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Sergio Ramírez es un severo crítico del régimen de su antiguo compañero de ruta Daniel Ortega Fue compañero de ruta del líder revolucionario Daniel Ortega cuando lucharon desde el Frente Sandinista contra la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua en la década del 70. Y luego fue dirigente del gobierno que condujo Ortega en los años 80. Más tarde sus caminos divergieron y pasaron a estar en veredas opuestas.
Sergio Ramírez, de 78 años, entiende como nadie los entresijos mentales del hombre fuerte de Nicaragua . Anticipa con conocimiento de causa que Ortega se aferrará al poder a cualquier costo , y que la ola de arrestos contra opositores y personalidades críticas irá en ascenso. En diálogo con La Nación, vía Zoom, el laureado escritor y político, Premio Cervantes de Literatura y vicepresidente de Nicaragua entre 1985 y 1990 -en el primer mandato de Ortega-, afirmó que "antes de arriesgar su poder en elecciones, lo que está haciendo Ortega es decapitarlas".
¿En qué se diferencia este Ortega 2021 del que usted conoció, con el que trabajó?
- La primera gran diferencia es que los dos éramos muy jóvenes, como el resto de la dirigencia revolucionaria. Y que no había nadie que enseñara colmillos largos en aquel momento, porque se trataba de una dirección colectiva, donde los equilibrios políticos eran los que determinaban la composición de esa dirección. Entonces ese equilibrio ayudaba a crear un balance de poder en el cual Ortega siempre fue un primus inter pares . No podía avasallar de manera fácil la voluntad de los demás.
¿Cuándo se hizo el quiebre?
- La deriva realmente personal de Ortega comienza después de las elecciones de 1990. El Frente Sandinista es derrotado y aquella estructura de poder desaparece. Ortega queda solo salvando lo que queda y comienza con esta tesis de gobernar desde abajo, que significa a través de asonadas, de disturbios callejeros, de huelgas… interrumpir el gobierno de la señora Violeta Chamorro. Es aquí donde se forja el Ortega que conocemos en la actualidad.
Y llega de nuevo al gobierno con esa mentalidad…
- Luego de tres intentos de ser candidato y ser derrotado, al recuperar la presidencia en 2006 a través de una trampa que fue un pacto con [el expresidente] Arnoldo Alemán, decide no volver nunca a perder el poder. Me parece que este es un compromiso que él hizo consigo mismo. El Frente Sandinista nunca ha tenido más del treinta y tanto por ciento del voto, y ahora esa cifra obviamente se ha reducido mucho. Lo que comenzó ese año fue un desmantelamiento progresivo de las instituciones del país. Primero la falsificación de las elecciones, apropiarse de las instituciones a través de la fidelidad de los magistrados de la Corte Suprema, del Consejo Supremo Electoral, de la Fiscalía, de la Controlaría de Cuentas, de la Asamblea Nacional. Hasta constituir un poder único que él comienza a compartir con su esposa [ Rosario Murillo ], hasta el día de hoy.
¿Las protestas de 2018 fueron la ruptura definitiva?
- En 2018 lo que la gente hace es salir a la calle y demostrar que quiere un cambio en el país. Es el segundo quiebre profundo. Es el más explícito, porque la gente se manifiesta en todo el país, no solo en Managua, y viene la represión terrible que se da entonces.
¿Qué significa la ola represiva de estos momentos, con arrestos de opositores, allanamientos y abusos?
- Creo que llega un momento en que Ortega tiene que enfrentar el hecho de que en noviembre la Constitución y las leyes mandan unas nuevas elecciones. Que las condiciones últimas en que él fue a las elecciones de 2016 ya no son las mismas. Que él pudo prolongar su período presidencial porque no había una oposición estructurada, porque pudo ir con una oposición falsa a las elecciones, en alianza con la empresa privada que funcionaba muy bien. Esas condiciones después de abril de 2018 desaparecen totalmente. La cúpula de la empresa privada pasa a ser su adversaria, la Iglesia pasa a ser su adversaria, la gente en las calles se queda como adversaria suya aunque no pueda manifestarse más por la represión. Entonces las condiciones para él de ir a unas elecciones son totalmente adversas porque tiene que hacer un fraude descomunal .
¿No tiene ninguna chance en elecciones abiertas?
- Él sabe en primer lugar que si va a elecciones con un candidato único de la oposición, no hay manera que pueda ganar si el voto es bien contado. Y en segundo lugar si se abriera una campaña electoral, con manifestaciones en las calles, concentraciones en las plazas públicas, la gente que ha sido impedida de manifestarse desde que empezó la represión en abril de 2018 volvería a salir a las calles. Lo hará en respaldo de un candidato, pero más allá de eso, repitiendo el fenómeno de 2018. Y luego acordar unas reglas nuevas del juego electoral, con un Consejo Supremo Electoral donde todo el mundo esté representado, con una transparencia en las listas de votantes, en los padrones, eso es imposible para su idea del poder.
¿Cuál es la idea de poder de Ortega?
- La permanencia a cualquier costo . Entonces antes de arriesgar el poder en unas elecciones, lo que está haciendo es decapitar las elecciones, restándoles toda credibilidad . Me parece que lo que está de por medio es llegar con el mínimo de condiciones, con la comunidad internacional en contra, con la gente encerrada en sus casas. Llegar a una elección a cualquier costo, salir electo, y después abrir una negociación donde lo que tienes enfrente, puesto sobre el tablero , son los rehenes que está tomando presos. Y negociar en base a los rehenes.
¿Los presos políticos son rehenes de Ortega?
- Digo rehenes porque estas personas, estos presos políticos que están siendo tomados últimamente -candidatos presidenciales, dirigentes políticos, dirigentes empresariales-, Ortega los toma para negociar más adelante con la empresa privada, la clase política, etcétera . Ellos [el gobierno] han hecho saber de manera extraoficial, que lo que quieren es negociar directamente con Estados Unidos. No con los actores nacionales sino con Estados Unidos.
¿Con qué fin? ¿Para que los dejen tranquilos?
- Bueno, para que los dejen tranquilos, sí, a cambio de los rehenes. Aquí lo que no está en juego, y quiero que esto sea bien entendido, es la permanencia de Ortega en el poder a través de unas elecciones . Eso hace que las elecciones no tengan esa significación que para alguna gente todavía puedan tener. Esas elecciones no tienen ya, desde ahora, ninguna legitimidad, no van a resolver ningún problema político. ¿Qué valor pueden tener unas elecciones donde los candidatos más importantes están detenidos, donde los dirigentes políticos que pueden conducir la campaña electoral están detenidos, donde Ortega ha nombrado siete magistrados del Consejo Supremo Electoral que son fieles suyos, donde las mesas electorales están bajo su control, donde los votos los va a contar él mismo?
¿Ante esto qué se puede hacer desde la sociedad civil?
- La situación dentro de Nicaragua es cada vez más difícil. Antes de que se produjeran estas capturas los principales dirigentes políticos tenían de hecho prisión domiciliaria. Candidatos como Juan Sebastián Chamorro o Félix Maradiaga tenían impedido salir de sus casas. Esto pasa con dirigentes provinciales en distintas partes del país, la gente clave que dirige la oposición está presa en su casa. Esto ya estaba sucediendo antes porque lo que quieren evitar son nuevas demostraciones en las calles. Están multiplicando el número de efectivos policiales, y detrás están las fuerzas paramilitares, ocultas bajo máscaras, muy bien organizadas militarmente, que en última instancia son las que resuelven el problema por medio del asesinato.
¿Y cómo podría ejercer un rol positivo la comunidad internacional? ¿Está haciendo lo suficiente?
- La comunidad internacional entra dentro de los cálculos de Ortega. Sabe que ya no tiene nada que perder frente a la comunidad internacional. Nadie que no sea [Vladimir] Putin o que no sea el caudillo de Irán o [Nicolás] Maduro o el presidente de Bolivia [Luis Arce] se atreve a defenderlo en público. No existe para él esa posibilidad. Sabe que ese terreno está perdido, por eso quiere ir por el mínimo. Cada vez que una cancillería emite un comunicado de condena, que la OEA se reúne, que la Unión Europea se preocupa, eso a él dentro de su plan de ir al mínimo no le hace mucha mella. Porque no conmueve las bases de su poder. Pero me parece que es muy importante que esa alerta internacional que hay sobre Nicaragua se mantenga. Y que no deje de ser un tema de atención entre tantos que hay en el mundo, y en América Latina misma.
¿Qué piensa de la abstención de la Argentina a la condena en la OEA de la ola de arrestos políticos?
- A muchos les ha llamado la atención que México y Argentina se hayan abstenido en esta votación, que es además declaratoria. Esta resolución no impone ninguna sanción. Pero es muy importante que se haga, y que la hayan suscripto 26 países. He oído que existe un plan de mediación, y que la tesis es que si México y la Argentina condenan a Ortega, no podrían ser mediadores. Y para ser mediadores se necesita permanecer neutral. No deja de tener una lógica. Lo importante es saber si Ortega va a aceptar la mediación que implique obligarlo a dar elecciones verdaderamente libres y que pongan en riesgo su continuidad en el poder. Y a mí me parece que no va a ocurrir así.
Y más habiendo llegado a este clímax represivo…
- La represión está abierta, no ha terminado. Porque ahora van por los banqueros, los financistas, luego están en la lista los periodistas, que no han empezado. También los curas rebeldes, los obispos que no le gustan a la pareja presidencial…
¿Entonces la escalada continúa de acá a noviembre?
- Va a continuar mientras él sienta que todavía no ha pisado terreno firme en la represión , y que no ha logrado dominar desde dentro un posible panorama electoral y disuadir a la gente. Porque obviamente él está jugando a provocar la abstención. Y buscar al mismo tiempo un candidato de mentira que acepte ir a disputarle falsamente la presidencia, a cambio de un número de escaños para su partido en la Asamblea Nacional. Con eso piensa pasar a la legitimidad que después los países le van a otorgar. Porque él está calculando que por mucho que lo critiquen por unas elecciones fraudulentas, al final ningún país le va a retirar su embajador. Y que las relaciones diplomáticas van a seguir. Esos son sus cálculos.