Más Información
Guadalupe Taddei solicitará ampliación del presupuesto para la elección judicial a la Cámara de Diputados; “si funciona, estaremos mejor en calidad y resultados"
Sheinbaum es una "consumidora voraz" de información: José Merino; el tablero de seguridad, herramienta clave, destaca
IMSS-Bienestar asegura mantener contratados a 2 mil trabajadores en entidades no adheridas al organismo
Rosa Icela Rodríguez se reúne con próximo titular del INM; “arrancaremos el 2025 con mucho trabajo”, asegura
SSa llama a tomar medidas preventivas ante bajas temperaturas; pide proteger salud por temporada invernal
Los sacerdotes mexicas
utilizaron ejemplares faunísticos para recrear en las ofrendas los niveles verticales del universo. Corales, conchas, caracoles, estrellas de de mar y otros organismos marinos simbolizan un inframundo de naturaleza acuática, conectado con el mar, ríos y lagos.
Par mostrar esta riqueza arqueológica de las ofrendas enterradas en el recinto de la antigua Tenochtitlan, se presenta la exposición Estrellas de mar y cocodrilos en las ofrendas del Templo Mayor, que muestra la inseparable relación entre la naturaleza, cultura y conocimiento, se informó en un comunicado.
Foto: Cortesía INAH
A nombre de Diego Prieto, director de Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), José Enrique Ortiz Lanz, coordinador nacional de Museos y Exposiciones, destacó que para poder hacer la muestra se requirió estudiar durante años y con profunda paciencia los restos arqueológicos microscópicos y desarrollar un constante intercambio de conocimientos con los expertos de biología moderna.
El hallazgo y estudio de restos de estrellas de mar en las ofrendas que los mexicas depositaban en el Templo Mayor, así como el análisis sobre el cocodrilo y su relevancia religiosa y simbólica, enfoca la atención de los investigadores en los restos óseos faunísticos y demuestra la riqueza de información que materiales tan diminutos puede ofrecer para adentrarse en la compleja cosmovisión mesoamericana, explicó el arquitecto Ortiz Lanz.
El diseño de la muestra, a cargo de Tonatiuh Silva Pérez, juega con el vistoso color de sus protagonistas para armar un discurso en el que biólogos y arqueólogos dan cuenta, en un mano a mano, de la biodiversidad que nos acompaña desde tiempos remotos y que estamos obligados a conservar. Imágenes de estos ejemplares hallados en ofrendas, de su análisis en laboratorio y su representación en testimonios antiguos como murales y códices, dialogan con fotografías actuales donde los observamos en sus respectivos ecosistemas.
La bióloga Belem Zúñiga Arellano, investigadora del PTM, especializada en el estudio de las estrellas de mar sepultadas en el Templo Mayor, comenta que las placas calcáreas que conforman sus esqueletos fueron por años un gran enigma, hasta que en 2010 los investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM lograron identificarlas.
Destaca que en el mundo existen más de mil 800 especies de estrellas de mar y que en el Templo Mayor de Tenochtitlan se han hallado seis de ellas : una proveniente del océano Atlántico y cinco del Pacífico. Estos animales tan peculiares pueden ser colectados por el hombre a la orilla del mar o buceando a pulmón libre en rápidas inmersiones no mayores a 20 m de profundidad, pues se desarrollan en una amplia gama de sustratos: pastos marinos, fango, arena, grava, piedra y coral.
“Es posible que desde las costas y hasta la antigua Tenochtitlan , los mexicas trasportaran las estrellas de mar ya muertas, secas y desprovistas de sus colores, aunque también es factible que las colectaran con vida y las trasladaran durante cientos de kilómetros dentro de recipientes cerámicos repletos de agua de mar para preservar las vistosas coloraciones de su piel”, explica la experta.
Las estrellas de mar constituían un símbolo de primer orden en la religión de las civilizaciones prehispánicas del centro de México, lo que se ve reflejado en las expresiones artísticas que se ha preservado hasta nuestros días.
Foto: Cortesía INAH
Leonardo López Luján, curador de la exposición gráfica instalada sobre el muro de 45 metros de longitud que delimita el puente peatonal, subrayó la importancia de que, en estos tiempos, un muro funja como elemento de unión, como puente de comunicación entre una institución como el INAH y la sociedad a la que se debe dicha institución.
“Levantado hace un par de años, este muro cumple con un doble propósito: confina un yacimiento arqueológico único en el mundo y que es Patrimonio de la Humanidad y sirve como vitrina idónea para divulgar, de manera sencilla y atractiva, los descubrimientos arqueológicos del Proyecto Templo Mayor y los nuevos conocimientos sobre la antigua Tenochtitlan y sus moradores” , afirmó.
Un tema tan apasionante y amplio no podía quedar sólo en el montaje de esta exposición. El sábado 10 de noviembre en el Auditorio Eduardo Matos Moctezuma del Museo del Templo Mayor , la bióloga Belem Zúñiga y la arqueóloga Erika Robles darán pormenores de sus estudios en la conferencia Las estrellas de mar y los cocodrilos en las ofrendas del Templo Mayor, a las 10 horas.
akc