“Busquemos una prueba de que esto es real, de que alguien está hablando con Mario Mendoza. Que yo estoy siendo entrevistado por ti y que estamos en las oficinas de editorial Planeta en la Ciudad de México haciendo esta entrevista. Dame una prueba epistemológica de que esto es real. No existe. No hay. Pellizcarse sería absurdo porque uno en los sueños también se siente, se pellizca y duele. No existe esa prueba. Epistemológicamente no la hay. Y lo que eso deja en claro es que te estás moviendo en un plano, sólo en uno. Pero en un plano que está construido por tu propio cerebro. No es que esto sea real, es que tú estás construyendo esto y nos ponemos de acuerdo. Mi cerebro y el tuyo coinciden en un plano. Damos por hecho que esta mesa existe, que editorial Planeta y la entrevista existen. Pero es tu cerebro el que produce lo real. Lo real no está per se, no está en sí mismo. Yo creo que ese es el gran salto contemporáneo: entender que la realidad es una construcción. Y el cerebro no interpreta lo real, sino que genera lo real, lo cual es distinto”.
Mario Mendoza (Bogotá, 1964) habla con fervor y coherencia tras meditar cada palabra. Está refiriéndose a "Vírgenes y toxicómanos", su novela más reciente, publicada bajo el sello de Planeta. Un libro donde la historia de dos jóvenes discapacitados y la vía espiritual, mística, para acceder a otras realidades coinciden, y tejen una especie de respuesta contracultural a las condiciones particulares de un presente en el que la verdad y el contacto con el otro se diluyen.
Cuenta que para la escritura de "Vírgenes y toxicómanos" se inspiró, en parte, en un documental patrocinado y producido por Michelle Obama, Crip Camp: A Disability Revolution: “Es un documental sobre la lucha por los derechos civiles y constitucionales de la gente con discapacidad en los Estados Unidos. Yo no tenía ni idea que ese movimiento, justamente contracultural, había sido tan importante. Sabía que había una lucha por los derechos civiles y constitucionales de la gente afro: Martin Luther King, Malcom X, Angela Davis, los Black Panthers... pero no tenía ni idea que el movimiento de la discapacidad había sido el movimiento principal de resistencia civil frente a los poderes de los 60 en Estados Unidos. Eso termina cambiando no sólo la Constitución, sino la ciudad a nivel arquitectónico: es el derecho a la rampa en el banco, a la rampa del supermercado, en los edificios para poder desplazarte, en la silla de ruedas. Varios excombatientes de Vietnam que llegaron heridos y masacrados después de la guerra hicieron parte de ese movimiento. Es un documental maravilloso, donde uno empieza a entender cómo Estados Unidos se fue casi contra las cuerdas, porque uno sabe la lucha de un Muhammad Ali que terminó en la cárcel por negarse a ir a Vietnam, pero uno no tiene ni idea que mucha gente con discapacidad terminó también en la cárcel y detenida por movimientos contraculturales que intentaban revisar la constitución y mirar a las minorías”.
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La otra parte que le sirvió como inspiración a Mendoza para desarrollar la novela fue la historia de Jacobo Grinberg: “Hay otro documental sobre él. Grinberg estaba estudiando las suprarrealidades. Había estudiado con Pachita, una chamana. Eso y la teoría sintérgica me llamaron mucho la atención. Yo hice un seminario en conjunto, para estudiar la teoría sintérgica y ahí mezclamos a un etnobotánico de la Universidad de California, Terence McKenna, quien estuvo en Colombia probando yagé a la mitad de la selva. Todos ellos son buscadores y rastreadores de esas interdimensiones. Por un lado, fui construyendo los personajes de la discapacidad; por otro, la contracultura que podía venir de un Grinberg, de un McKenna. Así se dio la mezcla de todo en el libro”.
La historia que plantea es, también, una respuesta a un tiempo dominado por las redes sociales y la manipulación invisible de la tecnología: “Hay una polarización de gente que ya está matriculada en algo y no puede salir de ahí. No puede pensar distinto. No le interesa tampoco pensar distinto. Cuando tú no puedes tener diálogos y no puedes tener cruce de ideas ni flujo dinámico de pensamiento, te preparas para la guerra. Me preocupa mucho pensar que el surgimiento de las redes de alguna manera gestionó un pronombre único que es el yo. Las nuevas generaciones están quedando completamente atrapadas en el pronombre personal de la primera persona del singular y no pueden salir de ahí. Esa encarcelación, esa forma de quedar casi que marginado de los otros pronombres genera una serie de conflictos sumamente graves para la democracia, el diálogo, el respeto por el otro, la alteridad. Llevamos ya varios años de generaciones que no pueden tener acceso al tú, al usted, al nosotros, a ellas o ellos. La base fundamental de la democracia es la pluralidad, y nosotros no tenemos eso. Perder el diálogo con el otro significa, de algún modo, estar psicótico, una forma de delirio contemporáneo. Esto ha fomentado una locura generalizada en el último tiempo”.
Pero Vírgenes y toxicómanos ofrece una respuesta: “Son chicos que salen de la dinámica y buscan por fuera el cuerpo del otro, la psique, el amor, el cariño, la empatía. El otro puede ser una revolución emocional y afectiva muy potente porque uno no se pregunta qué hay de político en el amor. Y puede haber toda una revolución afectiva y sentimental en el cuidado del otro”.