Las cartas entre Frida Kahlo y Diego Rivera que se conservan en el archivo de la Casa Azul son la fuente esencial del libro “Frida en París, 1939” (Turner Noema
2021), del escritor Jaime Moreno Villarreal , que constituye el relato más detallado acerca de la estancia de la artista en la Ciudad Luz, entre enero y marzo de 1939.
Tras haber trabajado en el archivo de la Casa Azul, por invitación de la entonces directora, Hilda Trujillo , en torno de las bibliotecas de los dos artistas mexicanos y, luego, sobre las conferencias que André Breton ofreció en México, el investigador encontró estas cartas que son inéditas y desconocidas, y en las que Frida ofreció a Diego Rivera parte del relato de los días que ahí vivió. Había por ejemplo -cuenta Moreno Villarreal-, una carta de 18 páginas, y aunque entonces la separación y distancia entre los dos artistas era fuerte la comunicación se mantenía.
Entre los archivos surgió la idea de hacer este libro. No son la única fuente que consultó Moreno Villarreal, pero sí resultaron esenciales. También halló en la Casa Azul el pasaporte donde su nombre todavía es Frida Kahlo de Rivera; la invitación a la exposición “ Mexique ” de la galería Renou et Colle , donde en marzo de 1939 expusieron Frida y Manuel Álvarez Bravo , y el catálogo de esa muestra; está la foto de una de las muñecas que compró en el mercado de pulgas de Saint-Ouen; un retrato de Jacqueline Lamba –esposa de Breton— que le regaló a Frida cuando dejó Francia y que al reverso tiene un beso con labial y el sobrenombre de la pintora: “Xochitl”, y está también un dibujo en tinta sobre papel realizado por Frida cuando fue internada en el Hospital Americano de París, con fecha del 19 de febrero, que fue la única obra que creó en esa ciudad.
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El escritor se basó además en los archivos de André Breton que están en la biblioteca Jacques Doucet en la Sorbona; y la correspondencia y archivos de Antonin Artaud , Wolfgang Paalen y Benjamin Péret .
Ilustración basada en el pasaporte que guarda la Casa Azul.
“Fue un viaje al que se sintió un tanto obligada –dice en entrevista Jaime Moreno Villarreal-. No tenía una disposición amplia, gustosa, de ir a París. Se sentía obligada un poco por Diego, también por Breton. Estaba sola en Nueva York -Diego no había siquiera pensado en la posibilidad de acudir a la exposición que ella tuvo en esa ciudad-, y estaba con la perspectiva de embarcarse a París; lo peor fue que el barco estuvo a punto de la zozobra. No fue sino hasta que llegó al puerto de Havre, donde se encontró con Jacqueline Lamba , que asumió que iba a hacer lo que tenía que hacer. Pero esa misma noche, al llegar a París, se enteró de que la exposición también estaba a punto de zozobrar; no había sido bien organizada, era apenas una idea en la mente de Breton”.
-En París es vista por una parte como la esposa de Diego Rivera y por otra como la artista surrealista, algo con lo que se debate.
-Es cierto que cuando Breton conoció su obra en México, en la casa de Palma y Altavista, ella quedó un poco sorprendida de que de inmediato la reconociera como surrealista, y tuvo reparos al respecto. En México en ese momento había la tendencia de pensar que era el arte de los sueños; aunque Frida había tenido contacto con el surrealismo -específicamente en Nueva York había visto cuadros- no era ducha en las discusiones de los manifiestos surrealistas ni quiso ser militantemente surrealista pero le interesó que el surrealismo fuera una especie de conducto para dar a conocer su obra en Europa. No quería formar parte de la idea de que era surrealista o de que la manejaran como artista de obra naif -que a eso se prestó su obra allá-.
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El escritor explica que en ese tránsito, entre noviembre del 38 y marzo del 39, ella definió que su nombre iba a ser Frida Kahlo. “El que le sugiere que deje de llamarse Frida Kahlo de Rivera o Frida de Rivera, fue el galerista Julian Levy, en Nueva York”.
-Hizo el viaje “obligada” pero, con el paso del tiempo ¿qué significó París para Frida Kahlo?
-A su regreso, en principio mostró un enorme rechazo hacia París; lo que más le interesaba era recuperar su casa por el pleito entre Diego y Trotsky. No hubo reconciliación con Diego, entonces París le resultó una especie de paréntesis un tanto chocante, pero al paso del tiempo ciertos aspectos de su estancia en París fueron floreciendo en su obra, y características del surrealismo cristalizaron en su pintura y en su diario. El sólo hecho de que encontremos en el librero junto a su cama (en la Casa Azul) un rincón dedicado a publicaciones surrealistas, implica que a ella le interesó mucho la iconografía surrealista , más que el discurso surrealista.
El surrealismo era una especie de partido político en una nuez; Breton y sus allegados reproducían el sistema de los partidos totalitarios fascistas o comunistas; él era el jefe máximo y determinaba quién era surrealista y quién no. Frida decía que no quería ser surrealista, que no se quería unir a esa suerte de proyecto totalitario.
Ilustración de un beso con labial y el sobrenombre de la pintora: “Xochitl”, similar al que dejó en un retrato que Jacqueline Lamba le regaló a la artista.
-En París vivió muchas historias, la exposición, las muchas parejas que tuvo (Jacqueline, Michel Petitjean, Alice Paalen, Manolo “El Guapo”), la amistad, los museos, la enfermedad, el contacto con Remedios Varo, Duchamp…
-En la cuestión afectiva, el haber tenido por lo menos dos amantes hombres, además de Jacqueline, y luego la cercanía que desde entonces tuvo con Alice Rahon (Paalen), además de los amantes que dejó en Nueva York (Nickolas Muray y Pierre de Lanux), implica que estaba en una situación de rompimiento, en una fuerte inestabilidad emocional; aunque fue libre desde muy chica, había una respuesta refleja a las infidelidades de Diego. …Los únicos amores perdurables de su estancia en París fueron Jacqueline Lamba y Alice Rahon (Paalen).
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-¿La transformó París?
-Sus visitas al Louvre fueron muy importantes; no le gustaba visitar museos, se cansaba mucho, pero por lo menos hizo dos visitas al Louvre. Ahí encontró obras que influirían mucho, específicamente para la creación de “Las dos Fridas” (“Las dos hermanas”, de Théodore Chassériau), y para “La Columna Rota” (“La Venus de Milo”). La amistad con Duchamp fue importantísima porque conoció otro modo de concebir el arte, otra aproximación a lo que podía ser artístico independiente de la pintura.
-¿Qué había en los archivos de la Casa Azul sobre el viaje?
-Ahí encontré las cartas de Frida a Diego, de Diego a Frida, y muchos telegramas. Es evidente que había un enorme afecto entre ambos; nunca hubo un reclamo. Siempre es “te extraño”, “quiero estar contigo”. De parte de Diego es “no desaproveches la oportunidad de estar en Europa”. Uno se sorprende de que están al borde del divorcio. Son cómplices durante todo el viaje. Diego era muy flojo para escribir; Frida era todo lo contrario, le encantaba, chismear, divertirse.
Dibujo basado en una foto de una muñeca que Frida compró en el mercado de pulgas de Saint-Ouen
-¿Cómo es la Frida escritora?
-Es alguien con una espontaneidad muy notable, aunque con una ortografía horrible y a veces una sintaxis de saltimbanqui . Es una escritora espontánea no es una estilista. Al leerla, y aquí secundo el interés que subrayó Raquel Tibol en Frida como escritora, la disfruto muchísimo, sobre todo en sus cartas más íntimas en que se explaya, chismea.
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-Frida llega a París en un momento crucial para la humanidad, 1939, Hitler, la guerra inminente.
-Sí. La vida le obsequió estar ahí en ese momento tan difícil. Una de las cosas que más me conmueven es que a finales del 38 ya el mundo vislumbraba la derrota de la República; Frida sabía que se dirigía a Francia, un país al que estaban emigrando cantidad de republicanos españoles cruzando los Pirineos, que llegaban sin una peseta, sin medios para subsistir. Ella, además de sus maletas llevó dos baúles, uno de ellos era ropa que juntó en Nueva York para los refugiados.
Sabía que se acercaba a un lugar que estaba encendido, presto para un conflicto probablemente armado, y parte de sus preocupaciones respecto a sus cuadros -que estaban en la aduana francesa-, era pensar que si se venía la guerra qué pasaría con sus cuadros. Fue una de las razones por las que se negó a itinerar la exposición, como le habían ofrecido Duchamp y Peggy Gugenheim .
Poeta y ensayista, autor de la "Ruta de Diego Rivera" (de su estancia en Montparnasse), Jaime Moreno Villarreal describe que a la par de lo que vivía Frida en París, en México la situación era muy compleja; en esa época Diego decidió no seguir con el trotskismo: “La decisión de Diego fue muy radical, y al deslindarse del trotskismo mandó a volar su relación con André Breton que siguió siendo leal a Trotski hasta el fin. Este momento de ruptura finalmente le tocó a Frida en París”.
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-Escribes que 'la vigencia de prejuicios a finales de los años 30 era manifiesta'. Con eso se enfrentó Frida…
-Sí. Si uno ve las notas periodísticas que aparecieron después de la exposición, algunas refieren a ella como un objeto folclórico. Incluso por su forma de vestir, el propio Kandinsky, que la felicitó, le escribió a Josef Albers en una carta que fue a la exposición “Mexique”, donde había cuadros de la esposa de Diego Rivera, y que le sorprendió, sobre todo su vestido: “un traje nacional mexicano muy pintoresco”. En París se le calificó a Frida de Naif , y eso le chocaba a ella; otros la reconocían como surrealista; otros tomaban el tema de los sacrificios en los mexicanos que decían que estaba en la obra de ella...
Portada con detalle de la pintura Autorretrato para el dr. Eloesser, Frida Kahlo, 1940, colección particular. NY. Mary- Anne Martin/ Fine Arts.
-¿Qué quedaría por investigar?
-Hay un capítulo por investigar: ¿qué pasó al regreso de Frida a México? Muy pronto empezaron a llegar los exiliados surrealistas al país, algunos por invitación de ella, Paalen y su esposa Alice; se hizo la exposición del surrealismo en la galería de Inés Amor, organizada por Paalen y el surrealista peruano César Moro, con el beneplácito de Breton. Se dio la desbandada de los surrealistas, algunos pensaban venir; Diego Rivera ya no se mostró favorable a la llegada de los surrealistas. Diego y Frida fueron dos artistas que fueron en un momento el faro para ayudar a los exiliados, pero de repente el faro se apagó.
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-¿Qué Frida descubres tras seguir sus huellas por París?
-No me atrae la idea de desmitificar a Frida en lo absoluto. El libro muestra la preocupación de un escritor por entender a una mujer notable, peculiar, llena de debilidades, de sabiduría y de una inteligencia realmente superior. No una mujer de conocimientos, sino inteligente en su práctica de vida, y su práctica de vida es básicamente constituirse en artista.