Cinco padres fundadores de la: Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Jorge Cuesta y José Revueltas; un grupo literario: los Contemporáneos; y un antipadre antifundador: Rubén Salazar Mallén, conforman los siete retratos delineados por el crítico literario en “Tiros en el concierto. Literatura mexicana del siglo V”, su obra ensayística predilecta que no sólo recuerda que hubo un mundo literario antes de Octavio Paz y Juan Rulfo, es la base de su historia de la literatura.

“Si tuviera que someterme al ocioso (y proverbial) ejercicio de salvar del fuego uno solo de mis libros, ése sería Tiros en el concierto. Literatura mexicana del siglo V”, afirma el colaborador de sobre esta obra que se centra en los escritores clásicos del siglo XX, que para su historia de la literatura mexicana representa el siglo V, pues propone que la literatura mexicana inició en 1521, con la llegada del español.

El también autor de Vida de fray Servando, Maiacovski punk y otras figuras del siglo XXI y el Diccionario crítico de la literatura mexicana del siglo XX, conversa con EL UNIVERSAL sobre este libro que fue incluido entre los cien libros mexicanos más importantes del siglo XX, y sobre estos escritores que se debatían entre la literatura y la política.

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¿Varios de sus libros tienen su origen en este?

Si ordenara mi obra de manera diacrónica sería primero Fray Servando, luego La innovación retrógrada que es sobre el siglo XIX, luego Tiros en el concierto, y posteriormente la biografía de Octavio Paz. Ese sería el orden histórico.

¿Hay muchos cambios en usted y en la crítica literaria?

En mí, el cambio es obvio, no es lo mismo tener 30 años que 60. Y el escenario de la crítica literaria ha cambiado mucho, prácticamente la generación que a mí me educó en términos generales, con la que yo crecí, murió. Se fueron extinguiendo a lo largo del fin del siglo XX y principios del siglo XXI las grandes figuras rectoras del gusto literario, desde Octavio Paz hasta Carlos Monsiváis, José Luis Martínez, y de mis contemporáneos, no pocos dejaron la crítica literaria por otros géneros o porque se les agotó la tinta. Yo he perseverado y esta perseverancia me ha permitido llegar a esta segunda edición del libro, que la veo con indudable simpatía y orgullo de joven padre que fui. Obviamente está marcada por la manera de ver el mundo de fines del siglo XX, no puede ser de otra manera.

¿Están los padres fundadores?

Es interesante ver, y así me di cuenta hablado jóvenes de este libro, que cuando yo aparezco en la crítica literaria, Reyes, por ejemplo, estaba apenas siendo rescatado, era considerado por muchos lectores, un autor lleno de polvo, anticuado, fuera de uso, y a mí tocó toda esa vindicación de la figura de Reyes y creo que está más vivo ahora que en 1997.

En el caso contrario, Revueltas ha sido totalmente olvidado. Se le reconoce en los círculos radicales por su pasión política, pero los jóvenes lanzan sus novelas y no les interesan, les son intragables. Cosa que yo lamento porque a mí me siguen gustando, pero entiendo que el gusto va pasando y que no todo autor pasa de una generación a otra. Quizás los nuevos lectores de Revueltas estén en 30, 50 años en el tiempo futuro.

¿Y en el caso de Jorge Cuesta, y de los Contemporáneos?

En el caso de los Contemporáneos, de quien más me ocupo en “Tiros en el concierto” es de Jorge Cuesta. Jorge Cuesta es una industria académica que no cesa de renovarse cada 5 años, porque su condición psicológica, su aventura por tratar de cambiar de sexo mediante la ingestión de hormonas que él producía en su laboratorio hace que “el más triste de nuestros alquimistas”, como lo llamó don Luis Cardoza y Aragón, siempre esté de moda. Hace 20 años era materia de estudio de los psicoanalistas lacanianos y hoy encaja perfecto en la crítica de género por su propia biografía. Entonces, Cuesta se las arregla para ser interpretado, malinterpretado, movido, zarandeado de todas las formas posibles y hay autores así, que por su vida o por ciertas características inherentes a su obra se vuelven siempre actuales, lo cual no es necesariamente bueno, porque hay autores que cierto olvido les hace bien, o sea, ratito en la penumbra.

¿Y en el caso de Vasconcelos hay un retorno por lo menos en sus búsquedas?

Ahorita no hay una buena edición de Vasconcelos en el mercado y eso tiene mucho que ver. Cuando yo era joven y entré a trabajar al Fondo Cultura Económica, se acababan de publicar los dos tomos de las Memorias, Luego unos 10 o 15 años después salió otra edición, no muy buena, pero edición al fin de sus Memorias en Trillas; y ahora, salvo en los círculos universitarios, no es un autor que sea de fácil acceso. Entonces, la fama de los autores también depende de algo tan sencillo como si se les puede leer, si los puedes encontrar en la librería más próxima.

¿Hoy es usado, emulan su campaña de los libros verdes?

Lo que hizo Vasconcelos fue publicar los clásicos que a él le parecían indispensables para educar a los mexicanos. No difundir la literatura en general ni mucho menos difundir la literatura de un partido o de un movimiento. Él consideraba que toda su misión, que ha sido muy criticada en números, a cuántos libros se tiraron, cuántos se embodegaron, qué tanto tuvo de demagogia o simplemente de un proyecto demasiado ambicioso para el México de los años 20. Lo que yo rescato de Vasconcelos es la idea de que para él le bastaba que un joven lector se encontrara con Virgilio para darse por bien servido.

¿Martín Luis Guzmán y Salazar Mallén también olvidos?

Se habla muy poco de Martín Luis Guzmán, aunque de él sí hay una nueva edición de las Obras completas, de hace unos 10 años, en el Fondo de Cultura Económica, pero no se habla de él, no se le lee. Entre los ensayistas jóvenes sí he visto trabajo sobre Cuesta, sobre Reyes, pero no sobre Martín Luis Guzmán.

A Salazar Mallén, desde el principio lo incluí en el libro para meter en medio de los padres fundadores a alguien que no fue un “antipadre antifundador” por llamarlo de alguna manera. Y además es una persona que, pese a la enorme diferencia de edad que había entre él y yo, lo traté y conocí, y de alguna manera era la memoria viva que estaba en “Tiros en el concierto”. Salazar Mallén murió en el 86, entonces 10 años después yo quise que apareciera en este libro, justamente como lo contrario, el que no triunfó, el que fracasó, el que no fue reconocido, el que veía con inmensa reticencia al establecimiento cultural mexicano.

¿Estos retratos de intelectuales pertenecen a una tradición?

Creo que si una cosa no ha cambiado en el país en las últimas décadas es que seguimos siendo un país sin biografías, si entras a una librería y preguntas por una biografía de Hugo Sánchez o de Cantinflas, no hay. Es una vergüenza, pero ni siquiera de las figuras del deporte y del espectáculo hay biografías serias. Cuando tú entras en Londres o en París o en Nueva York a una librería encuentras biografías hasta de tu propio abuelito. Pero, más allá de eso la biografía se ha enriquecido y desde luego que hay biografías de importantes figuras históricas y también de figuras literarias, hay dos biografías de Martín Luis Guzmán, hay la biografía de Alfonso Reyes que sacó hace un par de años Javier Garciadiego. Pero la tradición crítica mexicana sigue adoleciendo de la cantidad de biografías que requeriría.

Obviamente Octavio Paz suscitó biografías, hay trabajos muy discutibles sobre Elena Garro, pero las hay, en todo caso no fue función de “Tiros en el concierto” ser un libro de retratos biográficos, aunque el género de retrato biográfico ya estaba presente y lo utilizo.

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