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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
En la búsqueda de personajes y hechos que mantuvieran su exploración sobre la maldad —que habita buena parte de su literatura—, el escritor Enrique Serna (Ciudad de México, 1959) halló a Carlos Denegri, el periodista de Excélsior que hizo del “chayo” un modus vivendi del periodismo mexicano de la primera mitad del siglo XX.
A través de este hombre cínico, machista, misógino, arribista y homófobo, pero también seductor e inteligente, Serna edificó la novela El vendedor de silencios (Alfaguara), un sabroso retrato del México posrevolucionario, de los políticos que ostentaban el poder, que encumbraban o destruían carreras y que secuestraban a las mujeres que deseaban; bordó con hilo fino las prácticas de los periodistas chayoteros que cobraban caro su silencio.
Enrique Serna habla con EL UNIVERSAL de esta novela que presentará junto con Carmen Aristegui, Philippe Ollé-Laprune y Eduardo Antonio Parra, el próximo 27 de septiembre en la Biblioteca Vasconcelos. Comparte su mirada sobre el periodismo y el poder en tiempos de Denegri, pero también da su opinión sobre la violencia, el machismo y el periodismo del México actual.
¿Un persona y una época difícil de contener en una novela?
Lo que mejor define esa época del periodismo es la frase de Julio Scherer sobre Denegri, que dijo: “Es el mejor y el más vil de los periodistas”. Eso te indica que, en esa época, para triunfar un periodista tenía que envilecerse. Los mejores, los independientes, los honestos y los libres estaban condenados al fracaso. Quise narrar en mi novela cómo es el proceso gradual de envilecimiento de este personaje, no porque yo tuviera el ánimo de enlodar su reputación más de lo que ya estaba, sino porque creo que hacer esa investigación de cómo va perdiendo escrúpulos un periodista, era interesante para poder conocer mejor la época y psicología del personaje.
Era brillante e inteligente, pero era un cínico y corrupto
Era una época donde el poder reprimía a los que se salían del huacal y sobornaba a los que aceptaban las reglas del juego. Fueron pocos los que salieron limpios de ese pantano de corrupción, algunos aparecen en la novela porque yo quise hacer un contraste y mostrar que no sólo hubo periodistas corruptos sino también honestos y combativos, entre ellos algunos de EL UNIVERSAL, como Carlos Septién García. Quise hacer ese contraste, pero también mostrar la dificultad tan terrible que era tener una voz crítica dentro de ese coro de aduladores tan serviles del “Señor Presidente”.
¿Carlos Denegri capitalizaba la información?
Fue un periodista con una mentalidad empresarial que logró industrializar el chayote, convirtiéndolo en un vocero extraoficial de la Presidencia; a través de su columna Fichero político, el sistema le daba coscorrones a gente que en lugar de esperar a tener la bendición presidencial o del presidente del partido, quería ya postularse para una gubernatura o una diputación, por eso era tan leído con miedo por los políticos, porque sabían que una versión adversa en la columna de Denegri era como decía Monsiváis: “Una temporada en el infierno”.
¿Una mirada crítica al pasado de México mediante un reportero?
Creo que es necesaria una reflexión crítica de nuestro pasado porque una sociedad que encumbra a ese tipo de personajes es una sociedad que está enferma. Yo creo que el personaje más ridiculizado de mi novela no es Denegri sino la élite política y empresarial que lo convirtió en su principal representante.
¿Reconstruyes de nuevo un periodo histórico complicado?
Para situar a Denigri ante su contexto histórico y social hice una reconstrucción de época que mostrara el proceso degenerativo de un régimen que llegó al poder a balazos y a pesar de que tuvo un paréntesis de liderazgo ético en el sexenio de Lázaro Cárdenas, nunca pudo renunciar a su ADN autoritario, y precisamente necesitaba ese tipo de periodistas para apabullar cualquier brote de oposición en la prensa; creo que un personaje tan prepotente y atrabiliario como Denegri solo pudo haber surgido en una dictadura de partido. Veo una correspondencia muy clara entre el machismo patológico de Denegri y el carácter autoritario del régimen al que sirvió.
¿Hoy cuál es la relación de prensa y poder?
La relación entre la prensa y el poder ha cambiado mucho, pero el modus vivendi de Carlos Denegri no ha desaparecido, vimos cómo en el sexenio pasado el gobierno de Peña Nieto gastó 3 mil millones de dólares en publicidad y sobornos a periodistas. De modo que sigue ahí ese lastre del viejo sistema corporativo.
En esta administración hablan de periodistas chayoteros
Esta administración creo que ha sido muy tramposa en su denuncia de los chayotes porque está mezclando lo que es el gasto en publicidad con lo que es soborno a periodistas y no es lo mismo, lo hace con ánimo de desacreditar a opositores.
También sigue presente el machismo y la misogonia, violencia contra la mujer, feminicidios.
Sí, por desgracia los mantenemos. A Denegri le tocó vivir en la época de los charros cantores, era el apogeo del machismo exhibicionista. Creo que ha habido un rebrote muy fuerte por la escala delictiva, hay niveles de impunidad muy grandes, entonces también los violadores, los acosadores de mujeres quedan impunes, porque no se castiga ningún delito, entonces hay sueltos muchos machos atrabiliarios que sienten que pueden hacer lo que les dé la gana impunemente.
Tú te metiste a los abismos de Denegri para contar su vida
Balzac decía que la novela es la historia de la vida privada de las naciones. Yo creo que lo que los novelistas podemos aportar para el conocimiento del pasado precisamente esta inmerso en la conciencia de nuestros personajes; entonces yo traté de narrar esta novela desde la conciencia de Carlos Denegri que es una conciencia en desintegración, en un proceso de putrefacción.
¿Sigues explorando la maldad en el ser humano?
Sí, me interesa mucho la investigación de la maldad, creo que es una veta de la literatura muy interesante que ha dado grandes maestras, por ejemplo Crimen y castigo, de Dovstoievski; Macbeth y Ricardo III, de Shakespeare, y en nuestra literatura Pedro Páramo, porque finalmente es el retrato coral de un cacique sanguinario de un pueblo de México. Yo creo que Denegri también es un personaje arquetipo del periodismo corrupto de una época.
¿Disfrutable o tormentoso?
Me costó trabajo porque yo sentía al principio mucha repugnacia hacia él, pero empecé a ver el ángulo del cínico transgresor y sentí que por ahí podía construirlo y vencer esa resistencia. Los novelistas tienen que ser como los actores que siguen el método Stanislavski, cuando te toca interpretar a un villano pues tienes que ser un poco villano y sacar a ese Denegri o a ese Santa Anna que todos llevamos dentro.