La estampita del santo que guardan las abuelitas en su cartera, la monografía que de niño uno compraba en la papelería para hacer la tarea… ¿de dónde venían? El estilo kitsch de estas imágenes llamadas cromos es algo que se remonta a la infancia de muchas generaciones, ya sea de aquellos que fueron niños ya sea en los años 50, 70 o hasta en los 90. Esa curiosidad llevó a José Ruiz, un joven artista colombiano, a descubrir los restos de una de las imprentas más importantes en el campo en Colombia, Gráficas Molinari, y a rastrear sus conexiones con México y el resto de América.
En la era de las redes sociales se habla mucho sobre la necesidad de consumir imágenes, pero Ruiz recuerda que esto ya ocurría desde antes de la existencia de Internet y prueba de ello son este tipo de imágenes que en el siglo anterior se vendían con fines pedagógicos, como lo eran las monografías; devocionales, como lo son las estampitas religiosas; decorativas; como aquellas con ilustraciones de niños, animales, bodegones y paisajes, o incluso como softporn, como lo eran las de mujeres con ropa reveladora.
Este estilo de imágenes se imprimía en cromolitografía, una técnica de impresión de finales del siglo XIX que se caracteriza por lograr colores vívidos con el uso de cuatro tintas y gamas especiales. Antonio Molinari, un exiliado español que llegó a Cali, Colombia, regresó a Europa en 1951 para asesorarse, comprar maquinaria y contratar personal para establecer su empresa de cromos. Si bien no fue de los primeros en trabajar la cromolitografía en Colombia, sí innovó en su modelo de negocio. La técnica no era económica, pero Molinari hizo que la técnica fuera más rentable a través de la reproducción masiva de imágenes, explica Ruiz:
“Lo que ellos hicieron fue imprimir planchas y planchas de imágenes. Por la cantidad que imprimían, las imágenes se hicieron muy baratas. El negocio se volvió rentable porque cubrió la necesidad en nuestros países, del grueso de la población de clase baja-media que no tenía la posibilidad en ese momento de acceder a imágenes impresas en Francia, traídas de Europa, o aún más difícil, acceder a pinturas, que era la forma en la que se decoraban los espacios domésticos por parte de las clases más acomodadas. La cromolitografía no la trae Antonio Molinari, pero sí es el pionero en que ésta sea una técnica para reproducir masivamente imágenes con una gran calidad”.
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El mundo conectado por imágenes
¿Pero quiénes hicieron estas ilustraciones cuyo estilo se quedó tan impreso en el imaginario colectivo? Todo tiene origen en Europa, donde se establecieron los primeros talleres de imágenes en cromolitografía, quienes en un inicio dominaban la distribución de estas imágenes. Entre los más importantes era T.A.M.L, que estaba en Alemania, e Image d’Epinal, en Francia. Ahí se comisionaban a pintores las imágenes, que ellos vendían a distintas imprentas, quienes las reproducían. Otras imprentas optaban por reproducir imágenes de obras de arte, con algunas alteraciones: “contrataban a un copista, quien se la entrega a la imprenta, que hacía el proceso fotomecánico para la reproducción en color, utilizando como intermediario a un ilustrador o a un dibujante, quien también hacía una interpretación gráfica de la obra. Finalmente, en su reproducción técnica, el maquinista o el impresor alteraba los colores según lo que le convenga”, dice Ruiz sobre el proceso.
Cuando estas imágenes revendidas llegaron finalmente a Latinoamérica, lo que hacían imprentas como Gráficas Molinari era “latinoamericanizarlas”, dice Ruiz, colocando por ejemplo fondos más tropicales a las imágenes de los santos.
Así fue que se tejió una red que no sólo conectaba a Europa con Colombia, sino también con México. En el país había dos imprentas destacadas, una es Galas de México —que contrataba a sus propios pintores, pero se modernizó y ahora sólo imprime empaques de productos— y la otra es Cromos y Novedades de México, que estuvo cerca de la Basílica de Guadalupe y tuvo una especial relación con Gráficas Molinari, según revelan varios documentos administrativos de la imprenta colombiana: “Lo más probable es que hayan intercambiado imágenes o que hayan revendido imágenes del otro taller. Por ejemplo, en el archivo de Molinari hay como seis láminas de playas en México. Es muy posible que estas imágenes hayan sido hechas por esta imprenta”, dice Ruiz. Molinari también hizo imágenes religiosas para adaptarse a los mercados a donde exportaba, en el caso de México, hizo de la Virgen de Guadalupe.
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Debido a ese intercambio y reventa de imágenes, casi todas tienen el mismo estilo. Junto a la repetición de las imágenes y su abundante circulación fue que se insertaron en el subconsciente colectivo.
“Uno no sabe dónde las vio ni cuándo fue la primera vez que las vio, pero sabe que las ha visto y eso se logra sólo a través de la reiteración”, dice Ruiz sobre el impacto cultural que tienen los cromos.
La red de intercambio de imágenes hizo que Gráficas Molinari llegara más allá de casas colombianas, llegó también a estudios de artistas, como Beatriz González, y a sets de cine y televisión, como el de la película mexicana Los Caifanes, de Juan Ibáñez, la serie estadounidense Twin Peaks, de David Lynch y hasta en un episodio de Friends.
En sus años de universitario, Ruiz rastreó Gráficas Molinari hasta dar con el último empleado de la imprenta que poseía el remanente de la imprenta, que cerró en los años 80. El artista lo compró y asumió el rol de custodio de este archivo. Ruiz inició la digitalización de imágenes, liberó los derechos para su reproducción, hizo donaciones a museos y bibliotecas, y comenzó un proyecto editorial y una revista titulada Remanente, que se imprimen sobre imágenes originales. El objetivo es que se agote el acervo y circule como siempre lo hicieron estas imágenes. En Ciudad de México es posible encontrar las publicaciones en las librerías Exit (Río Pánuco 215, Cuauhtémoc) y Polilla (Frontera 146, Roma Norte).