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Para la escultora peruana Andrea Ferrero los últimos dos años de su vida están “borrosos” en su mente. Más de 3 mil pasteles, decenas de miles de galletas y brownies, y 78 mil seguidores en Instagram después, la artista y su pareja, el curador de arte colombiano David Ayala-Alfonso, siguen procesando el fenómeno que resultó ser Cuarentena Baking, la pastelería que iniciaron accidentalmente durante el confinamiento y que les ha ayudado a sobrevivir la crisis de la pandemia.
Ninguno de los dos tiene experiencia en la repostería, de hecho el tema de especialidad de Ayala-Alfonso es el origen de las colecciones de museos y el tráfico de objetos culturales. También trabaja como editor en una revista cultural, escribe textos académicos y crítica de arte. Por su parte, Ferrero se enfoca en analizar las estructuras de poder plasmadas en monumentos y arquitectura, a través de sus esculturas, trabajando con técnicas como la fotografía, el modelado 3D, así como con archivos y, recientemente, con alimentos, específicamente los pasteles.
“A raíz de Cuarentena Baking estoy haciendo arte comestible. En Oaxaca hice una residencia que se llama Comeer, ahí hice unos fragmentos de escultura en pastel, glaseados con chocolate”.
La escultora tiene en puerta un recorrido en el Museo Jumex, en el marco de la exposición “Urs Fischer: Lovers”, que abordará el arte comestible. El evento, que requiere previo registro y se llevará a cabo el 28 de abril, estará basado en la pastelería europea del siglo XIX, la cual “era muy de poder”, define Ferrero.
Cuarentena Baking, un accidente pandémico exitoso
“Grave”, dice Andrea cuando se le pregunta sobre cómo era su situación económica durante el confinamiento, antes de iniciar formalmente Cuarentena Baking. Y es que como muchos artistas que viven por proyectos, la pareja vio cómo de forma instantánea su calendario se deshizo a golpe de cancelaciones de residencias y viajes a Estados Unidos, Suiza y Croacia.
“Teníamos un gran año planeado. Teníamos muchas residencias, invitaciones (...) y con la pandemia, todo eso dejó de existir y con ello los cheques, nuestros ingresos de todo el año”,
explica David. Sin embargo, Andrea lo corrige, pues afirma que su situación como artistas “siempre ha sido crítica”.
“Siendo artista no siempre tienes un ingreso fijo. Uno no tiene un sueldo normal, no es estable. Nosotros hemos vivido de premios, becas”, ilustra la escultora sobre el panorama promedio al que se enfrentan aquellos que viven del arte. Ferrero destaca que los cheques parecen tener escritas grandes sumas de dinero, sin embargo, la administración a largo plazo de un sólo pago no da para lujos.
“Justo cuando empezó la pandemia ya estábamos quemando los últimos cartuchos, siento que estábamos al borde, pero se venían esos proyectos que cuando se cayeron fue–” “¡Traumático!”, exclama David, completando la frase de Andrea.
Después de aquel “trauma”, Andrea y David son dueños de una de las pastelerías más populares entre los capitalinos. Y, aunque Cuarentena Baking ha sido una especie de salida de emergencia para la crisis económica de los artistas, nunca fue su objetivo emprender.
“No pensamos Cuarentena Baking, lo único que pensamos fue en hornear como hobby, para desestresarnos de toda la angustia del encierro y la pérdida de los proyectos. Pero nunca pensamos en hacer un negocio”.
En cuestión de tiempo, la bomba explotó y todo gracias a las “benditas” redes sociales. La pareja comenzó a compartir sus creaciones pasteleras en Instagram. Poco a poco, amigos y amigos de sus amigos comenzaron a intercambiar alimentos y bebidas por postres. “El gremio del arte y de la literatura se empezaron a enterar y comenzaron a ordenar”, explica Ayala-Alfonso sobre sus primeros trueques y ventas.
“¡Gracias al planeta!”, dice Andrea sobre cómo se corrió la voz de Cuarentena Baking.
Justo el factor de comunidad es una de las bases y características más importantes del proyecto pastelero de Andrea y David, pues no sólo la comunidad artística los socorrió con pedidos, sino con manos, una vez que el negocio superó su capacidad y la de su hornito eléctrico.
El “accidente” de la pastelería inició en un cuarto de su departamento, con los aditamentos más básicos. Ahí fue donde el dúo y sus colegas artistas -también desempleados- comenzaron a trabajar a marchas forzadas y a deshoras para cubrir la demanda de brownies, “cake jars”, galletas y sus ya icónicos pasteles de estilo vintage con forma de corazón.
Esta escena, que parece sacada de una película hollywoodense sobre superación personal, revela mucho sobre el estado de precariedad que viven los artistas en el mundo.
“Siento que estamos en un momento de múltiples crisis porque la cultura no es prioridad”, opina el curador, quien explica que en países que tienen el modelo de patronato del Estado, como Brasil o en el continente europeo, han sufrido muchos recortes, se han encargado de “desestructurarlos”. Sobre la situación en México, los artistas han notado que la comunidad artística del país está “desencantada”, pues el apoyo que daría el presidente Andrés Manuel López Obrador quedó sólo como “promesa”.
De los siete amigos artistas que ingresaron al negocio de Cuarentena Baking, tres ya se fueron, para continuar con sus carreras artísticas de lleno, mientras que los restantes, mantienen el empleo para tener una entrada extra y así poder costear sus obras.
La agridulce aventura de estos artistas de emprender
El hecho de poseer un negocio de pasteles exitoso en medio de la pandemia, es un logro agridulce para Andrea y David. Aunque reconocen que financieramente, Cuarentena Baking ha hecho que vivan mejor, con más estabilidad, no pueden evitar traer a colación los daños colaterales que tiene mantener un negocio propio y a la vez aferrarse a conservar sus trabajos en el ámbito cultural.
“Nos quitó vida personal y profesional. Estamos en un mejor momento, más estable, pero el año pasado sí fue muy loco, un burn out -síntoma psicológico de agotamiento extremo- terrible, como (cualquiera) con una empresa en crecimiento”, testifica Ferrero.
Por su parte, David destaca que lo que más perdió con la pastelería fue el desarrollo profesional; “la posibilidad de participar en proyectos sí se recortó”, declara.
El crecimiento de Cuarentena Baking ha sido tan vertiginoso que Andrea Ferrero ve “borrosos” los últimos dos años de su vida. Reconoce que el negocio es muy absorbente.
La oportunidad de generar empleos en buenas condiciones en medio de la pandemia, es uno de los aspectos positivos que la pareja rescata sobre esta experiencia. Así como poder establecerse en un punto fijo, pues solían viajar constantemente. También crecieron su red de amistades y contactos, tanto en el sector restaurantero, como en el artístico.
El aspecto cultural ha comenzado a compaginarse con su faceta de reposteros. Andrea encontró una rama temática sobre las estructuras de poder en los postres: “el tema de poder que rodea la pastelería, como el azúcar, la esclavitud…”. En el caso de David, la influencia no ha tenido efecto en un proyecto en específico, sin embargo lo ha llevado a reflexionar más en conceptos como el servicio y el apoyo entre la comunidad artística.
“Algún día habrá una beca Cuarentena Baking”, dice la escultora en tono de broma, pero David lo reafirma con más seriedad.
Cuarentena Baking los salvó de su crisis, pero ¿ahora qué salvará a la pastelería de la inflación?
Cuarentena Baking fue hace dos años una red de soporte a la crisis económica que vivían los artistas en cuanto inició la pandemia; ésta continúa y sus consecuencias en el aspecto financiero se han ido agudizando y reflejando en la inflación y en problemas de cadena de suministro que afectan al mundo. Ahora, los también emprendedores necesitan una segunda red para sostener la pastelería.
En enero de este año, en una de sus conocidas sesiones de preguntas en Instagram, un usuario preguntó si subirían los precios de los productos debido a la inflación. Entonces, Andrea y David contestaron que habían decidido absorber ellos mismos el aumento de
precios de los ingredientes, para así no cobrar más. Han pasado tres meses y esa postura ya no es sostenible para Cuarentena Baking.
“Justo hemos estado hablando del tema. El huevo ha subido un 25% (de su precio), la mantequilla (también) y son las cosas que más usamos. Y ni qué decir del chocolate Kínder bueno…”, explica Andrea, mientras que Ayala-Alfonso remata con “¡está fuera de control!”.
Sus coloridos diseños y abundante dulzura han hecho que Cuarentena Baking se haga de fans, pero también tiene a sus detractores, quienes cuestionan los precios de los productos. Sobre esto están conscientes los fundadores, sin embargo, defienden el costo argumentando que no sólo usan ingredientes de alta calidad en gran cantidad, sino que también pueden mantener a un equipo de más de 20 personas en excelentes condiciones laborales.
“Para poder mantener el proyecto como queremos, no queremos bajar la calidad ni pagar mal ni fomentar esa cultura explotativa muy famosa en los restaurantes… Está muy difícil mantener los precios ante el aumento del costo de los ingredientes (...), entonces creemos que va a tener que subir (el costo de sus productos). Va a ser un problema, no queremos hacerlo (...) pero no se puede, no es posible”, revela Ferrero, con dificultad.
El futuro de Cuarentena Baking
“Hay mucho apoyo, la gente ha sido increíble. Sólo hay que ver dónde estamos, lo rápido que ha crecido Cuarentena Baking en dos años, eso es evidencia de cómo ha sido la gente, la ciudad y el país con nosotros”.
Abrir una tienda, con área para consumir en el lugar, crecer sus líneas de productos -incluyendo unos más económicos y mercancía- y llegar a otros lugares son algunos de los planes a futuro que tiene la pareja para Cuarentena Baking.
En el ámbito artístico, el objetivo de Andrea y David es “salirse” un poco de la pastelería -“somos padres obsesivos”, bromean- pues quieren recuperar su trayectoría.
“Estamos retomando convocatorias, que no habíamos tomado en dos años. No tenemos nada fijo, pero sí estamos pensando en retomar residencias, claro que no de tres años porque ya no es posible, pero sí de tres o seis meses”.