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“No he hecho discípulos, he ayudado a formarse a muchos compañeros”, dijo Alfredo López Austin (12 de marzo de 1936, Ciudad Juárez, Chihuahua-15 de octubre de 2021, Ciudad de México), investigador emérito de la UNAM, en una entrevista en enero de este año. No fue una frase repleta de falsa modestia, porque en realidad, a lo largo de su trayectoria, se caracterizó por ser una persona abierta, que “sabía escuchar, abierto, tolerante. No era una persona presuntuosa y sí sumamente accesible, a diferencia de otros especialistas muy destacados. Compartía con mucha generosidad sus conocimientos”, dice el historiador Guilhem Olivier, del Instituto de Investigaciones Históricas, y por eso, la noticia de su deceso fue ampliamente comentada en la comunidad cultural y política del país.
“No era presuntuoso y sí sumamente accesible, a diferencia de otros especialistas. Compartía con mucha generosidad sus conocimientos”: Guilhem Olivier, Historiador.
Ayer, a las 9:14 de la mañana, su hijo, el arqueólogo Leonardo López Luján, informó que había culminado “la vida plena y fructífera” de su padre, quien fue velado en una funeraria del sur de la Ciudad de México, por familiares, colegas y amigos.
La noticia fue recibida con tristeza, pero también por sorpresa, dice Antonio García de León, investigador emérito del INAH, pues apenas hace unos días habló por teléfono con él: “(Hace no mucho) él tuvo un ingreso al hospital por problemas en sus defensas, le hicieron transfusiones. Yo pensé que estaba bien después de eso, lo sentí muy animado, con mucho gozo, y pensé en que era un hombre muy fuerte e iba a salir de todo eso. Nunca pensé que nos iba a abandonar tan rápido. Estoy verdaderamente de luto”.
Alfredo López Austin nació en Chihuahua. Sus estudios universitarios los inició en la Universidad de Nuevo León, donde estudió Derecho entre 1954 y 1955. Continuó en la Facultad de Derecho, de la UNAM, de 1956 a 1959, donde obtuvo la licenciatura con la tesis La Constitución Real de México Tenochtitlan.
El mensaje del Instituto fue secundado por García de León, quien conoció a López Austin desde hace 60 años: “Fue un maestro de gran generosidad. Siempre se preocupó de impulsar a sus alumnos. En cuanto a su carácter, fue un hombre bondadoso, generoso y deja una huella emotiva en la gente, no solamente una obra escrita y todo eso que muchos pueden hacer, pero que muy pocos pueden ser tan generosos dejar una huella tan personal, tan humana como la que ha dejado Alfredo López Austin. Fue un hombre del desierto que se enamoró de Mesoamérica”.
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, así como los historiadores Rodrigo Martínez Baracs y Guilhem Olivier se suman a ese luto, pues se trata de “uno de los investigadores más prominentes del siglo XX y XXI tanto en sus aspectos históricos como antropológicos. Para el mundo académico es realmente una tragedia, una pérdida muy grande”, dice Olivier.
Aportes históricos
Alfredo López Austin fue autor y coautor de diferentes libros, como Dioses del norte, dioses del sur: Religiones y cosmovisión en Mesoamérica y Los Andes, en conjunto con Luis Millones; Mito y realidad de Zuyuá, en coautoría con Leonardo López Luján; y Monte sagrado-Templo Mayor. El cerro y la pirámide en la tradición religiosa mesoamericana y El pasado indígena, que también realizó con su hijo. Además de El conejo en la cara de la Luna y Tamoancha y Tlalocan.
Para Martínez Baracs, López Austin fue uno de los grandes conocedores de la lengua náhuatl, junto con el padre Ángel María Garibay K., Miguel León-Portilla, Luis Reyes García y Rafael Tena.
Guilhem Olivier señala que resulta complicado hablar de los aportes de López Austin, aunque resaltan las traducciones que hizo del náhuatl sobre diferentes temas, como los mitos, las partes del cuerpo humano, la medicina, sociedad y economía: “Fue una gran labor que llevó a cabo y nos enseñó que la lengua náhuatl es la puerta de entrada para conocer el mundo prehispánico en sus propios términos”.
Un presente crítico
López Austin recibió varios reconocimientos, como el “Linda Schele” por sus contribuciones al arte y la cultura Mesoamericanos, que da la Universidad de Texas en Austin; la “Medalla H.B. Nicholson” de la Universidad de Harvard, y el Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.
Esos reconocimientos fueron motivo para analizar también la sociedad actual. De hecho, dice García de León, el historiador estaba preocupado por los recortes a la cultura y la ciencia que ha hecho el gobierno actual y por las acusaciones del Conacyt y la FGR en contra de 31 científicos.
Matos Moctezuma agrega que “todos estos aspectos de disminuir apoyos a la ciencia y a cultura, a López Austin le dolían muchísimo. También apoyó a la causa indigenista y en términos generales pienso que la academia, el país, han perdido a un gran hombre”.
Sin embargo, para aminorar esa pérdida, dice, se le puede rendir homenaje al leer sus obras, ahí “está plasmado el conocimiento, el saber de un individuo que entregó sus vida a eso”.
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