Un mundo entre el sueño y la memoria se hila en la ópera Generación perdida, del compositor mexicano (Ciudad de México, 1976), a partir del libro homónimo del poeta y periodista Javier Moro Hernández (Bucaramanga, 1976) que publicó Ediciones Periféricas en 2021. Subrayar la importancia de la memoria a nivel social, que ciertos eventos permanezcan en la, que no desaparezcan y siempre estén presentes es el objetivo de esta ópera, dice Sosa. Se representa la memoria que guardan las víctimas y sus familiares en el mundo idílico, con retazos de sueños, pesadillas y recuerdos, donde transcurre "Generación perdida", explica.

No es una obra lineal; como se presiente, su lógica obedece más a la del mundo del sueño. Pero el trasfondo, la inspiración, sus temas detonantes son claros: las desapariciones y la violencia que cruza América Latina. Alguien podría decir que es una elegía con referencias, por ejemplo, al movimiento de las Madres de Plaza de Mayo de Argentina o, en memoria, tal y como se presenta la obra, de las más de 100 mil personas desaparecidas en la llamada guerra por el narcotráfico de México en la década pasada.

 El escenario en el que la obra se estrenó es legendario: el 18 de julio le abrió sus puertas el teatro experimental La MaMa en Nueva York, recinto clave en el movimiento Off-Off-Broadway de la década de 1960 y donde se han presentado artistas tan distintos y de primer nivel como Danny DeVito, Joe Pesci, Robert De Niro, Morgan Freeman, Patti Smith, Sam Shepard y Tadeusz Kantor. En escena hay una mezzosoprano, el cuarteto de cuerdas, la pianista y el director de orquesta. Paralelamente, se proyectan visuales en blanco y negro hechos por Danny Landez, diseñador de espacios, cuyo trabajo se describe en su página como “transmedia, que combina arquitectura, performance, crítica queer de color, estudios chicanos, estudios urbanos y arte”.

Lee también:

En escena: la mezzosoprano Victoria Vargas y la pianista Mila Henry. En la orquesta: Sodam Kim (primer violín), Maya Lorenzen (segundo violín), Toby Winarto (viola) y Oliver Weston (chelo).
Fotos: Jorge Sosa
En escena: la mezzosoprano Victoria Vargas y la pianista Mila Henry. En la orquesta: Sodam Kim (primer violín), Maya Lorenzen (segundo violín), Toby Winarto (viola) y Oliver Weston (chelo). Fotos: Jorge Sosa

“Generación perdida es una pieza compleja. Lo que me atrajo hacia la obra de Javier es que él presenta una visión muy completa. Nos dice: la desaparición forzada es un arma de guerra que se utilizó en la dictadura chilena, en la dictadura argentina, en la dictadura uruguaya, en las dictaduras en El Salvador, en Guatemala. Es un arma de los gobiernos militares. Ese es el inicio, es una parte importante de la desaparición forzada como arma de guerra. Pero también nos dice: es la violencia generada por las armas que se trafican ilegalmente desde Estados Unidos, que arman este arsenal ilegal que arma a los grupos del crimen organizado y que arman también a ejércitos privados en lugares como Colombia, Guardias Blancas que, a su vez, desplazan a indígenas afroamericanos, a poblaciones rurales, las obligan a huir de sus lugares de origen y a convertirse en migrantes. A veces son migrantes que huyen a otras partes de sus países, a las zonas urbanas y, en algunos casos, migran hacia los Estados Unidos, pero es todo lo opuesto a un ecosistema. Es un círculo de violencia. Un fuego que se aviva por la adicción que fundamentalmente se vive en Estados Unidos, este es el mercado de las drogas, el dinero que se consigue de las drogas financia al crimen organizado, las armas que se producen en Estados Unidos se trafican ilegalmente y todo esto genera este círculo vicioso de violencia sin freno”, explica Sosa y recalca que la obra va más allá de esta narrativa en los lindes del sueño y arroja datos, números fríos que se relacionan directamente con el hecho de que Javier Moro también es periodista.

“Es importante para él que esto se cuente, no sólo desde el punto de vista poético o literario, sino que tenga números y datos concretos. Pero lo que hace Javier, lo que me inspiró de su obra, es que el texto no es violento, no es sórdido. La situación es violenta y sórdida; entonces, lo que él hace es escribir desde la sensibilidad poética y darle un giro único porque invita a la reflexión, invita al duelo, al desarrollo de la empatía, al entendimiento de la situación desde el punto de vista histórico y social. Y al abordarlo desde el arte genera un momento de comunidad con el público y los artistas y nos pone a todos en la misma frecuencia. Por un momento, los que nos encontramos allí, escuchando la música, observando la ópera, estamos unidos por este ritual escénico”.

Moro, asentado en México desde hace cuatro décadas, dice que el libro surgió de la conjunción de dos plaquettes previas: una llamada Los hipopótamos de Pablo Escobar, y otra, Generación perdida, que abordan respectivamente la violencia en Colombia y México. Durante el sexenio de Calderón, cuenta, empezó a trabajar en la organización de protección a periodistas Artículo 19 y se acercó a las organizaciones civiles que trabajaban temas de Derechos Humanos: “Empecé a involucrarme en esos temas, y me pregunté cómo, desde la visión literaria, desde la visión del escritor, podía ser narrada la situación que estábamos viviendo”. El primero de los poemas, continúa, está dedicado a los migrantes asesinados en el municipio de San Fernando, en Tamaulipas; gente que viajó en busca de una mejor posibilidad de vida y que fue masacrada en esa búsqueda. Otros poemas hablan del desplazamiento forzado en las Sierras de Guerrero y Sinaloa; procesos que tienen paralelismos con los efectos de la violencia en Colombia; desplazamientos forzados que Moro vincula sin decir nombres y ciudades, sino situaciones: “Al sur de Bogotá hay un municipio que se llama Ciudad Bolívar y es una zona de invasión, digamos, de personas desplazadas; personas que huyen, básicamente, con lo que tienen puesto; obligadas a dejar lo poco que tienen: su casa, sus animales, sus televisiones, sus documentos”.

Lee también:

Sosa, que lleva 20 años viviendo en Nueva York, ha ganado en varias ocasiones el National Endowment For The Arts y su trabajo forma parte de la Librería del Congreso, la biblioteca más importante de Estados Unidos, abunda en la coyuntura que estos temas tienen en el presente y en el territorio estadounidense: “La migración se vive de distintas formas, en muchas partes del planeta; ahora mismo en Estados Unidos estamos viviendo una versión de las desapariciones forzadas de los regímenes militares en la América Latina de la década de 1970, que lleguen hombres enmascarados a arrestar personas en medio de la noche y que desaparezcan y no sabes dónde están tus familiares; eso es una táctica de terror probada y experimentada en América Latina”.

En ese lapso, dice, entre la llegada de la persona encargada de ejecutar una deportación y la deportación por sí misma, la gente es enviada a prisiones improvisadas afuera de los EU, quizá en El Salvador.

Generación perdida es un proyecto financiado por IDEA Opera Grants (Inclusion, Diversity, Equity, and Access), beca de OPERA America: “Me acerqué a la compañía Teatro Grattacielo y les propuse hacer una triangulación con Ópera América para que la beca fuera a Teatro Gratachelo y ellos produjeran el estreno”. La obra tiene, explica, influencias de jazz y bolero, momentos no literales en los que hay salsa y cumbia, “pero definitivamente están ahí los huesos de esta música. Desde hace tiempo, mi música oscila entre estos distintos mundos sonoros.

Lee también:

La siguiente presentación de Generación perdida será en octubre en un concierto al aire libre, en Gotham Park, cercano al Chinatown en Manhattan, su elección es simbólica, se trata de un barrio de inmigrantes asiáticos, italoamericanos, judíos, etc. Sosa proyecta que la obra se presente en noviembre en Mérida.

 La dirección de escena es de Elena Araoz y la musical de Tian Hui Ng; el productor y director artístico de Teatro Grattacielo es Stefanos Koroneos. La mezzosoprano es Victoria Vargas; en el piano, Mila Henry y en la orquesta: Sodam Kim (primer violín), Maya Lorenzen (segundo violín), Toby Winarto (viola) y Oliver Weston (chelo).

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.