Más Información
Sheinbaum supervisa avances de la Línea 4 del Tren Ligero en Guadalajara; “siempre será bienvenida a Jalisco”: Lemus
ONG obsequia implantes anticonceptivos a mujeres migrantes; buscan dar acceso a servicios de salud sexual
Sheinbaum se reúne con Lemus; “trabajar al estilo jalisco es en coordinación con la federación”, expresa gobernador
Marko Cortés difunde infografía a favor de denominar terroristas a cárteles; el “primer paso es reconocerlo”, dice
Wilhelm Brasse fue un fotógrafo polaco clave para conservar la memoria de las personas que murieron en el campo de concentración de Auschwitz. Brasse, hijo de padre austriaco, fue enviado al campo por negarse a apoyar a los nazis. Sin embargo, su “sangre aria” hizo que la experiencia de Brasse fuera menos inhumana, por decirlo de alguna forma, en comparación a las personas judías y a los presos políticos que eran enviados al “lager”.
Mientras el polaco estuvo privado de su libertad, las autoridades de Auschwitz le asignaron un trabajo: tomar fotografías de los prisioneros y algunos otros favores. A Brasse se le consiguió el equipo suficiente, no el ideal, para armar un estudio fotográfico, así como un equipo de prisioneros para auxiliarlo. En ese espacio, Brasse hizo lo posible para retratar con dignidad a las personas que estaban condenadas a las cámaras de gas.
La historia de Brasse se cuenta en el libro “El fotógrafo de Auschwitz” (Planeta, 2024). No se trata de una autobiografía, sino de una novela histórica escrita por los italianos Luca Crippa y Maurizio Onnis.
Crippa y Onnis emprendieron la ardua tarea de armar el rompecabezas de la vida de Brasse, poco después del fallecimiento del fotógrafo, en 2012.
“Vimos en los periódicos italianos una noticia muy breve, sólo dos líneas: ‘Murió en Cracovia el fotógrafo de Auschwitz, Wilhelm Brasse’. Fin. Nos impresionó porque nos pareció que el personaje habría sido importante, pero nadie sabía nada de él, no había artículos y eso nos dio curiosidad y pensamos que quizás había algo por descubrir”, explica Crippa en entrevista con EL UNIVERSAL.
Los autores comenzaron su investigación. Había pocas fuentes, pero encontraron una que fue clave para la redacción del libro, que era una entrevista de una hora para un canal de televisión polaco. Ahí Brasse platicó con detalle su experiencia dentro de Auschwitz. Después de esto fueron encontrando otras fuentes, como los hijos de Brasse, a quienes localizaron con apoyo del consulado polaco en Italia.
También encontraron un libro que recogía el testimonio directamente de Brasse.
“Los hijos nos contaron que en sus últimos años Brasse iba a las escuelas para compartir su testimonio a los jóvenes estudiantes. Ahí enseñaba sus fotos y las explicaba. En Polonia pudimos recoger estas historias que compartía”, cuenta el autor.
Sobre cómo es escribir una novela sobre la vida de una persona que sí existió, Crippa explica que la realidad parte de los testimonios que dejó Brasse, pero que también hay uso de la fantasía:
“Las escenas y los diálogos los desarrollamos contando la historia, la fantasía entra aquí para traducir la historia y encomendarla a la voz de los protagonistas. Sí hay un riesgo de que en lo escrito metamos alguna impresión nuestra, pero escribimos con la coherencia de los hechos”.
Wilhelm Brasse tomó más de 50 mil fotografías dentro del campo de concentración. La vida dentro de Auschwitz y los horrores que presenció propiciaron que Brasse renunciara a la fotografía.
“Brasse pudo haber hecho un trabajo repetitivo al tomar las fotos, pero cuando uno observa las imágenes, se puede ver que hacía lo mejor que podía, se ven con dignidad, se pueden ver las emociones en los rostros. Hizo que estas personas dejaran de ser un número y se conviertieran en humanos, que viven, respiran, tienen miedo y esperaban salir con vida”, comenta Crippa sobre la fotografía de Brasse.
El escritor italiano explica que otro de los objetivos de escribir sobre la vida de Brasse era mostrar el poder que tienen las imágenes y cómo a través de una simple foto se puede preservar la memoria de una persona que fue víctima.
“Contar esta historia y mostrar estas imágenes ayudan a que en el futuro no se repita esta historia de odio. Esa es la invitación que hacemos: vemos fotografías de violencia en el mundo y no nos afecta, pero ¿si esto que ves en la foto fuera importante para ti?”, plantea Crippa.
“El fotógrafo de Auschwitz” se publicó hace 10 años en Italia. Ahora con la llegada de su traducción al español, realizada por Clara Ferri, el autor dice sentir curiosidad por saber cómo será recibida esta historia en México, un país que estuvo lejos del horror del Holocausto:
“Es una historia europea, entonces queremos saber si la gente sentirá curiosidad por esta historia, aunque también estamos convencidos de que se trata de una historia que es universal porque desafortunadamente la violencia está en cualquier lado”, reflexiona Crippa.