Se viven las últimas horas de la gestión de Lucina Jiménez frente al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), una que no estuvo exenta de polémica y críticas.
El presupuesto ejercido por el INBAL se mantuvo casi estático, osciló entre pequeñas diferencias estos seis años de gobierno, siendo el de 2019 el más bajo, con 3 mil 301 millones 409 mil pesos, y el más alto hasta ahora es el de 2023, con 3 mil 822 millones 682 mil pesos —cifras que tampoco distan mucho a los presupuestos de 2017 y 2018.
La falta de crecimiento del presupuesto y momentos polémicos, marcaron la gestión de Jiménez. Por ejemplo, la crisis por impago a guardias de seguridad que llevó a cerrar salas de museos por falta de vigilancia, el impago a trabajadores del capítulo 3000 (aquellos que trabajan por honorarios), problema que se repitió varias veces en el sexenio; protestas por el mal estado de las escuelas de arte bajo su jurisdicción, el uso del Palacio de Bellas Artes para una celebración a Joaquín Naasón, hombre juzgado en Estados Unidos por pedofilia y a su vez líder de la iglesia La luz del Mundo, y la reciente protesta de profesores de escuelas del INBAL.
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Miembros de la comunidad artística hacen un balance y comparten su análisis y opinión de lo que fue el INBAL en este gobierno.
Miriam Kaiser, quien hace más de 30 años trabajó en INBAL como directora de recintos como Bellas Artes y la Sala de Arte Público Siqueiros, tiene comentarios sobre situaciones que llevan años y que en este sexenio tampoco se solucionaron: falta de estrategia de difusión y la falta de autoridad para avalar obras originales de arte. “Falta una comisión con gente del Cencropam y los otros centros de investigación para avalar las obras, porque ahora los particulares son los que dicen qué es bueno y qué no. No puede ser que INBAL se lave las manos, desde hace años”.
Sobre el tema de la difusión, la gestora cultural señala que la falta de presupuesto y acción en esa área pone en riesgo los esfuerzos que implica montar un proyecto como una puesta en escena o una exposición y que el Instituto no puede sólo difundir en redes sociales. Dice que una mejor estrategia de promoción dejaría ver que el INBAL está presente y haciendo su labor como guardián de arte en México.
La falta de difusión lleva a otro tema que para María Minera, crítica de arte, debería ser un escándalo: “En el sexenio de López Obrador cayeron las visitas a museos hasta 140% (como reportó Manu Ureste para Pájaro Político en 2023), en comparación a las que hubo entre 2015 y 2018”, afirma. Si bien reconoce Minera que la pandemia fue factor clave para esta caída, señala que la llamada austeridad republicana “sí tuvo un impacto puntual en el cumplimiento del derecho cultural de las audiencias”, pues indica que este sexenio disminuyó el número de exposiciones.
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Entre los aspectos positivos, Minera destaca la remodelación de los museos Tamayo, Arte Moderno y Sala de Arte Público Siqueiros, aunque cuestiona que hayan ocurrido por estar en las inmediaciones del Proyecto Chapultepec Naturaleza y Cultura, excluyendo a los otros recintos del INBAL.
Y resalta que la mayoría de personas frente a los museos del Instituto sean mujeres. “Las directoras de los museos hicieron un esfuerzo enorme a título individual, ahora sí, como dicen, fue por amor al arte, porque no fueron ayudadas ni por la Coordinación de artes visuales ni por el Instituto. Tuvieron que conseguir fondos privados en una proporción que no habíamos visto antes, se recurrió a bancos, fundaciones, becas y Efiartes, lo cual es de un retruécano perverso que los museos tengan que pedir a Efiartes porque además le están quitando recursos que tendrían que ser para independientes, pero cómo han de estar las cosas que los museos del INBAL tienen que pedir dinero por esa vía. Se está haciendo un trabajo fantástico, pero por las directoras y sus equipos”, subraya Minera.
“Nunca ha estado peor el INBAL”, continúa Minera, tras numerar problemas como explotación, mala paga y no respeto a los derechos laborales de los trabajadores, lo que definió como “olvido” al mantenimiento en los Centros de Educación Artística, falta de custodios y su falta de participación activa como guardián de obras de arte con declaratoria de monumento artístico, como se pudo notar en el Polyforum Siqueiros, que pasó otro sexenio sin resolverse su descuido: “La misión de proteger obra es un desprecio desde siempre, pero en este sexenio se notó más”.
También insiste en que reunir gran parte del arte que resguarda INBAL en un solo espacio como lo es la Bodega Nacional (recién inaugurada) es de alto riesgo.
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“En general, la actuación del INBAL en esta administración va a ser recordada como una en la que los artistas pasaron de ser los sujetos que dan sentido a ese instituto, de ser los creadores de los contenidos que ofrece el Instituto, a ser vistos como una lata, unos privilegiados, unos pedinches. El INBAL se debe a la comunidad artística, sin ella no podría existir. Su actuación en la pandemia fue desastrosa. La comunidad pidió en repetidas ocasiones ayuda desesperada y no llegó. En este sexenio el INBAL se debió al Presidente, le preocupaba complacer a las autoridades y no a la comunidad. (El INBAL) ha perdido la confianza que le teníamos”, afirma Minera.
El crítico de música Lázaro Azar coincide en la pérdida de confianza al Instituto por parte de artistas. Para él, “la primera señal de lo que sería el desastre musical de esta administración” fue el despido en 2019 del entonces director de la Orquesta de Teatro de Bellas Artes, Srba Dinic. El argumento fue su elevado sueldo. Dinic incluso propuso bajarlo, pero eso no revirtió la decisión. “Fue una decisión arbitraria. No querían a alguien con conocimiento y que indicaba cuando las cosas no estaban bien hechas, querían a alguien que pudieran ningunear a su antojo”.
Otro elemento que considera caracterizó a esta gestión fue la falta de rigor o ignorancia de la Coordinación Nacional de Música, pues no todo el tiempo se han basado en la trayectoria de los artistas para actuar en sedes emblemáticas. Azar reconoce que se hizo a bien que hubiera más diversidad en la selección de artistas, pero lamenta que en ocasiones pesara más ese “parámetro”, por encima del talento:
“Lamentablemente, en estos tiempos de inclusión, y no solo inclusión en el sentido de equidad de género, como gay me siento apenado de que en aras de esa inclusión de pronto programen una dizque cantante por el mero hecho de ser trans. También entre la gente trans hay gente de muy buen nivel, pero no alguien que les llega y les dora la píldora”, afirma.
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Azar también lamenta el recorte presupuestal de la Sinfónica Nacional, así como la disminución de la oferta de óperas y conciertos: “luego dicen ‘boletos agotados’, pues cómo no se van a agotar si son tan pocas funciones”.
Estos recortes también afectaron en la Compañía Nacional de Ópera, donde se han perdido los elencos profesionales para sustituirlos con los alumnos del Estudio de la Ópera. “¿Por qué? Porque a ellos no les tienen que pagar. Es hacerles un favor, porque están permitiéndoles que se fogueen”, ironiza Azar. “Y luego, por ejemplo, les acaban ofreciendo a los que no eran parte del Estudio un pago de 4 mil pesos para un cantante de ópera por pocas que sean las funciones, eso ni siquiera (cubre) lo que invierten en sus transportes, en su vestuario, preparación”, agrega.
Azar también destaca que gracias a financiamiento privado hubo mejoras en los recintos musicales del INBAL, pese al “ninguneo” que tuvo el Instituto hacia espacios como el Conservatorio Nacional de Música y la Escuela Superior de Música en el Cenart. Además señala la ausencia de grandes figuras internacionales, que en sexenios anteriores era normal verlos desfilar por los grandes escenarios mexicanos.
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“Fue un sexenio trágico, lamentable, penoso”, concluye.
José Antonio Cordero, director de teatro y cineasta, considera que el INBAL tuvo buenas intenciones en el sector del teatro, pero que eso no bastó, pues contó con un presupuesto bajo: “Los programas operan, pero por debajo de la realidad por la falta de presupuesto, que mucho se fue a Chapultepec. No alcanzan a cubrir las necesidades de la comunidad teatral de México”.
Agrega que la falta de dinero se reflejó en la reducción de tamaño de la Muestra nacional de teatro, evento que, considera, no tiene mayor alcance en el país más que en el estado donde se realiza. Esto lleva a Cordero a apuntar que el problema de hace años de no lograr la descentralización, en este sexenio tampoco solucionó.
La falta de fondos también afectó en el mantenimiento y en la difusión de sus puestas en escena.
El director asegura que muchas de las funciones se promocionan de boca en boca, por parte de los mismos artistas.