“He hecho muchas fiestas, cuando cumplí 70, cuando cumplí 75, luego 80, 85, 90, las hice en sitios públicos con 90 o 100 invitados, ahora no tengo ganas de hacer nada de eso, no me siento con fuerzas. Ya no quiero más”, afirma Margo Glantz, la escritora transgresora, moderna y original que ha fascinado con su literatura fragmentaria, que no deja de tener una mirada afilada sobre el acontecer político y social de México y el mundo. Margo, la ensayista, académica, traductora y viajera memoriosa que el martes 28 de enero cumple 95 años.
A propósito de sus 95 años, la autora de novelas emblemáticas como El rastro, Las genealogías y Apariciones; estudiosa de la obra de Sor Juana; Premio Nacional de Ciencias y Artes 2004, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2010; e integrante de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1995, conversa con EL UNIVERSAL de su vida y obra y, en especial, de las luchas feministas, el acontecer político, la llegada de Donald Trump y los retos de la presidenta Claudia Sheinbaum.
La escritora, una “tuitera” consumada que es admirada por escritoras jóvenes por su literatura tan renovadora y su espíritu tan feminista, que ha puesto orden en su archivo ( todos sus papeles personales y manuscritos los mandó a Princeton) y que ha dedicado los últimos años a escribir sus memorias, de las que lleva apenas seis páginas, celebrará sus 95 años con una comida organizada por su amigo el historiador Manuel Ramos en el Centro de Estudios de Historia de México Carso. No hará el ritual de un nuevo viaje: “He tenido varias caídas y perdí el equilibrio, me cuesta trabajo caminar y estoy recuperándome… pero de cualquier manera ya no puedo viajar… La edad te pone un límite, aunque no quieras”, afirma.
Lee también: MUAC anuncia jornada con Casa Xochiquetzal y foro de ética en el arte
Te ha tocado romper barreras en la escritura, la academia... ¿lo llevas con orgullo?
Probablemente he roto barreras sin darme cuenta porque hice lo que quería que funcionara o no funcionara. No funcionó que me publicaran mi primer libro, lo publiqué por mi cuenta, el segundo libro lo publiqué también por mi cuenta; luego ya me publicaron el primer libro de ensayos en la Universidad Veracruzana, Repeticiones, en el 78-79; ya me había publicado dos libros sobre viajeros en México; luego ya me empezaron a publicar ficción. No sé si lo hice pensando que iba a romper, lo hice pensando que lo único que podía hacer era eso, si eso era romper barreras, qué suerte.
¿Fuiste desde la escritura abriendo camino a la mujer?
Creo que ayudó el MeToo y el que la mujer entrara de una manera mucho más abierta a la literatura y que se haya convertido en un auge la literatura feminista cuando en mucho tiempo la literatura fundamentalmente era masculina. La literatura masculina se llamaba literatura y a la de las mujeres literatura femenina como si no fuera literatura.
¿La literatura es menos patriarcal de lo que la considerabas?
Antes que yo estaba Julieta Campos, Elena Garro, que es extraordinaria, estaba Amparo Dávila, Guadalupe Dueñas, en fin, había varias mujeres, pero eran pocas relativamente, y ahora cuesta trabajo enumerarlas; hay editoriales que solo viven de las mujeres. Antes yo era el gigoló de Sor Juana, ahora ellos son gigolós de nosotras. En México tenemos algunas mujeres del XIX, pero la figura esencial de la literatura mexicana con la revolución es Nellie Campobello, que es una escritora extraordinaria que en su momento no le hicieron caso.
Lee también: Nahui Olin y las mujeres del México posrevolucionario cobraron vida en San Ildefonso
¿También has celebrado la incorporación de las mujeres a la economía y a la política?
Ha sido progresivo y ha ido entrando sucesivamente, es difícil darse cuenta en el momento en que va entrando y de la importancia que tiene, a distancia te das cuenta de lo importante que fue y cómo de repente hizo explosión. Tenemos una presidenta. Creo que fue difícil para la mujer su entrada a la política y aún no se asume. Hace unos días un gobernador le agarró las manos a Claudia Sheinbaum con una familiaridad que no hubiera hecho con un hombre; es decir, todavía hay ese machismo brutal que no acepta que las mujeres puedan ser políticas y pueden ser todo perfectamente. Pero el tipo no se da cuenta de que hay una cosa fundamental, que tiene que portarse con ella como si fuera Presidenta, no como si fuera un machín que le agarra la mano a cualquier muchacha. Y que tengamos una presidenta judía es una cosa muy impresionante.
¿Qué esperas de su gestión siendo científica, universitaria, mujer?
Creo que va a ser muy difícil para Claudia tener a Trump al lado, es decir, Trump llega con una cosa de machismo e imperialismo verdaderamente brutales, en contra de los migrantes, queriendo cambiar el nombre geográfico al Golfo de México, no quiere entender que México forma parte de Norteamérica; creo que es un trago muy amargo para Claudia, porque tiene que enfrentarse a cosas muy difíciles, para empezar el éxodo masivo obligatorio de muchísimos migrantes, no solo mexicanos. ¿Qué va a hacer México con 4 millones de mexicanos y 11 millones de migrantes que están en las fronteras? Es muy difícil para ella, además, Trump amenaza con aranceles, quiere poner un muro más alto. Uno de los problemas esenciales es cómo va lidiar ella con Trump.
¿Hasta ahora va bien?
Lo que ha dicho en la mañana (la conferencia del martes pasado), me pareció bastante elemental, repitió como cinco veces lo mismo, tenía que haberse preparado más, ¿o es que no tiene un buen equipo que le ayude?, no sé, a lo mejor le está hablando López Obrador por teléfono todos los días.
Lee también: Anisuz Zaman, el traductor bengalí de Rulfo, publica su primera novela
¿Se ganan batallas feministas, pero también se han perdido justo en Estados Unidos?
Estamos regresando. Una de las cosas que dijo Trump: “No hay más que dos sexos”. Acabó con el LGBT, cuando hay lesbianas, homosexuales y gente que transita en lo binario, y Trump lo prohíbe como una de sus declaratorias de gobierno. Me interesa que haya dos sexos, pero la gente tiene derecho a usar su cuerpo como quiera y un presidente no tiene que imperar sobre el cuerpo de otros. Y el aborto, de alguna forma van a acabar con el derecho al aborto, que es una de las cosas más importantes para una mujer.
Eso pasa en todos los países, se está volviendo otra vez a vetar los derechos de las mujeres, a fiscalizar cómo se viste, cómo se comporta, si abre o no abre las piernas, si se sienta como señorita o como cualquier señor. Si le da la gana abrir las piernas, pues que las abra, porque son sus piernas, los hombres abren las piernas tranquilamente.
¿Qué ha sido lo más complejo en cuanto a escribir tus memorias?
Cómo organizar las memorias. Yo no organizo mis textos cronológicamente y para eso me servía mucho el fragmento, en Yo también me acuerdo pude escribir lo que me interesa de mi vida siguiendo un flujo de asociaciones que aparentemente no tiene una estructura muy sólida, pero fue muy sólida la organización porque escribía los textos y los fui ordenando con un sentido, aunque son textos de muy diverso origen y raigambre, diferentes posibilidades, de cosas que pueden ser muy frívolas o muy serias o muy violentas o muy fáciles, creo que todo tiene cabida, lo bajo, lo alto, lo vulgar, lo refinado, lo lúdico, la moda, todo eso que me parece importante y me parece que el fragmento te ayuda a mezclar todo eso de una manera mucho más sensata y más productiva. El fragmento te permite una libertad impresionante al mismo tiempo que una restricción muy violenta.
¿Cómo arrancas?
Elegí un recuerdo con un amigo muy querido, un gran escritor, Sergio Pitol, fuimos juntos a Barcelona, él me invitó para que fuéramos a Portugal, pero nos encontramos en Barcelona y ahí estuvimos en un hotel de mala muerte porque era una época de ferias y no conseguimos un hotel más o menos decente, entonces cuento una anécdota muy chusca con la que empiezo el libro, no sé cómo seguirle... es que yo escribo y luego ordeno, así que lo primero que me sale a la cabeza lo voy poniendo y luego reestructuro y funciona de otra manera.
Lee también: Narrativas de la urgencia: una aproximación a la literatura venezolana
¿En esta recuperación de memorias que tanto te ayudes de los amigos, de los estudios de tu obra?
La mayor parte de mis amigos se han muerto, mi generación se ha acabado: Elizondo, Pitol, Luz del Amo, Luis Prieto, Felguérez, Rojo. Si paso revista a mi directorio, es un obituario, muchísimos se han muerto, quedamos muy pocos, Elena Poniatowska y yo, ¿qué otro viejo queda? Tengo que hacer mis memorias como yo pueda hacerlas.
¿Te apoyas en tus diarios?
Son como 20 cuadernos, de ahí tomaré, hay miles de cosas que olvidaste, sentimientos que tuviste que te parecieron en un momento fundamentales, puedo ver cómo uno cambia de estado de ánimo y cómo hay cosas que se vuelven primordiales o cosas que parecen banales que son mucho más importantes que las que uno creía que eran.
¿Los pensaste para ser publicados?
Son bastante incoherentes, así que no creo que pensara yo que podrían publicarse. El hecho es que los tengo allá arriba y no los mandé a Princeton, cuando podía haberlos mandado porque me pedían todos mis papeles, que ya mandé.
¿Cómo celebrarás tus 95?
Mi amigo Manuel Ramos me ha organizado una fiesta para 20 personas, 10 son mi familia. He hecho muchas fiestas, cuando cumplí 70, cuando cumplí 75, 80, 85, 90, las hice en sitios públicos con 90 o 100 invitados, ahora no tengo ganas de hacer nada de eso, no me siento con fuerzas. Ya no quiero más.