pero me parece que la corrupción es una de las características de la desigualdad, porque en la desigualdad viene la impunidad, o sea, es tener una casta de gente que vive mejor, que tiene mucho dinero y que la otra gente que no importa directamente, o sea que pueden hacer con ellos lo que lo que quieran, que no hay ningún tipo de comunicación en muchos casos. Eso da mucha impunidad y por lo tanto da mucha corrupción. Entonces creo que todo se puede terminar ahí.

¿Y la violencia, somos un continente feminicida?

Sigue la violencia contra las mujeres, pero también contra los niños. Creo que en general es violencia contra las poblaciones más vulnerables, en las que lamentablemente las mujeres también están a pesar de que objetivamente las mujeres ya pertenecen a todas las clases sociales y profesiones, pero sin embargo siguen estando en el segmento vulnerable de la población.

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