“No he encontrado un placer más grande que ejercer el arte, es un placer infinito, es como un pequeño éxtasis permanente”, dijo Fernando Botero a EL UNIVERSAL en una entrevista de 2013. Ayer, a los 91 años, el gran artista colombiano falleció en su casa en Mónaco luego de haber estado hospitalizado durante seis días por una neumonía, explicó su hija Lina Botero a una estación de radio colombiana. También detalló que padecía Parkinson desde hace 10 años, pero que pintó hasta sus últimos días.
A horas de su muerte, colombianos y turistas se dieron cita en el Museo Botero, en Bogotá, y en la Plaza Botero, en Medellín —donde el alcalde decretó siete días de luto— para admirar su obra y dejar flores. En redes sociales, fanáticos compartieron sus obras preferidas y despidieron al que fue el artista colombiano más famoso a nivel internacional. A través de sus pinturas, dibujos y esculturas de personajes voluminosos —con las que retrató principalmente escenas tradicionales e históricas de Colombia—, Botero conectó con públicos que van desde su país natal hasta China.
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Nadie como él
Fernando Botero nació el 19 de abril de 1932, en Medellín, Colombia. En su adolescencia (1944) se acercó a la tauromaquia, práctica que dejaría después por un incidente con un toro. Pero fue justo en esa época que hizo su primera obra, con acuarela, sobre un torero. Y cuatro años después hizo su primera exposición.
La razón por la que Botero se decantó por el volumen fue porque conoció la obra de los renacentistas Giotto y Paolo Ucello en el libro Los pintores italianos del Renacimiento, de Bernard Berenson.
“Todos los grandes artistas tuvieron un estilo que los caracteriza y uno los reconoce siempre porque su obra responde a una filosofía, una creencia, una convicción. Yo tengo mis convicciones, las he tenido toda la vida: desde que empecé, mis obras han sido volumétricas y me ha seducido siempre la idea de la sensualidad del volumen, todo lo que he hecho en la vida es basado en esa convicción”, dijo Botero sobre su estilo a este diario en 2013.
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Para financiar sus estudios, Botero trabajó como ilustrador para el periódico El Colombiano y usó el dinero que ganaba en concursos de arte. Cuando estudió en Europa siguió vendiendo su arte para solventar sus gastos, por ejemplo, iba a las afueras del Museo del Prado a vender sus dibujos. Fue hasta 1962 que Botero expuso en Estados Unidos, evento que marcó el inicio de una prolífica carrera internacional. En el documental Botero (2019) se cuenta que el artista comenzó vendiendo sus obras a dos pesos colombianos, cifra que contrasta con el récord de subasta en Christie’s de 4.3 millones de dólares que alcanzó una escultura suya en 2022.
En entrevista, el cineasta canadiense Don Millar, quien dirigió el documental biográfico Botero, cuenta cómo fue la experiencia de trabajar con el artista: totalmente inspirador.
“Tenía 86 años cuando filmamos, pero era muy conmovedor ver cómo trabajaba en su estudio con el entusiasmo de un niño. Nos habló de sus pinturas, de los colores, era muy vibrante”, declara Millar, quien explica que decidió hacer el documental luego de ver cuántos asistieron a su exposición en Beijing en 2015. “Me impactó lo popular que era en China; él decía que para ser universal uno debía ser local primero”.
“Fernando Botero llegó a lugares donde normalmente no llegan los artistas, conectó con muchos públicos. Yo pienso que no es posible pensar que hay alguien como Botero, porque el arte ya ha cambiado mucho y existen otros procesos, búsquedas que son muy diferentes. Lo que hace muy singular a Fernando Botero es esta profunda conexión de su arte con todo el mundo. No hay un artista vivo en América Latina que haya tenido este alcance”, afirma Sonia Sierra, periodista colombiana especializada en artes.
Eugenio Viola, curador en jefe del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO), explica que “la fortuna de públicos diferentes” de la obra de Botero está en su “fórmula, que es inmediatamente reconocible”. Si bien tiene ese lado de la cotidianidad colombiana, la cruza con una serie de referentes de la historia del arte occidental. Sobre todo yo creo que son estas formas y su gigantismo casi a la Miguel Ángel. Hoy nosotros hablamos de Boterismo y yo creo que lo más interesante es el cruce de la apariencia tranquilizante que muchas veces escondía una ironía sutil o una clara crítica social”.
Pese a lograr esta conexión internacional, Colombia siempre fue muy especial. Botero donó numerosas obras de arte a Medellín y al Banco de la República, en Bogotá. Sierra cuenta que en Medellín es común quedarse de ver en La Gorda, pasear entre las esculturas de la Plaza Botero e incluso ver sus pinturas en las casas colombianas, que son imágenes tamaño póster que salieron en un popular calendario y que la gente coleccionó.
“Botero celebraba mucho cómo llevaban las personas (su obra) a sus casas. También existe una relación muy compenetrada con su escultura”, destaca Sierra, pues los colombianos han hecho suyas estas esculturas en espacios públicos, de las que destaca también una de las palomas destruidas en el atentado dinamitero de 1995 de la Plaza de San Antonio (Medellín), que cobró la vida de 23 personas y 200 heridos.
Sierra subraya que Botero y Gabriel García Márquez son los mayores creadores del siglo XX en Colombia y “coinciden en esa conexión tan profunda con el público y coinciden también en algo que es muy bello: México es el país donde consolidan su proceso creativo”.
El aprecio mutuo con México
En 1956 y 1957, Botero residió en México, donde siguió estudiando arte. En su estancia se vio influido por Rufino Tamayo, el muralismo y hasta por el Circo Atayde Hermanos —su serie de obras de arte con temática circense surge después de haber visto una de sus funciones. En 1989 expuso en el Museo Tamayo. En 2012 hubo una magna exposición, Fernando Botero: Celebración, en Bellas Artes, para festejar su trayectoria y sus 80 años de vida. Se exhibieron 185 obras al interior del museo y cinco esculturas gigantes en la explanada del Palacio.
“Esa exposición para Fernando Botero fue una forma de cerrar y estrechar ese vínculo con México. Esa exposición, en un momento dado fue una de las más visitadas en Bellas Artes, probablemente la exposición de un artista vivo más visitada”, señala Sierra.
Las personas hacían largas filas para poder entrar. Se estima que la muestra tuvo 300 mil visitantes.
“Soy fanático de exponer en México porque siempre he tenido un número de público extraordinario. En ningún sitio la gente se interesa tanto, de forma tan multitudinaria; exponer en México es siempre un gran placer”, aseguró el artista a este diario en 2013.
“Mi papá tiene mucho aprecio por México, vivió varios años acá (1956 y 1957). Fue una etapa de mucha importancia, en la que sentía pasión y gran interés por los muralistas mexicanos, fue aquí donde él descubrió su estilo y siempre ha tenido un vínculo muy cercano, viene todos los años desde hace mucho tiempo y se instala un mes en Zihuatanejo; para él, celebrar sus 80 años acá es maravilloso”, dijo Lina Botero, hija del artista, en 2019, cuando presentó el documental Botero, en la Ciudad de México.
La familia del maestro del volumen ya viaja hacia Mónaco para las exequias. “No se sabe qué vaya a pasar; pero me imagino que en Colombia se llevará a cabo un homenaje importante porque mi papá se lo merece, le dedicó la vida a su país”, dijo la hija del artista a una estación de radio colombiana, a la que reveló que Fernando Botero estaba trabajando en una nueva serie que “pronto verá la luz”.