En 2023, la escritora, poeta y revolucionaria sandinista Gioconda Belli fue despojada de la nacionalidad nicaragüense, tomó la chilena y luego la española. Fue catalogada por el régimen de Daniel Ortega como una “traidora a la patria”, por lo que vive en el exilio. Desde ese destierro sigue escribiendo de la Nicaragua de la revolución y la Nicaragua actual sumida, afirma, en una dictadura.
Entre ese pasado y este presente transcurre su nueva novela "Un silencio lleno de murmullos", publicada por Seix Barral, que cierra una trilogía —completada por La mujer habitada y El país bajo mi piel— que cuestiona el por qué una mujer no tiene derecho a vivir su potencial y lo que eso implica, como puede ser la lucha revolucionaria.
La también autora de "El pergamino de la seducción" habla de su Nicaragua, de Daniel Ortega, de Rosario Murillo, de los cambios a la Constitución para perpetuar a la familia en el poder, de los tiempos oscuros que cubren a América Latina y al mundo, de las tiranías que siempre caen, del poder de las mujeres y de la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México.
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¿Quisiste contar tu historia como madre y revolucionaria?
Ahí yo estoy representada, no sólo con el problema de Valeria, la mamá, y de la hija, sino un problema que sentimos las mujeres al asumir vidas que queremos que sean plenas, que tengamos algo que dejarle al mundo y usar nuestro potencial. El problema es que a las mujeres nos han negado el desarrollo de nuestro potencial, sólo nos han dejado la domesticidad y las mujeres ya no estamos absolutamente conformes con eso y demandamos que el trabajo y el sueño no nos tenga que separar de la familia. Todavía la sociedad está organizada para que los hombres hagan y las mujeres nos quedemos en la retaguardia.
¿Dejar testimonio de tu lucha?
Hay un cuestionamiento de por qué una mujer no va a tener derecho a vivir su potencial y lo que eso implica. Esta novela es parte de una trilogía que empieza con La mujer habitada, sigue con El país bajo mi piel, y ésta; son novelas muy personales, con grandes elementos autobiográficos. Pienso que mi experiencia ha tenido mucho que dar a la literatura. A veces se escriben novelas imaginadas, pero yo estoy hablando de lo que viví y eso le da a la novela una profundidad especial. Al final, me di cuenta que mis hijas la pasaron mal, pero también para ellas fue una enseñanza de que tienen derecho a seguir su vida, a querer ser felices y trascender el rol maternal.
¿Es una exploración a la culpa?
Mi carrera como escritora ha sido tratar de limpiarnos de las culpas, las culpas del cuerpo y el placer. Dentro de la novela también juega un papel el placer, el derecho al placer, a tener amor por su propio cuerpo, a saberse mujer, a saber sus necesidades y todo eso es totalmente diferente para los hombres. En la novela hay dos generaciones, la mujer más joven que tiene una visión diferente de su sexualidad y la mujer mayor que vive en una época donde todavía eso es más pecaminoso.
¿No deja de estar latente el presente de Nicaragua: Daniel Ortega, y Rosario Murillo, el abuso del poder y las modificaciones a la Constitución?
Ellos están intentando crear otra dinastía y hacer un cambio a una Constitución que obedece solamente a sus propias necesidades, o sea es el colmo que tratan de incorporar a la Constitución al esposo y la esposa, eso es absurdo para una constitución de un país, también que crean toda una estructura de “pecados” que cualquier persona en el país al cometerlos queda totalmente desprovista de derechos, y esos pecados son atentar contra la soberanía, atentar contra la seguridad nacional, y que además ellos deciden qué significa eso.
Está hecha de una manera ambigua, por ejemplo, yo acusada de traición a la patria estoy desnacionalizada, exiliada a estas alturas de mi vida. ¿Por qué? porque escribí, no hice nada más. Yo no conspiré, yo fui testigo de esa gran revuelta que hubo en 2018, pero no fui partícipe, esa revuelta fue espontánea. Ellos han querido crear toda esta mitología de que fueron los Estados Unidos los responsables, como siempre. El discurso de Rosario Murillo y Daniel Ortega es un discurso absolutamente mentiroso.
Por ejemplo, una de las cosas que me chocó es que se habla de crear una fuerza paramilitar. ¿En qué país se vuelve un derecho constitucional tener además del Ejército, la Policía y las Fuerzas Armadas, que el Estado cree una fuerza paramilitar? y eso responde directamente a la idea de Rosario Murillo de que en el momento en que Daniel Ortega desaparezca el ejército puede tener una posición en contra de ella, porque ella es la que anda con la espada de Damocles y le corta la cabeza a quien le da la gana.
¿Rosario Murillo le ha hecho mucho daño a tu país?
Sí y yo no sé cuántos nicaragüenses van a querer vivir en Nicaragua cuando ella sea presidenta con esa espada de Damocles que no respeta a nadie, no respetó al hermano de Daniel Ortega. Al hermano de Daniel Ortega por dar una entrevista lo mataron, ¿qué le hicieron? lo metieron en casa por cárcel, le quitaron todas sus formas de comunicación, te puedes imaginar a un hombre como él, que fue uno de los artífices de la revolución, que fue el que llevó a Daniel Ortega a donde llegó, que lo hayan aislado, que se haya muerto en un hospital solo, y que ni siquiera le hayan hecho honras fúnebres como el gran fundador del ejército nicaragüense; y si le hacen eso a ese hermano, qué puede pensar la gente ¿qué no me pueden hacer a mí?
En esta novela hay esperanza, hay amor, hay vida, hay un deseo de seguir luchando ¿hay futuro para Nicaragua?
Yo creo que sí, porque si nos ponemos a pensar en la historia de la humanidad, la historia es bien larga, nosotros vivimos un instante de la historia y cuando uno se pone a ver los procesos políticos que se han dado, como la Revolución Francesa, la revolución en los Estados Unidos, todo eso toma tiempo y entonces yo creo que, como dice la novela y evoca al mito de Sísifo, el que sube la piedra y la piedra se le cae y la vuelve a subir hasta que él decide hacerlo con alegría y con desafío, “ok, se me va a caer la piedra, pues la vuelvo a subir, la vuelvo a subir”. Para mí, eso no se puede perder, la idea de que nosotros tenemos la esperanza siempre, porque mientras luchemos, las luchas van a dar resultado. Tal vez no vamos a ver esos resultados, pero que van a dar resultados, van a dar resultados.
Nicaragua sigue en tu literatura, ¿seguirá siempre?
Mi Nicaragua está dentro de mí, yo siento que a Nicaragua no me la puede quitar nadie y que por eso yo rompí mi pasaporte en la televisión en España, porque dije que mi pasaporte no me representa. Yo soy nicaragüense porque ahí nací, porque ahí bebí los árboles, los volcanes, los paisajes que van a estar dentro de mí para siempre.
¿Tus mujeres, las que viven ahora en Nicaragua, las que están fuera también, siguen teniendo esperanza y sueños?
Claro, y se van a rebelar porque no puedes vivir en un país tan dominado por una familia. Las tiranías caen, eso es lo que te enseña la historia, hasta los romanos que crearon ese gran imperio, cayeron. Y eso es lo que va a pasar.
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No solamente Nicaragua, la situación latinoamericana es muy oscura para varios países.
América Latina está en una situación muy difícil, pero también el mundo entero está en una situación muy difícil. Estamos pasando una época muy oscura para la humanidad, pero yo creo que esas épocas oscuras si nos ponemos a ver la historia, se resuelven, la gente la resuelve, el pueblo la resuelve.
Desafortunadamente pienso que estamos al borde de un gran cataclismo político del que vamos a tener que salir porque la gente no va a aguantar toda esa represión, ¿cómo vas a creer que Milei está prohibiendo libros en Argentina, que Bukele tiene tantas personas presas para siempre?, es cierto que había una situación de inseguridad, pero la está tratando de resolver con otra situación de inseguridad.
Tenemos que darnos cuenta que toda esa gente que está ahí tiene familia, y eso es muy global, es como lo que están haciendo los israelitas en Gaza, están creando un pueblo entero que va a estar en contra de ellos por muchísimo tiempo; los rusos en Ucrania, o sea, esas cosas, no son gratis, les van a cobrar, les van a pasar la cuenta. Porque se la pasaron a Hitler, se les ha pasado a los dictadores, se la pasaron a los camboyanos, a los chinos.
¿Cómo ves la situación de México, la llegada de una presidenta y la presencia constante del anterior presidente, Andrés Manuel López Obrador?
Yo creo que es una luz de esperanza que haya una presidenta mujer, pero vamos a ver cómo sigue, porque esa luz de esperanza tuvo otra época en los 90 en América Latina, cuando hubo siete presidentas mujeres; o sea la cosa es que ella logre precisamente tener su propia agenda y no depender de la agenda masculina que le dejaron. Yo creo que ella tendría la posibilidad, pero tiene que tener el valor de ser presidenta como mujer y no como un apéndice de un hombre.