“Mi primer día de trabajo fue realmente muy bonito”, recuerda Cándida Fernández (Ciudad de México, 1954), quien desde el pasado 1 de mayo dejó su cargo como directora general de Fomento Cultural Banamex. “Tenía la certeza de que se podían hacer cosas bonitas y muy importantes, no había muchas incertidumbres, la verdad”, agrega.
Fernández fue invitada al cargo después de haber realizado su maestría y haber participado en actividades de su alma mater, la Universidad Iberoamericana, como lo fue su campaña financiera. Su antecesor fue Fernando Gamboa, un peso pesado en la cultura mexicana, museógrafo, figura de la historia d el Museo Nacional de Bellas Artes, y quien estuvo frente a Fomento de 1983 a 1990, año de su muerte. Tras su llegada un día de 1992, Fernández, historiadora de formación, permaneció al frente de esta área del banco durante 33 años, periodo en el que se encargó de la coordinación y proyecto museográfico de más de 150 exposiciones, coordinó más de 100 publicaciones, entre las que hay libros y catálogos, y más de 60 iniciativas integrales de restauración y desarrollo turístico integral.
Su trabajo para difundir e impulsar la cultura de México la llevó a colaborar con prestigiosos museos internacionales, como el Metropolitano de Nueva York, El Prado de España y el Louvre, en París; así como ser reconocida con importantes galardones, como el Premio Covarrubias en 2013, la Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, que le otorgó España en 2015, y la Medalla Museo Nacional de Historia- Castillo de Chapultepec, que le fue otorgada el año pasado.
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Ahora, en sus primeros días de jubilación, a título personal, Cándida Fernández conversa orgullosa —y aún con un arraigado tono institucional y usando la primera persona plural cuando habla del banco— sobre los proyectos que marcaron su trayectoria, sus aprendizajes para llevar a cabo una gestión cultural efectiva y sobre la importancia de estudiar la Historia, pues “el proceso cognitivo y analítico que tiene la historia, te enseñan a pensar”, asegura.
Algo que marcó su gestión fue el tema del arte popular
El arte popular ha tenido crestas de interés, en los 20 con Dr. Atl y en los 30 con Roberto Montenegro. Pero en los 90 sí estaba decaído y sin mucho reconocimiento social para los maestros. No estaba en su mejor momento y sí creo que nuestro programa vino a poner énfasis, no podemos olvidar que tienen raíces comunitarias, pero también hay una impronta personal por parte de los grandes maestros. Fue poner una llamada de atención en la calidad de los grandes maestros, que en aquel momento estaba un poquitín olvidada. Hay mucho quehacer todavía.
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También dedicó exposiciones importantes al tema del diseño de moda y diseño industrial cuando no muchos recintos lo hacían
Ya había iniciativas, el Franz Mayer ya había empezado, la creación de la UAM Azcapotzalco también le dio su relevancia. Lo que faltaba eran estudios centenarios o panorámicos de la evolución del diseño. Afortunadamente, con el banco y esta forma ambiciosa de pensar en grande se pudo hacer. Ya había asistido a museos como el MoMA, donde ya se empezaba a gestar algo importante. La moda y el diseño empezaron a tener en los museos del mundo una cabida y pudimos aprovechar para presentar vida y diseño, diseño en plata y después indumentaria y moda. El año entrante tendremos Arte y barro, diseño y cerámica, con la curaduría de Ana Elena Mallet y Juan Coronel, continuaremos esta intención de revisión del diseño en forma centenaria.
Otro punto importante de su proyecto fue el arte virreinal.
Era muy importante presentarlo en México, pero más afuera de México, porque a quien teníamos que convencer era al público europeo y luego al norteamericano. Empezó una corriente muy sólida de investigación en universidades norteamericanas, como Princeton, y por otro lado fuimos abriendo espacios de curaduría de pintura virreinal en grandes recintos, como El Prado y el Louvre, que estrenamos en 2014, cuando exhibimos joyas novohispanas y se entrelazó con la sala de pintura española.
No hay que cejar en ese empeño. No estaba tan reconocido, la primera vez que se presentó pintura americana en El Prado fue con nuestra exposición Pintura de los reinos. Identidades compartidas en el mundo hispánico. Fue una manera muy contundente de entrar. Había que encontrar las similitudes que engrandecen a ambas naciones y convencer a España de que había sido una gestora cultural generosa que había permitido el desarrollo de procesos culturales fuertes en los territorios que había dominado. Fue un proyecto donde ganamos todos.
Tenemos ya un proyecto con El Prado a mediano plazo, que el banco ya se encargará de cultivar y desarrollar para que se pueda presentar tanto en México como en Madrid y, probablemente, en Nueva York.
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¿Cuál diría que fue su máximo aprendizaje sobre hacer gestión cultural?
Hay que tener la mente abierta, tratar de comprender porque bien decía el doctor O’Gorman que en la historia no había que buscar culpables ni regaños; hay que tener seriedad en la investigación, compromiso con el conocimiento. La verdad es que esto te lleva, junto con la solidez y el pulmón del banco detrás, a poder relacionarte con instituciones. La creación de alianzas, de amigos, sí es muy importante, así como el fortalecimiento de tus equipos, el conseguir que tus colaboradores puedan desarrollar mejor sus capacidades. Tenemos muchos aliados, eso te permite que a la hora de pedir un cuadro al Perú y tener amigos en común, te lo van a prestar y siempre ayuda. Hay que ser buenos porque al finalmente todo mundo puede terminar apoyándote o relacionándose con tu trabajo. Siempre trabajamos con los estados del color que fueran. Hemos tenido una larga relación con el INAH, muy respetuosa, que luego dicen que el INAH es muy difícil y pues sí, pero si se ven los proyectos con respeto y se cumplen los parámetros, suele funcionar muy bien. Las alianzas son una cosa esencial y si algo que, creo, puedo estar agradecida, es de la larga lista de amigos que he hecho a lo largo del camino.
¿Qué aprendió sobre tratar con esta masa abstracta llamada público?
Creo que, en general, si las exposiciones tienen un objetivo claro y sencillo en la primera lectura, tienes la posibilidad de captar a esa persona para que regrese. Creo que el público en términos generales ha sido muy generoso. Al tener la puerta abierta (gratuidad) y compartir nuestros anhelos y esfuerzos en las exposiciones, sí sienten que forma parte de una comunidad.
¿Se quedó con ganas de hacer algún proyecto?
No, la verdad es que si algo nos ha caracterizado en Fomento a lo largo de los años es la consistencia y la perseverancia. Entonces casi todo se nos fue dando, poquito a poquito. Todavía hay muchos proyectos caminando que darán frutos a futuro. Creo que de arte popular tengo cinco o seis temas que se pueden desarrollar bien para invitar al público a vivir con el arte popular en su vida diaria, que creo que es algo en lo que debemos insistir un poquito más y lograr que de la moda se pase a la costumbre.
Resumir 33 años de trabajo en una conversación no es sencillo, para el caso de Cándida Fernández quizá la mejor forma de resumirlo es con un Árbol de la vida artesanal con figuras de sus hitos más destacados —como su primera exposición Pasado y presente del Centro Histórico y la última, Miguel Covarrubias, una mirada sin fronteras—, así lo hizo su equipo en lo que es su regalo de despedida. Sin embargo, la gestora no considera dejar de trabajar: “La jubilación es como directora de Fomento Cultural Banamex, pero realmente seguiremos con otras cosas, quizás con menos presión, pero sí con varios proyectos. Buena parte de ellos son sobre arte popular, algunos de ellos seguiremos con Fomento, con alguna exposición también, tal vez a futuro ahora que se perfile la nueva dirección, que todavía no existe. Tengo 71 años, ya es una buena edad para tener un poco de flexibilidad de horario y de vida. Sí consideré que la trayectoria de lo que veníamos haciendo ya era importante y que podía dejar la dirección con un buen equipo que se queda, que hemos venido siendo casi una familia y que serán capaces de continuar”.