Los tres premios Grammy que ganó el álbum Revolución diamantina, de Gabriela Ortiz, la noche del pasado 2 de febrero —mejor composición clásica contemporánea para Ortiz y mejor actuación orquestal y mejor compendio clásico para Gustavo Dudamel, quien, en el álbum, llevó la batuta de la Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil) y La Master Chorale de Los Ángeles, uno de los mejores coros de Estados Unidos— son un alto reconocimiento en una trayectoria marcada por otras condecoraciones que no son menores: la Beca Guggenheim, el Premio Nacional de Artes y Literatura, la Medalla Mozart del Instituto Cultural Domecq, la Medalla Bellas Artes y el ingreso a El Colegio Nacional en 2022 y a la Academia de las Artes, en 2019.
Ortiz, una de las compositoras mexicanas que más proyección internacional tienen, habla, en entrevista, sobre la importancia que tuvo el reconocimiento a su ballet Revolución diamantina en la edición número 67 de los Grammy, la lucha feminista de las nuevas generaciones, los momentos de la historia reciente que la inspiraron para componer las piezas del disco, los cambios que se experimentan en la actualidad, y adelanta, brevemente, uno de los proyectos de composición que se avecinan.
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¿Cómo se siente con los tres Grammys que ganó Revolución diamantina?
Estoy muy contenta, es un logro importante en mi carrera, sobre todo por lo que significa este disco que ejecutó una orquesta de alto nivel, la Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil); es un disco dedicado totalmente a un compositor mexicano y eso, ya de entrada, es relevante. ¿Cuántas orquestas de un nivel como el de LA Phil han dedicado un disco completo a la música de un compositor vivo, actual. Eso no es fácil, en especial hablando de orquestas de nivel y de una mujer, una compositora mexicana viva, con un tema que no es fácil y tiene un contenido político bastante fuerte, la revolución diamantina. Para mí es muy relevante haber ganado con una obra que tiene una parte de denuncia y que yo sea una compositora viva y de Latinoamérica. Que eso lo hayan reconocido los Grammys habla de un hecho histórico; por otro lado, fue el disco que más nominaciones tuvo en el área de música clásica; de cuatro, ganamos tres. En la historia de la Filarmónica es el disco que más Grammys ha ganado en su historia; estamos ante un hecho inédito que no había sucedido conmigo, la Filarmónica y un director latinoamericano como Gustavo Dudamel, que ha ganado muchos Grammys y en esta edición ganó dos.
Yo espero que esto sea una oportunidad para abrir espacios hacia la música latinoamericana y la música mexicana; que otras instituciones se pregunten qué pasa en México y América Latina.
Al escuchar Revolución diamantina, percibo algo que me remite a Philip Glass, ¿es una apreciación correcta?
Yo no veo a Philip Glass, pero sí veo, por ejemplo, a Steve Reich y al minimalismo, en el sentido de que hay muchas repeticiones y un pulso. Quizás eso es lo que te remite a estos compositores. Este es un ballet, se va a bailar con el Grupo Corpo de Brasil en Los Ángeles. Aunque siempre procuré que la música funcione en el contexto de concierto, como La consagración de la primavera, de Stravinsky, que funciona perfectamente en una sala de conciertos, pero fue concebida como un ballet.
En este caso es algo similar. Hay, por supuesto, referencias a ciertas cuestiones que tienen que ver con la repetición, el pulso y el movimiento. ¿Por qué? Porque está concebido de esa manera.
¿Podemos abundar en el contenido político del disco?
El tema del feminismo no es algo nuevo en mi trabajo. Tengo obras donde lo he abordado, sobre todo los feminicidios de Ciudad Juárez. Lo que yo no había trabajado son los movimientos feministas recientes. Cuando sucedió la manifestación de 2019 por el caso de una chica que fue violada por parte de la policía y todo quedó impune, sin resolver, los colectivos salieron a protestar a las calles, hicieron un performance social y pintaron la ciudad de diamantina rosa; hicieron grafitis en monumentos, rompieron vidrios. Fue una marcha controversial, con mucha fuerza y mucho enojo. Ese día se nombró Revolución Diamantina.
Mi hermano, que es artista visual, vive en Los Ángeles e hizo una pieza a la que llamó “Revolución Diamantina”, que es, justamente, la puerta de un coche pintada con una especie de sello de policía y salpicada con glitter, con esta diamantina rosa y púrpura. Entonces, mi hermano hizo esta pieza y, cuando estábamos hablando de la posibilidad de este ballet, me dijo: piensa escénicamente el tema, con movimiento; imagínate una coreografía en la que arrojan diamantina y la denuncia está presente. Inmediatamente conecté con la idea. Él fue el que me puso la idea ahí y yo inmediatamente conecté. Luego hablé con Juan Villoro, de El Colegio Nacional y le dije que no era una experta en esos temas, pero que tampoco me eran ajenos; yo quería investigar más y trabajar con alguien para desarrollar la parte de la dramaturgia del ballet. Juan me puso en contacto con Cristina Rivera Garza y empezamos a explorar una serie de situaciones que tienen que ver con los diferentes tipos de violencias a la mujer. Cristina, además, conoce el tema de fondo y lo demuestra en este libro fantástico que es El invencible verano de Liliana.
¿Qué le aportó esta colaboración tan colectiva?
Para mí fue importante esta colaboración porque, de otra manera, habría concebido la música de una manera muy diferente. Hago una alusión a tres movimientos sociales que para mí son fundamentales: las marchas de 2019 y 2020 y el movimiento de LASTESIS, que surgió en Chile con estos textos de Rita Segato y que también se volvió un performance viral a nivel internacional.
Muchos de los eslóganes, de los que se dicen en Revolución Diamantina, vienen en el ballet de las consignas y cosas que escuché en una gran cantidad de audios que me mandaron de las marchas. Todos estos fueron los detonadores; es lo que yo quería explorar y para ello colaboré con Cristina; el reto más grande, ahora, era explorar un tema que tenía que funcionar a nivel musical porque poner a unas cantantes a decir eslóganes y frases, no tiene ningún sentido si no hay fuerza musical. El reto absoluto fue llevar una cosa de la calle al mundo de la orquesta y la sala de conciertos. Acaba de presentarse en Boston y la gente lo recibió muy bien, las reseñas son espectaculares. Y la Boston Symphony es una orquesta buenísima, así que voy caminando con el ballet.
Desde su perspectiva, ¿las autoridades están a la altura del diálogo que buscan las nuevas generaciones?
No soy socióloga, antropóloga o académica. Simplemente me muevo como artista y respondo a cosas que para mí son importantes. Por eso quise escribir este ballet, aunque yo no haya vivido muchas de estas cosas, no quiere decir que me sean ajenas. Tengo una hija y, cuando ella vivía en México, yo sentía temor. Yo no manejo políticamente el tema, pero están los datos. Muchos casos quedan impunes. Muchas mujeres están desaparecidas. No necesito ser una experta para decir que, por supuesto, falta mucho por hacer. El nivel de feminicidios en este país es altísimo. Entonces, algo no está funcionando. Eso es obvio. Ojalá que esto cambie.
¿Cómo es para usted testificar este momento?
Yo crecí en una situación en la cual pasaban cosas, por supuesto, y no había ni siquiera un lenguaje legal para describirlas. Cuántas situaciones de violencia doméstica no se daban, pero no había señales, ni estudios, ni marcos referenciales para decir: “estoy en una situación de peligro”. Antes tampoco se hablaba de los cuidados. En un salón de clases había bromas misóginas y todos se reían, sucedían cosas que hoy no se pueden decir, no se pueden hacer. Entonces, claro que hay un cambio.
Ahora, hay situaciones que hace 10 años no sucedían. Hay directoras mujeres al frente de la Filarmónica de Berlín, por ejemplo. Que una compositora, como Olga Neuwirth en Austria, haya estrenado una ópera por primera vez con la Ópera de Viena es algo que nunca había sucedido, nunca en pleno siglo XXI.
No sólo es un cambio hacia las mujeres, sino hacia la diversidad. Y me refiero a todo tipo de diversidad, a todo tipo de estética, a todo tipo de culturas, a todos los países incluidos que se puedan mirar hacia Latinoamérica. Nos ha costado mucho trabajo posicionarnos. Hay mucho por hacer, pero algo ya se está dando y eso es positivo.
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¿En qué trabaja actualmente?
Una pieza que estoy escribiendo para el London Philharmonic. Es una reflexión sobre el cambio climático, que también es un tema que ya he trabajado, y un homenaje a un músico que yo quise muchísimo y desgraciadamente falleció: Jorge Verdín, del colectivo Nortec, aunque su nombre artístico era Clorofila.
Entonces, hago un juego de palabras sobre la relación con la fotosíntesis, la producción de oxígeno y el cambio climático. La pieza tiene estas dos vertientes: es un homenaje a Verdín, con quien, además, colaboré en una pieza para la Filarmónica de Los Ángeles, y un juego con su seudónimo y la referencia al cambio climático.