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Iniciar una carrera profesional no es sencillo. Uno voltea a ver a las grandes figuras de la cultura y no puede evitar preguntarse ¿cómo lo hicieron?
Estas dudas existenciales no son exclusivas de tiempos la actualidad y como prueba está el artículo “¿Cómo ganó usted su primer dinero?”, que se publicó hace 100 años en el suplemento El Universal Ilustrado.
En el artículo, figuras como el pintor Dr. Atl, el caricaturista Ernesto “el chango” Cabral, el músico Julian Carrillo, entre otros, cuentan cómo fue que ganaron sus primeros pesos y las penurias que vivieron en los inicios de su vida adulta, incluso durante la infancia, antes de consagrarse como grandes exponentes de la cultura.
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¿Cómo ganó usted su primer dinero?
9 de noviembre de 1922
Cabral lo ganó macabramente… - Don Carlos Zetina ganaba al principio de su lucha por la vida seis pesos al mes .- Ernesto Vilches -¡no asustarse!- lo ganó por vestirse de mujer.
La característica primordial del hombre de acción es la tenacidad de carácter y su cualidad más preciosa, la santa virtud de que nos habla Goethe, “la autocracia espiritual sobre la voluntad”. Los devotos de Marden y de Smiles, y los iniciados en la religión de la economía absoluta tienen, sin duda, un gran porcentaje de probabilidades de éxito en la vida; pero a veces la fortuna, extravagante y tornadiza como una mujer, reparte sus favores sin discreción y abre nuevas vías de riqueza, por los tortuosos senderos del azar.
Pero, ¿quién no recuerda cómo llegó a sus manos el primer dinero y con él la primera ilusión de riqueza?
La diversidad de episodios y las circunstancias especiales de episodios y las circunstancias especiales en extremo curiosas que marginan este hecho, hará interesante y amable la presente encuesta, que obtuvo ya en Madrid un gran éxito cuando fué publicada.
Nosotros iremos dando a conocer poco a poco las contestaciones obtenidas sobre el particular que tendrán sin duda alguna el prestigio del ejemplo oportuno o el encanto inusitado de lo imprevisto.
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Ernesto Vilches se ganó tres pesetas en el tenorio
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El gran actor Ernesto Vilches, cuya vida puede compendiarse en una serie de triunfos escénicos progresivos, tuvo la amabilidad de contarnos cómo ganó sus primeras pesetas, con la gracia y la originalidad que le son peculiares.
- Tenía apenas quince años. Vivía en Murcia dedicado a mis estudios preparatorios, sintiendo, sin embargo, una gran afición por el teatro. Una vez llegó al pueblo una compañía incompleta de cómicos y como bien pronto me hice amigo de todos ellos, en una ocasión me ofrecieron un “bolo” de cinco pesetas si me comprometía a representar “El Capitán Centellas” del Tenorio.
Escondiéndome a la vigilancia paterna, “hice novillas” y, “ahorcando los libros”, me dediqué a estudiar el papel que me habían confiado en el célebre poema.
Por fin llegó el día de la función. Se representaba el primer acto y “Doña Brígida” brillaba por su ausencia. Comprendí lo crítica situación y dolido por la consternación del empresario, me puse el traje de “dueña”, me caractericé lo mejor que pude y salí a escena sin que el público notara la substitución.
En una narración del acto segundo lo hice bien y me gané un aplauso, el primero de mi carrera. Conservé todavía el incógnito; pero en el tercer acto sentí una rabia impetuosa al ver que el público confundía tan lastimosamente mi sexo; y entonces, me levanté las faldas en escena para enseñar los pantalones. Estaba seguro de ganarme una ovación como premio de mi labor; pero lo que oí fué un gran siseo, porque el público se ofendió al verse tan bien burlado.
La empresa, reconocida, ya que la saqué de un compromiso imperioso y le hice dos papeles en vez de uno, se portó conmigo espléndida. Me pagaron tres pesetas de las cinco estipuladas. Las dos restantes, todavía me las están debiendo.
El precio de mi debut era para descorazonarme; sin embargo, supe ser tenaz y logré, con el tiempo, el éxito que tanto ambicionaba.
Don Carlos B. Zetina comenzó ganando seis pesos mensuales
El conocido industrial don Carlos B. Setina, que ha logrado a fuerza de honradez, de tenacidad y de trabajo constante amasar una bonita y envidiable fortuna, es el clásico ejemplo de lo que puede hacer un hombre cuando repudia las acechanzas del vicio y la ficticias dulzuras de la ociosidad.
Publicamos a continuación el fragmento de una carta del señor Zetina, en la que da su opinión sobre la encuesta abierta por EL UNIVERSAL ILUSTRADO:
“... Era un niño de nueve años cuando quedé huérfano de padre; mi madre carecía de todo recurso para sostener a sus hijos que eran siete y se vió en la necesidad de poner a trabajar a la mayor parte de ellos. No cumplía aún once años, cuando fuí enviado a la capital del Estado de Puebla como meritorio a una tienda de abarrotes, en la que trabajaba desde las cinco y media de la mañana hasta las diez de la noche, y no obstante el excesivo trabajo, el primer año o poco más de un año, sólo se me pagó con los alimentos y la habitación que se me proporcionaba: pasado ese tiempo, se me asignó un sueldo de seis pesos mensuales, o sea setenta y dos pesos al año, con los cuales ya pude comprar algo de ropa y ayudar con una pequeñez a mi madre. La Providencia seguramente me ha protegido y tengo la firme convicción de que ha sido el premio que le da a todos los hijos que cumplen con el sagrado deber para con sus padre. Esto no lo digo como una alabanza para mí, porque es una obligación; pero podrá servir a la juventud actual, para que sepan que ningún hijo que cumple con sus deberes para con sus padres es abandonado por la Providencia, mientras que aquellos que por desgracia desatienden sus obligaciones, siempre sufren las consecuencias de su ingratitud”.
Ernesto García Cabral, pintando un esqueleto se ganó sus primeros treinta pesos
Ernesto García Cabral, el inquieto caricaturista veracruzano de revueltas melenas y de perfil bohemio, ganó su primer dinero en circunstancias muy curiosas:
Estudiaba todavía en Huatusco, cuando fué comisionado por el Jefe Político para pintar el esqueleto del cuerpo humano, con objeto de que sirviera de cuadro mural en la escuela del municipio.
- Con el asombro de las comadres del barrio -cuenta García Cabral- me dediqué al trabajo durante varios días, cobrando posteriormente por él, treinta pesos dictatoriales.
Como dato curioso, recuerdo que algunas viejecitas ingenuas, cada vez que pasaban frente a la ventana donde yo dibujaba, se santiguaban devotamente antes de proseguir su camino.
¿Verdad que no deja de ser muy original la manera cómo gané mi primer dinero?- concluyó diciéndome Ernesto, mientras daba los últimos retoques a una caricatura intencionada y sangrienta.
El Dr. Atl se ganó su primer franco vendiendo periódicos en Marsella
El Dr. Atl, eminente vulcanógrafo mexicano y amante partidario del arte nacional, cuya vida está llena de aventuras extravagantes y curiosas, me recibió en el patio central de la Academia de San Carlos, donde a la sazón se ocupaba en instalar los cuadros más interesantes de “La Exposición de Pintores Independientes”.
- ¿Cómo gané mi primer dinero? Es curioso: vendiendo el “París Sport” en Marsella. Las circunstancias de este hecho son originales.
Había llegado al puerto de Marsella, después de abandonar París, en donde me retiraron una pensión que tenía concedida por el Gobierno de Jalisco. Como no tenía un solo céntimo, busqué trabajo en el muelle, en la descarga del carbón; pero los italianos tenían totalmente monopolizado el oficio y durante cuatro días vagué por la ciudad sin tener un pedazo de pan que llevarme a la boca. Al quinto día, acuciado por la necesidad acudí al Consulado Mexicano sin éxito alguno. Por fin, decidido a esperar mi destino, me senté en el quicio de un amplio portalón, hasta que un papelero, compadecido del estado misérrimo en que me encontraba, partió conmigo sus periódicos y empecé a vocearlos.
Así gané yo mi primer dinero; no a costa del sudor de mi rostro, porque ya no tenía sudor, sino bajo la presión de un hambre desesperada.
El maestro Julián Carrillo fue acolito en su juventud
- No recuerdo a punto fijo en qué circunstancias gané mi primer dinero, -comenzó diciéndome el maestro Julián Carrillo. Director de la Orquesta Sinfónica y del Conservatorio Nacional de música-, pues esto ocurrió ya hace muchos años.
Sin embargo, dos episodios acaecidos en la misma época, traerán sin duda el tema del asunto:
Fué en Ahualulco, San Luis Potosí. A instancias del Presidente Municipal, se formó en la escuela una pequeña banda militar, en la que se me encomendó el saxhorn III. En una ocasión, solicitaron nuestros servicios en la bendición de una casa y entiendo que recibí por mi trabajo tres cuartillas o un real.
Otra vez, siendo también muy pequeño, me gané un real y medio acolitando en las honras fúnebres que se le hicieron al padre de Ahualulco don Ignacio de P. Rodríguez, que había fallecido víctima de un tifo. Todavía recuerdo que, con peligro inminente de contagio, estuvimos más de dos horas dando guardia al cadáver, en la nave principal de la iglesia.
Antes de despedirme del maestro Carrillo, me habló con entusiasmo de sus nuevas teorías revolucionarias sobre música y del artículo bolchevique-musical que publicó con el título de “El Sonido 13”, en “Acción de Arte”.
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