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Dice el historiador Pablo Piccato que en el México posrevolucionario la historia del crimen estaba entrelazada con la historia política, y que desde ese periodo histórico y en mucho ayudado por los hechos de sangre que llegaron a la literatura y al cine, se puede contar una historia que ha estado marcada por la violencia y la impunidad, que es el tema central de su libro Historia nacional de la infamia. Crimen, verdad y justicia en México.
A partir de hechos de sangre que marcaron el siglo XX, como el caso de la niña María del Pilar Moreno; el asesinato de Álvaro Obregón a manos de José de León Toral y la presencia de la Madre Conchita; Goyo Cárdenas; Alberto Gallegos; la Banda del Automóvil Gris; el misterioso Leo D’ Olmo; pero también el surgimiento de la novela negra en México, la apropiación del crimen en el arte a través de piezas de Rodolfo Usigli, Juan Bustillo Oro y Rafael Bernal, el historiador y académico de la Universidad de Columbia, Pablo Piccato, repasa para historia para dar cuenta de lo qué significa la violencia y la impunidad en el presente de México.
“Traté de evitar que fuera simplemente un libro con un recorrido por casos particularmente infames o personajes infames, sino tratar de entender cómo se fue creando esa idea de la infamia y cómo se fueron creando esas historias. Parte de la selección de los casos me ayudan a dar forma a las percepciones del crimen en México y cómo el crimen mismo fue cambiando la manera en que la gente contaba las historias, explicaba las causas del crimen, o explicaba la falta de justicia”, señala Piccato de este libro que es coeditado por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y Grano de Sal, con traducción de Claudia Itzkowich.
Piccato dice que hay casos en todo el libro que marcan momentos donde los mexicanos se dan cuenta de que hay una justicia afuera del sistema judicial y permiten ver la fascinación de los lectores por los entresijos de la mente criminal, “son casos que ilustran cómo iba cambiando la manera de entender y explicar el crimen y de lidiar con el problema de la falta de justicia y cómo podemos seguir en una sociedad donde sabemos que hay impunidad”, afirma.
El historiador señala que lo más duro es ver cómo la gente en México ha vivido con la certeza de la impunidad, “si no sabemos la verdad sobre un crimen no podemos tener justicia sobre un crimen, ese es el punto central”.
Piccato dice que como historiador quiere mostrarle al lector que en estas cosas que vemos como naturales hay algo profundamente anómalo e inaceptable, “la idea de la impunidad, la idea de que la verdad no se conozca y la idea de que la violencia extrajudicial es aceptable; para mí siempre ha sido una preocupación, cómo en México se pueden aceptar las enormes cifras de muertes relacionadas con el crimen organizado en los últimos años sin que eso sea un escándalo, sin que eso sea un objeto de protesta masiva; quiero entender qué es lo que normaliza la violencia y creo que parte de la historia que cuenta el libro es el escepticismo hacia el Estado, de que nunca puede encontrar la verdad ni puede impartir justicia”.
El historiador por la UNAM, y doctor en Historia por la Universidad de Texas en Austin asegura que en México aceptamos que el 99% de los homicidios no sean investigados porque la premisa es “si los mataron es que algo habrán hecho” y porque priva la idea de que las víctimas son las culpables. “¿Cómo se llega a normalizar ese pensamiento?, ¿cómo se llega a aceptar eso?, para mí fue una pregunta importante y traté de encontrar componentes históricos de cómo se llegó a esa normalización”.
El autor de Ciudad de sospechosos. Crimen en la Ciudad de México, 1900-1931 (2011) y La tiranía de la opinión. El honor en la construcción de la esfera pública en México (2015), dice que su interés también es mostrar que durante el siglo XX también ha habido un esfuerzo paralelo por buscar la verdad desde la sociedad civil, “por tratar de entender las causas del crimen, la responsabilidad del crimen desde afuera del Estado. Vemos como desde los años 20 ha habido una curiosidad por parte de los ciudadanos por saber qué pasa, o qué sucede, pero que este impulso por buscar la verdad desde la sociedad civil no ha sido considerado importante políticamente porque ocurre afuera de las instituciones”.
El historiador recuerda que solamente hasta los años 90 surgieron las comisiones de derechos humanos y las comisiones de investigación en la Guerra Sucia, “eso ocurrió a fines del siglo pero durante la mayor parte del siglo es un esfuerzo completamente informal el tratar de entender lo que pasa, y mi argumento que es que si miramos la forma en que la gente leía la nota roja vemos que sí había un pensamiento crítico hacia el Estado, una idea de que había impunidad e ineficiencia en las instituciones y que por lo tanto los ciudadanos tenían que buscar resolver los crímenes de alguna forma”.
Pablo Piccato, quien se ha ocupado de la historia social y cultural de México, con especial atención en la comisión de delitos; y de los nexos entre la prensa y la literatura, dice que los lectores de la nota roja hacían una lectura muy activa con el fin de tratar de ver los datos de la escena del crimen y especular sobre quiénes eran los culpables.
“Era una lectura muy distinta de la que se hace ahora de la nota roja, ahora es mucho más amarillista la cosa, pero en la época de oro de la nota roja, entre los 20 y los 50, era como una ventana que les permitía a los lectores convertirse en detectives. Yo traté de reconstruir eso porque me parece que es parte de la historia que es fácil olvidar pero que sigue también con nosotros, es decir la sociedad civil en México sigue de alguna forma u otra expresando la idea básica de que todos los ciudadanos tienen derecho a saber la verdad”, concluye Piccato.