Me detengo en una esquina de avenida Universidad e imagino cómo debe ser la vida en Kabul. Casi no hay mujeres. En una zona en la que regularmente circula una clase media universitaria o dedicada a labores administrativas y comerciales, las pocas mujeres que veo son las que se dedican al comercio informal.
Si uno pregunta a los gerentes de las librerías que hay sobre Miguel Ángel de Quevedo cómo les va con el paro nacional Un Día Sin Nosotras, la respuesta va de la transparencia a la negación. Los más elocuentes confiesan que las ventas caerán 40% en comparación con segundo lunes de marzo de 2019.
Otros se enrollan en un discurso en el que la empresa apoya las demandas, pero niegan que la clientela sea menor a la de un lunes regular. No estoy tan seguro.
A unos kilómetros de ahí, en el Centro Nacional de las Artes (Cenart), sobre Río Churubusco, la convocatoria se reflejó en la Escuela Nacional de Arte Teatral y el Centro de Capacitación Cinematográfica. Faltaron todas, incluyendo las cuatro maestras que este lunes tenían clases programadas. Sólo tres maestros impartieron clase a un puñado de alumnos que a estas horas de la tarde se toman un tiempo libre en el patio central.
Daniel Martínez, del área de difusión, nos da un recorrido. El área de producción está sola. En la subsecretaría académica, donde trabajan más de ocho mujeres, sólo hay un empleado que hace guardia. Dice que son dos, pero su otro compañero salió a comer. Nos sonríe desde atrás de un mostrador en el que sus compañeras dejaron un florero con rosas pintadas con anilina morada, el color representativo del movimiento feminista. Al menos combinan con su playera azul. ¡Qué detallazo!
Más allá de estas oficinas, los pasillos del Cenart están vacíos. En las mesas de la cafetería que está a un costado del espejo de agua, hay sólo algunas personas, dos de ellas mujeres; los pasillos que llevan a la Escuela Superior de Música están vacíos y en la Escuela Nacional de Arte Teatral los empleados dicen que en toda la mañana sólo vieron a una alumna.
Pareciera que la ausencia de mujeres era más notoria según la zona y la hora. Hacia las 4 de la tarde, abordé un vagón del metro en la estación General Anaya. De los 28 pasajeros, sólo había 4 mujeres. En zonas de Villa Coapa y Xochimilco, la presencia regular de mujeres en el espacio público indica que se impuso la rutina, al menos en las mujeres a las que sus actividades no las obliga a salir de sus rumbos.
Aunque en la mañana, en el transporte público fue notoria la ausencia de mujeres.
Sólo en algunos servicios públicos, como la Biblioteca Vicente Guerrero, en la Alameda Sur, los dejaron solos. Erik, uno de los encargados de servicio al usuario, hace cálculos mentales para contar a sus compañeras que hoy se sumaron a la convocatoria de Un Día Sin Nosotras. “Son ocho. Y hoy no vino ninguna”. Desde las 9 am, que inician las actividades de esta biblioteca, que opera con recursos de la alcaldía Coyoacán, sólo personal masculino atiende a los usuarios, la mayoría de ellos hombres. La única mujer entre todo el personal era la oficial de vigilancia, adscrita a la Secretaria de Seguridad Ciudadana.
En la misma zona sur, otro punto de atracción de visitantes es el embarcadero Fernando Celada, en el centro histórico de Xochimilco. Cástulo, conocido también como el Chuky y quien coordina a los prestadores de servicio en las trajineras de este embarcadero, explica que los lunes son días de poca demanda. “Más tarde llega un poco de gente. Pero los días fuertes son los viernes, sábados y domingos. Los lunes los dedicamos a hacer reparaciones y mantenimiento y a atender a los pocos visitantes que llegan”.
Cerca de ahí, una vendedora de dulces atiende a su clientela mientras varias personas pintan y limpian varias trajineras. Le preguntó si ella se sumará al paro nacional. No está enterada y dice que nadie más puede atender su puesto. No agrega más. Creo que las demás, las que sí pararon, también lo hacen por ella.