“No es que no tengamos esperanza y que no creamos que todavía hay cosas que se pueden hacer, pero realmente es un momento difícil para las mujeres”, asegura la poeta, abogada y activista feminista argentina Lala Pasquinelli, quien acaba de publicar el libro “La estafa de la feminidad. Cómo la belleza nos educa para ser sumisas” (Planeta), en el que propone pensar el mandato de la belleza como un dispositivo eficiente impuesto para hacer de las mujeres sumisas y acostumbradas a la violencia sobre el cuerpo y la mente.
“El libro salió cuando ya había ganado la ultra derecha en nuestro país, ya había asumido el nuevo presidente y pensaba mucho en cómo conversaba este libro con la época, cómo conversaba con lo que estaba pasando con estas ‘pedagogías de la crueldad’, como las nombra Rita Segato, y que la belleza es una de estas pedagogías de la crueldad que sostienen este entramado, son las que sostienen estas ideas de la jerarquización de unas identidades sobre las otras, el sometimiento, el otro como un enemigo, la crueldad sobre los cuerpos ajenos, el arrasamiento del otro”, afirma Pasquinelli.
La fundadora, en 2015, de la organización feminista Mujeres que no fueron tapa que tiene como propósito cuestionar los mandatos y estereotipos que pesan sobre las mujeres en la cultura de masas, asegura que en la educación que recibimos, tanto hombres como mujeres, los estereotipos de belleza son algo que está todo el tiempo presente.
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“Somos educadas en esa crueldad. Entonces, el libro habla, por supuesto, de la educación que recibimos las mujeres porque tiene que ver con nuestras investigaciones, con nuestras propias historias, con lo que nosotras sabemos. En las mujeres, la belleza tiene una centralidad en la producción de estas identidades normalizando la crueldad, primero la crueldad que recibimos, después la crueldad que se ejerce sobre el propio cuerpo, la crueldad que vamos a ser capaces de ejercer sobre nuestros propios cuerpos”.
Y cómo está en la raíz, Pasquinelli planteó que este libro fuera leído por quienes educan niñas, por quienes acompañan la educación de las niñas y por quienes están al cuidado de las niñas.
“Compartimos en el libro estas herramientas para que cada una de nosotras pueda liberar nuestros cuerpos del control, de la crueldad, del malestar, de toda la pérdida de autonomía, de todo esto que genera esta educación en la feminidad en nosotras, pero también para las que acompañan, cuidan y están a cargo de niñas, puedan pensar otras formas para que esto no sea una estafa piramidal, que no sigamos introduciéndonos unas a otras en estas lógicas de opresión, de control del cuerpo, de humillación, de maltrato, que son formas de control, humillación y maltrato, que las tenemos tan normalizadas que todavía ni siquiera las estamos viendo como formas de control, humillación y maltrato”, afirma la también escritora.
Pasquinelli, quien forma parte de la Red de Mujeres x la Cultura, de la Red Internacional de Mujeres en Movimiento y del Colectivo Economía feminista, señala que desmontar esta idea muy de a poquito es algo en lo que en el colectivo creen y es algo que también nos sigue dando esperanza, “porque en algún sentido, habiendo acompañado y compartido tantos espacios con compañeras, de alguna manera doy fe, inclusive en mi propia vida, de cómo habitar esta disidencia, esta resistencia, esta rebeldía, es la forma de habitar nuestros cuerpos”.
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Asegura que no es difícil llevarlo a cabo, pero requiere de trabajo, de un trabajo minucioso, pequeñito, diario, de todos los días, pero es algo que es posible, que está al alcance y ella ha visto es que real al empezar a liberar nuestros cuerpos de estos discursos y estas formas de vida, y que eso implica salir de la violencia, implica un montón de cosas, en el siguiente paso.
Habla también de los 10 años que llevan trabajando en la organización feminista Mujeres que no fueron tapa, dice que ha sido un trabajo intenso en un país que tiene sus fluctuaciones en materia feminista y en un mundo que también va girando, yendo hacia diferentes lugares en términos ideológicos, políticos, económicos, más aún en los temas de las mujeres, sobre sus cuerpos, sobre las formas y sobre la violencia que se ejerce sobre esos cuerpos.
“¿Cómo se hace para que un grupo humano, la mujeres somos la mitad de la humanidad, se someta a esta desjerarquización, acepte estas condiciones de vida, acepte hacer este trabajo gratuitamente sin rebelarse, sin casi quejarse, bueno, hay un montón de dispositivos, por un lado está la violencia explícita: los femicidios, la violencia física, la violencia económica, las torturas, todo a lo que somos sometidas, y esta educación en la feminidad, que es la que aborda el libro y que es en la que nosotras venimos trabajando sistemáticamente en estos 10 años”, señala Pasquinelli,
Tras varios años de trabajo, asegura que han llegado a la conclusión de que aun con diferencias en todos los territorios la belleza implica un control sobre los cuerpos, “implica una gestualidad sumisa, implica reducirte, achicarte, callarte la boca, ocupar poco espacio, moverte despacito, no reírte fuerte, no hablar fuerte, no decir tus ideas, alienarte en ese control y ese cuidado y ese control tan minucioso del cuerpo, con el tema de las dietas, con el tema del maquillaje, con el tema de los ejercicios, con el tema de las cirugías, con el tema del racismo profundo que tiene que ver con la belleza, que es una de los uno de los dispositivos más eficientes para la reproducción del racismo”.
Para ella los ideales de belleza que en América Latina se nos imponen a nosotras como mujeres, es una iconografía construida a imagen y semejanza de mujeres del norte y centro de Europa, que son todas personas blancas, delgadas, cuyos cuerpos tienen una determinada forma que no tienen los cuerpos de nuestros territorios. “Entonces, también es una forma de reproducción del racismo y la segregación racial, la segregación de clase. Todo esto propiciado y a nombre de la belleza”, concluye.
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