El fuego en Los Ángeles arrasó con todo un capítulo de la historia chicana, pero sobrevivieron objetos mexicanos como un molcajete, una escultura de barro y el pedazo de una ilustración sobre la cultura maya. Se trata de los restos del archivo de Juan Gómez-Quiñones (Chihuahua, 1940 - Los Angeles, 2020), figura clave en los estudios chicanos y cuya casa se consumió en el incendio de Palisades.
Fue “simbólico” la sobrevivencia de estos objetos mexicanos, dice Irene Vásquez, doctora en historia, profesora de la Universidad de Nuevo México y viuda de Gómez Quiñones, quien fue historiador y uno de los pocos mexicanos en estudiar en la Universidad de California (UCLA) en los años 60.
“Era uno de los líderes intelectuales del movimiento chicano. Él era el líder porque era el más educado de todos, pero no era presumido, era parte de la colectiva. Muchos saben de César Chavez y Dolores Huerta (líderes campesinos en Estados Unidos), quien fue mi tía, pero Quiñones era el intelectual más importante de los chicanos”, explica Álvaro Huerta, profesor de la Universidad Politécnica de California y alumno de Gómez-Quiñones.
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El académico es considerado uno de los pioneros en los estudios chicanos porque, si bien desde décadas antes la academia ya estudiaba el tema de los mexicanos que se iban a Estados Unidos, Gómez-Quiñones y compañía comenzaron el uso del término chicano y su estudio, la diferencia es que tenía mayor carga política y de activismo. De hecho él escribió manifiestos políticos como el de Santa Bárbara, así como el primer libro de Flores Magón publicado en Estados Unidos. Entre otros libros que escribió están Teorizando sobre la Revolución Mexicana y La creación de la nación chicana.
Más de 2 mil 500 libros conformaban la biblioteca del académico, quien se encargó de documentar la historia de los mexicanos en EU. “De éstos no quedó ni una página”, dice Vásquez. Muchos de estaban en su oficina y tanto Huerta como Vásquez recuerdan cuando sus alumnos le ayudaron a mudarlos a su casa, tras retirarse como profesor de la UCLA, en 2020.
También se quemaron los documentos civiles que su familia llevó a EU, así como sus notas académicas y de eventos políticos que organizó. El registro de sus proyectos –ayudó a crear el Latino Museum, el Mexican Culture Institute así como escuelas, en colaboración con su esposa– y las pinturas de artistas chicanos que coleccionaba, como Salomón Huerta (hermano de Álvaro), Margaret García, Henry Gamboa, Magu Luján, Amado Peña, entre otros. “Hasta 2020 seguía coleccionando documentos de la historia de movilizaciones de mexicanos y latinos en California y el sureste, y las actividades políticas en el contexto de la Revolución Mexicana”, afirma Vásquez, quien remata: “Es una pérdida tremenda, en términos de historia y de un gran intelectual”.
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Dice que Juan estuvo involucrado en muchas luchas, dentro y fuera de la universidad. “Era meticuloso sobre conservar testimonios y archivos porque entendió la importancia de su contexto, que la lucha social y económica continúa, aún cuando hay cambios. En vida, presenció la violencia a los campesinos, los inmigrantes, la represeión del Estado sobre la gente de color y tenía una perspectiva importante que compartir con el mundo. Perdimos el material, pero creo que su compromiso con el cambio social continuará. Es una pérdida imposible de medir, aunque todo estaba organizado, era una gran cantidad de material que no sabremos del todo qué fue lo que perdimos” dice Vásquez, aún más en el contexto del regreso de Donald Trump a la presidencia.
Pese a la pérdida, hay material de Gómez-Quiñones por publicar. Álvaro Huerta tiene un par de manuscritos inéditos, y Reynaldo Macías, también estudioso, planea publicar una compilación de ensayos de Juan de Gómez-Quiñones.