En "La sangre desconocida", su novela anterior, el escritor y periodista Vicente Alfonso (Torreón, Coahuila, 1977) exploró la historia de mujeres que por convicción entraron a la lucha clandestina a principios de los años 70 donde ocupa un lugar importante la organización guerrillera Liga 23 de septiembre; hoy, tres años después, en su nueva novela, "La noche de las reinas" (Alfaguara), el narrador vuelve a Sinaloa y a los años 70 —esta vez a un solo día, el 24 de julio de 1978—, para mirar desde el microscopio que transita entre el hecho histórico y la ficción, el relato de mujeres que se vieron metidas con violencia, en la guerra sucia del México de esos años, cuando eran adolescentes.
Al recopilar testimonios de mujeres tocadas por los fenómenos guerrilleros y recuperando otras historias menos oscuras, pero igual de silenciadas y violentas que ocurrían al interior de certámenes internacionales de belleza, el colaborador de EL UNIVERSAL quiso en un thriller contar la historia de mujeres “robadas”, ese eufemismo que, dice, se usa en la privación de la libertad, o de chicas que entraban a concursos de belleza donde padecían una vida esclavizada, o aquellas otras que deciden tomar justicia por propia mano y que se preparan para matar aunque en realidad fueron víctimas de una violencia disfrazada.
Sobre esta nueva novela que transcurre en Mazatlán, que incluye a una reina de belleza sudafricana bajo amenaza de muerte, un gobernador que ejerce la tortura, la corrupción y el crimen, un periodista llevado a escritor que quiere escribir la historia más genuina de ese estado del Pacífico mexicano, y una niña pistolera y exguerrillera, habla Vicente Alfonso, quien reconoce que La noche de las reinas rinde homenaje a Sinaloa, donde vivió de niño, y a la literatura sinaloense de Élmer Mendoza, Inés Arredondo, Geney Beltrán, Juan José Rodríguez y Miguel Tapia, entre otros.
Lee también: Guerra, filosofía y religión
¿Querías hablar de mujeres violentadas y violentas?
Me llama la atención que en esta tradición del asesino a sueldo, el peso siempre cae sobre la figura masculina. Investigando, me encontré por lo menos dos casos reales de mujeres que habían aprendido a defenderse, ellas lo expresaban así, y que tenían claro que incluso podían llegar a defenderse con una pistola en la mano. También, en varias de las novelas de nuestra tradición literaria, el pistolero le dice reina a su pistola y pensé que esta es una relación muy en clave masculina y nos falta contar las otras historias. Irene no es un personaje que está buscando que alguien venga a hacer justicia o a reconocerla o impulsarla, ella aprende a hacerlo sola y se echa en los hombros esa tarea. Quería hacer un reconocimiento a los muchos niveles de lucha que han dado nuestras bisabuelas, abuelas y madres.
Lo terrible es que es para vengarse de quien la violentó.
Efectivamente, ella está atrapadísima y creo que ese es un punto ciego del personaje, en este discurso de polarizaciones que vivíamos en los años 70, eran los tiempos de la guerra fría. Están aquí las microviolencias y macroviolencias, el tema de los nacionalismos exacerbados, de los racismos, de los machismos. Y justamente por eso un concurso de belleza es el pretexto para reunir a personajes de distintas índoles.
¿Vas a los 70 para contar una historia presente?
Toda novela y género que parece más alejado de lo fáctico, de los hechos, abreva de la realidad, al final hablamos de la experiencia humana. Sergio Pitol en su novela El desfile del amor, que es la propuesta pitoliana de la novela policiaca, pone a un historiador en lugar de un detective que regresa a buscar pistas de un hecho que vivió en su niñez. Yo pienso mi novela como un ejercicio similar, como un vistazo al final de los años 70, concretamente 1978, porque fue un año que a mí me tocó vivir en Mazatlán, aunque abreva de muchas regiones y de otros momentos que se dan alrededor de estos años 70 y nos retrata realidades que ahora no querríamos ver como las violencias, microviolencias, macroviolencias y racismos.
Lee también: Mayo registra la cifra más baja en asesinatos de mujeres; fueron 175 víctimas
¿La novela echa luz sobre violencia a mujeres?
Hoy, en ciertas zonas apartadas sigue habiendo prácticas como esto, de robarse a las muchachas, que a veces es calificado como usos y costumbres, pero ¿quién puede pensar que una niña de 13 años está lista para que se la lleven, incluso en contra de su voluntad?, ¿cómo le vamos a echar encima la responsabilidad de formar a otros niños y niñas que seguirán perpetuando esas dinámicas de violencia? Eso era visto como la normalidad y eso es muy preocupante.
¿Una novela de claroscuros, que son los que te interesan?
La novela está basada en hechos reales, en hechos que ocurrieron en todo el país, aunque los personajes sean ficticios y amalgamas de distintos casos, pero que lamentablemente no son excepcionales. Mi novela no condena, simplemente expone, expone cosas que la memoria colectiva ha borrado, pero que a veces tendemos a ver como un concurso de belleza, que aparentemente no tienen gran peso político, pero justamente por ese barniz de intrascendencia es que a veces le es permitido tanta atrocidad.
Los años 70 estuvieron marcados por muchísimas protestas, en cada lugar donde se desarrollaba un concurso de belleza había chicas protestando y se volvían también grandes reflectores para otras protestas, llegaban campesinos, familiares de estudiantes desaparecidos. Y hoy volvemos a ver estas dinámicas; en ese sentido, la novela es un rescate de esas protestas de muchas mujeres que hoy son abuelas y que siguen luchando por derechos porque no todos les han sido reconocidos.
Lee también: Los libros llegan solos
¿Sigue habiendo mucha oscuridad y silencio en torno a historias como esta?
Pareciera que fue una época conflictiva que no nos heredó nada y desgraciadamente es una espiral que vuelve cada cierto tiempo, estos discursos exacerbados de racismo o de violencia, de extremismos los volvemos a ver y yo creo que ahorita estamos justamente en un hecho de sincronía donde muchos de los discursos que rescaté y que en el momento que estaba escribiendo la novela, hace unos cuatro años, todavía no eran tan evidentes, se han revelado otra vez. A eso las abuelitas le decían: “No hay nada nuevo bajo el Sol” y yo creo que es verdad. Nos asusta asomarnos al pasado porque de pronto sabemos que si hurgamos en nuestro presente podemos encontrar cosas iguales o peores.
Al menos se nombran: desaparición forzada, feminicidios.
Sí, por lo menos se les ha dado nombre. La primera vez que yo me enteré de que en mi ciudad, en Torreón, había desaparecidos por causas políticas, fue leyendo un libro de doña Elena Poniatowska. Yo estaba estudiando la preparatoria y leí Fuerte es el silencio y casi me parecía una errata, decía, “No, pero cómo, en mi ciudad, pero si aquí no pasa nada”. Y ahí está la función social de los escritores, decir: “A lo mejor no te lo han contado, pero no quiere decir que no haya sucedido”. Al menos es recordar y nombrar y que tenga una tipificación para poder señalarlo porque si no ¿cómo lo denunciamos, cómo lo señalamos?
¿Te debías esta novela con este escenario?
No sé si me lo debía a mí, pero se lo debía justamente y por eso está ambientada en Mazatlán. Porque mi familia llegó a Mazatlán por causas políticas, mis papás fueron exiliados de mi natal Coahuila y pasamos en Mazatlán una temporada. Con el tiempo empecé a ver esto de que no era un foco de violencia donde pasaban cosas atroces, que en realidad tenemos un pasado turbulento y había que reconocerlo, pero también tiene su lado optimista, que es una sociedad civil activa. Ahora tenemos otra forma de negociar y pactar con nuestros lados oscuros. En ese sentido, la novela sí es una deuda que quiero pagar con esas generaciones que nos educaron y que tomaron en sus manos algunas luchas que no han terminado.
¿Ya estás en una nueva novela?
Es otra novela, no sé si me la debo a mí, pero sí se la debo al personaje principal. Me atraen las historias que nadie más quiere contar. Cuando se forma un vacío, un silencio incómodo, es como un hoyo negro. Todos los relatos familiares y de las grandes colectividades, la memoria nacional tiene vacíos, estoy detrás de otra historia de esas, en otro agujero negro.