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cultura@eluniversal.com.mx
El director de orquesta mexicano Enrique Bátiz está inquieto tras acabar su ensayo. Tiene frío en el camerino y pide un calentador al personal de la Sala Nezahualcóyotl en donde mañana ofrecería un concierto con la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata. Todos los temas de los que quiere hablar se le agolpan: la acusación por violación que la violinista suiza Silvia Crastan hizo en redes sociales y en medios de comunicación, su despido de la Orquesta Sinfónica del Estado de México que fundó en 1971 y dirigió por 47 años, el parkinson que padece, y las acusaciones por maltrato laboral que pesan sobre él desde hace años y que en los últimos meses han cobrado fuerza.
Quiere hablar de todo, pero la acusación de violación ocupa casi todas sus energías. “Todo se tiene que aclarar. No puedo dejar eso en el aire”, dice a EL UNIVERSAL. Luce preocupado. Frota sus manos una y otra vez. “¿Tiene usted pruebas de haber tenido cualquier tipo de contacto con Silvia Crastan?”, se le pregunta. “Sí, tengo correspondencia”, responde.
Se queda en silencio, pensativo. Pide su teléfono celular para hablar con su abogada en privado porque advierte que analiza defenderse legalmente. Tras varios minutos y repetidas llamadas, el músico salta de su silla y dice: “¡Vamos a mi casa porque allá tengo pruebas suficientes de lo que voy a decir! ¡Es mentira que la violé!” ¿Es una carta? “Sí”. ¿Amistosa? “Más que amistosa”. Intercambia más llamadas con su abogada, luce decidido a emprender un viaje intempestivo desde Ciudad Universitaria a Naucalpan. Personal de la Sala le avisa que las autoridades de Música UNAM quieren hablar urgentemente con él. No acepta. Tiene prisa por llegar al Estado de México para mostrar las cartas.
Al Centro Cultural Universitario llegó solo, su chofer se reportó enfermo. “No manejo desde hace años y no me gusta hacerlo”, advierte. En el auto cuenta que sólo ha visto dos veces a Crastan. “La conozco porque ella… ¿sabes tú lo que es acoso?, es que ella...” “¿Ella lo acosaba?”, se le pregunta. “Sí, siento un poco eso. No sé qué pretende esta mujer, ella me pidió dinero, ¿cómo se dice cuando te piden dinero? Tengo por escrito que me pide compensación. Claro que no le di nada, es más, casi ni la conozco. La conocí en la Orquesta de Zúrich”.
Luce desorientado, tiene dificultad para observar con claridad los señalamientos viales, las llantas chocan al menos tres veces con banquetas. Ha pedido que la entrevista comience una vez que llegue a su domicilio para concentrarse en el camino. Al llegar a casa se apresura a buscar las cartas.
Está sudando. Tiene hambre. “Con todo este asunto no he podido ni comer”. Sube de nuevo al auto para ir a un restaurante. En el trayecto se esfuerza por recordar en dónde está el mensaje en el que ella le pide una compensación. Apenas toca su comida y, de pronto, pide a gritos que le traigan un brandy. La conversación gira en torno a la Orquesta Sinfónica del Estado de México; sobre su nuevo director, Rodrigo Macías, pide “que Dios lo proteja”; confiesa que esta experiencia le ha demostrado cuántos enemigos tiene.
“¡Está en el messenger!”, recuerda al fin. Quiere volver a su domicilio para revisar su teléfono con calma. En el auto, frente a su casa, busca en el celular, luce nervioso, no sabe cómo hacerlo: “Búscalo tú, no lo encuentro”, pide ayuda para sorpresa de la reportera que puede acceder directamente a la mensajería privada del director acusado de violación. En la pantalla se asoman varios mensajes de Crastan y algunas llamadas perdidas realizadas por ella. Bátiz pide centrarse en el mensaje en inglés enviado el viernes 2 de febrero, es el último de la lista:
La versión de la violinista. Silvia Crastan pasó el 1 y el 2 de febrero publicando en redes sociales que Bátiz la violó en 1996 en un hotel de Zúrich. Días después, aceptó hablar con EL UNIVERSAL vía Skype, sin cámara, acerca del presunto ataque.
Con seguridad explicó: “Fui al ensayo para conocerlo, para que mi maestro me presentara con él. Después del ensayo él me invitó a almorzar para seguir platicando. Creí estar a salvo. Fuimos al hotel, dijo que iba a dejar algo de dinero en su cuarto y que luego iríamos a comer. Esperé media hora, regresó bien vestido. Me propuso que fuéramos al cuarto para dejar mi violín. Acepté porque en Suiza eso es bastante seguro, era amigo de mi maestro. Fuimos al cuarto, cuando entramos, cerró la puerta y me tiró en la cama. Yo estaba en estado de shock”.
Lo sucedido se lo comentó a su maestro pero no pasó nada, asegura. No fue a la policía ni en México ni en Suiza porque, explica, estaba en shock. “Sólo traté de contactar a la oficina de Bátiz o a él mismo; tenía la esperanza de que dijera algo, no sé. Tal vez pudo haber dicho que perdió el control y que lo sentía mucho, con eso pude haberlo perdonado”.
Al mes de la presunta violación, él la llamó para invitarla a Bulgaria y a México: “No voy a usar las mismas palabras que él, pero era muy lascivo, decía: ‘baby, mi putita, ese tipo de cosas. Le dije que no iría por la forma en que se comportaba”.
Sin embargo, ella acepta que en los siguientes dos años quiso contactarlo pero no lo consiguió. En 1998 aprendió algo de español y vino a México para confrontarlo. “De repente lo vi, lo saludé. ¿Te acuerdas de mí? Y él dijo algo como: “ahh, sí, claro, lo recuerdo, en Zúrich”. Pero una vez más no pude hablar con él, sólo me dijo: “estoy ocupado”. No pude hablar con él”.
El concierto de mañana fue cancelado por recomendación de la Unidad de Género de la Coordinación de Difusión Cultural UNAM, tras esta acusación de violación hecha pública a través de medios de comunicación.
La Secretaría de Cultura del Estado de México informó a la prensa que analiza retirar el cargo de director emérito a Bátiz, tras despedirlo de la dirección artística de la OSEM.
El comisionado de los Derechos Humanos del Estado de México, Jorge Olvera, informó que no cuenta con ninguna denuncia de carácter sexual y dijo que debe ser confirmada la denuncia de Crastan además de conocer si hay documentación”.