En el olvido se encuentran las esculturas que un domingo de 2003 inauguraron funcionarios y artistas en el camellón de Miguel Ángel de Quevedo, en Coyoacán; son obras de tres de los más grandes artistas del país: Vicente Rojo, Fernando González Gortázar y Manuel Felguérez.
De estos tres escultores, entre muchos otros, también en el abandono están varias obras en Paseo de la Reforma, instaladas en 2006.
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Los entornos de muchas esculturas contemporáneas se han deprimido, las obras no tienen mantenimiento y, como consecuencia del descuido –entre otras razones— se ha producido el robo de piezas, unas para fundir el bronce, otras porque son reubicadas y acaban perdidas.
En Reforma, las esculturas históricas no han quedado libres de intervenciones, grafitis, robos (la de Rafael Lucio hace nueve años o los felinos del Monumento a Cuitláhuac, en diciembre de 2020). Aun así, se denuncia y atiende más el caso de las esculturas históricas que el de las contemporáneas.
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Las obras de la serie de bancas (eran 71 inicialmente) han pasado a ser más mobiliario que obras de arte. Una parte fue reubicada en el Centro Histórico, en 2012; pero la carencia de un catálogo de la obra pública es otro problema; generar y concentrar esa información era uno de los propósitos del Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos (Comaep), cuyos resultados nunca se vieron. Aunque se solicitó a la Secretaría de Cultura de la Ciudad información sobre este Comité, la dependencia no respondió a la solicitud (tampoco respondió ante la pregunta de qué pasará con la estatua de Colón, en Reforma).
Otros artistas y arquitectos que crearon obras en Reforma fueron Leonora Carrington (una pieza adicional a la de El Cocodrilo), Alberto Castro Leñero, Yvonne Domenge, Francisco Toledo, Roger von Gunten, Gilberto Aceves Navarro, Irma Palacios, Teodoro González de León, Francisco Serrano, Alberto Kalach, Enrique Norten, Horacio Durán Navarro, Oscar Salinas Flores, Ana María Losada Alfaro, Ivette Lakatos y Margarita Landázuri.
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El contraste con estos ejemplos es la Ruta de la Amistad, que a partir del trabajo ciudadano ha sido recuperada. Luis Javier de la Torre, desde hace 27 años encabeza la defensa de la Ruta de la Amistad; creó el Patronato de la Ruta de la Amistad, que ha conseguido recursos para la restauración y mantenimiento; que ha impulsado programas de divulgación de estas esculturas creadas en el marco de las Olimpiadas Culturales de 1968 por artistas internacionales y que ha estado alerta de las afectaciones causadas por el crecimiento de la ciudad:
“El problema principal de la escultura pública es su necesidad de pertenencia: si las obras no tienen pertenencia, prácticamente no subsisten. Las de la Ruta de la Amistad están protegidas desde hace 27 años, es una nota de la iniciativa para hacerlo. En segundo lugar, el arte público debe reinventarse: si las esculturas están ahí paradas, si no hay un sentido nuevo, se van muriendo, ese es el caso de las obras en Miguel Ángel de Quevedo. En el caso de la Ruta, la construcción del Segundo Piso se tomó como una oportunidad para moverlas, para que ahora puedan ser caminadas, antes era imposible llegar a ellas. En tercer lugar es necesario proteger el entorno, si no se protege el espacio publico, se muere la pieza, hay que cuidar que no se construyan puentes, que no pasen cables, que no haya más edificios. Hay que atenderlas todo el tiempo, ahora nos toca cuidar porque a veces algunos llegan a dormir, o porque crecen las ventas ambulantes que traen desechos, comida, palomas… En 27 años nunca logramos que el gobierno se entere, comprenda lo que buscamos, no han ayudado, si acaso cortan el pasto… La Ruta es un ejemplo de lo que podríamos hacer como ciudad”.